Hace unas semanas me llamó una de mis hijas y me comentó que el doctor le había dicho que en uno de sus examines aparecían células precancerosas y tenía que hacer un estudio más intenso y minucioso para descartar de su sospecha.
Cuando un hijo te llama y te da una noticia de esta índole es inevitable pensar en la muerte. En ese momento no podía contestar sin pensar lo que le tenía que decir a mi hija, pero rápidamente pensé que lo que más le he inculcado a mis hijas es la fe, sin importar las circunstancias que nos rodean. Le dije que tengamos fe y que rechacemos con fe un resultado adverso.
Los preparativos se hicieron, ella pasó por los exámenes. Durante ese tiempo hice un llamado a toda mi familia y mi congregación para orar, ayunar y creerle a Dios.
Cada vez que hablaba con mi hija le inyectaba una dosis de fe y le contaba anécdotas de mi vida cuando Dios, desde mi niñez, ha sido fiel en diferentes momentos cruciales.
Hablábamos de la palabra de Dios y de los milagros que Jesús ha hecho con tanta gente, y en las historias de todas las mujeres que fueron sanadas por el Señor mientras Él caminó en la Tierra.
Mi fe en Dios era totalmente cerrada, ninguna cabida para la duda, sin embargo en algunas ocasiones venían pensamientos a mi mente: “¿Y si le hallan cáncer?, ¿y que si tu hija muere antes que tú?”. Y entonces tenía que inmediatamente rechazar esos pensamientos fugaces y luego decía: “Señor tú conoces mi corazón y sabes que mi confianza está en ti, que todo saldrá bien con mi hija”.
El momento de la operación llegó, le hicieron una biopsia y la tuvieron que dormir completamente. Luego el doctor dijo que teníamos que esperar otros siete días para tener el diagnóstico definitivo.
Parece mentira pero cuando algo así te está pasando, los días parecen meses y las semanas años, pues tú quieres saber ya que todo está bien, puesto que aun cuando tú sabes que tu fe es inamovible, ahí de repente quiere entrar el miedo, la incertidumbre se quiere apoderar de tu corazón y tus pensamientos, y tienes que seguir rechazando esos sentimientos pues la fe solo espera lo mejor.
El momento llegó para mi hija de oír el diagnóstico y con toda la fe que hay en su corazón y la incertidumbre de lo desconocido, se sentó a escuchar al doctor, quien le comentó de todo lo que le habían hecho y finalmente, dijo que todos sus exámenes habían salido totalmente negativos de cáncer.
Querido lector, hoy doy gracias a Dios por su inmenso amor para con mi hija y con todos nosotros, su familia, pero también le doy gracias por esta experiencia pues mi fe creció aún más, de que Dios tiene el poder de transformar toda situación negativa en bendición.
Aprendí nuevamente que en medio de la fe puede surgir la duda, pero que yo no tengo que aceptarla sino que rechazarla y seguir creyendo en las promesas de Dios.
Si tu estás pasando por alguna dificultad te invito a creerle a Dios con todo tu corazón y a rechazar toda duda que pueda venir a tu mente.