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Con la muerte rondando es importante que valore más que nunca a su familia

Esta mañana sonó mi teléfono y corrí a tomarlo porque hace unos días, la única tía que teníamos por parte de mi madre, y la única de esa generación, sufrió un accidente automovilístico regresando de México, de donde iba todos los años a un viaje misionero, con un grupo de mujeres que llevaban una bendición a un pueblo fronterizo con Los Estados Unidos.

Cuando tomé el teléfono, pensé que me dirían que se estaba recuperando, pero fue todo lo contrario, mi hermana me dio la triste noticia que mi tía había muerto.

Vino un sentimiento de profunda tristeza, murmuré no, no puede ser, y luego un sentimiento de culpabilidad, pues no me comunicaba con la tía rutinariamente.

Sentí que debería haberla llamado más, haber tomado un avión y haberla ido a visitar más, ya que ella vivía en Texas, pero finalmente me di cuenta que todo ahora ya es inútil, el tiempo pasó, la vida se terminó, se fue de un día para otro, y lo que pudo ser, ya no fue.

Hoy me preparo para ir a verla, ya no me oirá ni me abrazara, ni oirá mi voz, sino que estaré ahí, para ver donde será su última morada y para darles un poco de aliento a sus hijos que en este momento sufren más que nadie su partida.

Creo que en estos tiempos, no hay nadie que no haya oído de que alguien murió, o de alguien que se está muriendo. El año 2020 entró con mucha muerte, muchas de esas muertes provocadas por el coronavirus y otras como producto de los tiempos en que vivimos, violentos e inseguros.

Es importante que en estos tiempos nos acerquemos un poco más a la familia, tanto inmediata como a la familia de lejos, comunicarnos con ellos y enviarles mensajes de amor y de amistad, lo más que podamos.

La muerte nos llegara a todos unos primero y otros después, pero todos vamos a morir, por eso Dios nos insta a vivir una vida piadosa, compasiva, llena de buenas obras, amándonos unos a otros, aborreciendo la ira, los celos y las contiendas, porque la vida es breve.

Dios quiere que vivamos contentos con lo que tenemos, y que trabajemos para que otros vivan mejor, y así Dios proveerá para nosotros en nuestras necesidades. Así cuando la muerte nos sorprenda nos iremos de este mundo satisfechos que pudimos hacer lo mejor para los nuestros y para nuestro prójimo.

Aun en medio de mi tristeza de perder a la tía, siento una sensación de paz que solo Dios la puede poner ahí, y le doy gracias a Dios que la muerte encontró a la tía dándole la mano a los menos afortunados, y aun en su vejez nunca dejó de extender su ayuda al caído.

Doy gracias a Dios por la vida que Dios le prestó para vivir con su familia. Sé que goza de paz eterna, hasta cuando Cristo la levante en aquel día que pronto llegará, llamado el día de la resurrección.

Te recomiendo que siempre ores y te acerques a Dios, pues en los momentos de tristeza y de angustia Él te proveerá una paz tan maravillosa, que tú mismo no la podrás entender, esa paz la he experimentado muchas veces, y en este momento, te puedo decir que he tenido el mismo sentir de paz y no solo yo, sino toda mi familia que ora y cada día se acerca a Dios.

Por tres décadas ha servido en su ministerio pastoral y en la organización Jesus Ministry. Presidenta de la Federación de Iglesias Cristianas. Autora del libro: El encuentro que me transformó