La experiencia del COVID-19 deja en pacientes un efecto de fatiga crónica a largo plazo. Un estudio de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades CDC reveló este hecho.
Luego de semanas de superar el COVID-19, más de un tercio de las personas mantienen la fatiga crónica, uno de los signos que evidencia el contagio. “COVID-19 puede resultar en una enfermedad prolongada, incluso entre adultos jóvenes sin condiciones médicas crónicas subyacentes”. Así lo afirma el estudio.
Los CDC informaron que alrededor del 35% de las personas encuestadas para el estudio aseguran no haber recuperado su normalidad. Específicamente, las personas con edades entre 18 y 34 años son las más afectadas, aun cuando no tuvieran afecciones médicas crónicas previas.
¿Cómo se manifiesta esta fatiga crónica?
Los principales síntomas reportados son: palpitaciones, confusión mental, fatiga extrema, dolor muscular.
La fatiga crónica suele tardar más de seis semanas en desaparecer, pero hay pacientes que han reportado mantenerla por más de 12 semanas. Lo más incómodo de este padecimiento es que puede llegar a incapacitar a las personas tanto física como mentalmente.
Los enfermos habituales de Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) o Encéfalomielitis Miálgica (EM) no logran superar sus estados de salud porque se desconocen las causas y tratamientos efectivos. Es por ello que surgen las preocupaciones de cómo ayudar a los pacientes que han tenido coronavirus.
En un intento por conocer más de los efectos que deja el COVID-19, se siguen llevando a cabo constantes estudios que esclarezcan el panorama. Otras secuelas postvirales que se investigan son las respiratorias, cardiovasculares y digestivas.
En el caso de las afecciones respiratorias, el uso de desinfectantes plantea un panorama de preocupación. Estos productos pueden afectar tanto a las personas que sufren de problemas pulmonares previos, como a quienes jamás los han padecido.
Lea el informe de los CDC