El hombre, en sociedad, debe constantemente adaptarse a las circunstancias cambiantes de su entorno. Muchos de los problemas sociales a los que el hombre se enfrenta en la actualidad son producto de un pobre concepto acerca de los deberes y derechos. Plantearse en qué tipo de sociedad se quiere vivir lleva, necesariamente, a plantearse qué tipo de adultos se quiere que lleguen a ser los niños. Proponer una educación que tenga como objetivo el cultivo de virtudes, es decir hábitos de conducta y pensamiento positivos, pareciera necesario para resolver estos problemas.
La familia, como núcleo fundamental de la sociedad y ámbito natural de la educación, debe procurar buscar transmisión de buenas costumbres. En otras palabras, tiene la responsabilidad de establecer un código de conductas que que lleven al niño a ser excelentes y no simplemente a hacer cosas excelentes. Eso es precisamente educar en virtudes. Para formar a niños excelentes debe educarse en el uso de la libertad. Algunos podrían entender la libertad como la facultad que permite hacer lo que se quiera, sin embargo, la libertad da la posibilidad de elegir algo que puede o no ser bueno. En este sentido, se puede enseñar a los niños a que escojan voluntariamente tanto el bien propio como el común. Es un elemento clave el acompañamiento y modelamiento de los padres en el cultivo de virtudes. Los padres deben preocuparse por adquirir patrones de comportamiento positivos, puesto los niños aprenden de sus conductas y acciones.
Para lograr una la educación en virtudes, debe darse valor a las cosas que realmente son importantes. Sin duda alguna, las buenas calificaciones en los niños son relevantes, sin embargo, la educación de éstos va mucho mas allá de los logros académicos, pues de nada sirve haber obtenido buenas calificaciones, si se hizo trampa en los exámenes. Ese es el punto de inflexión en materia educativa, la importancia está realmente en lo que se es, y no en lo que se hace. Cambiar este paradigma es tarea difícil, más no imposible.
Ayudar a los niños a dominar la voluntad y a utilizar libertad para hacer el bien es un proceso. Es importante ser constante y ayudarles a controlar sus impulsos y fomentar conductas como: el orden, el autodominio, la prudencia, la justicia y la verdad. Hay que recordar que no basta un solo acto para hablar de virtud. El cultivo de virtudes supone la repetición consciente de conductas positivas en cualquier lugar y aunque no se esté siendo supervisado.
Pareciera que la educación de virtudes en los niños poco se relaciona con los problemas de la sociedad. Sin embargo, es desde pequeño que se adquieren las aptitudes que permiten sostener la vida personal y social. El cultivo de virtudes desde temprana edad contribuye a la formación de hombres integrales que hagan cosas buenas y eviten las malas, que sean justos y que sean fuertes para defender el bien. El predominio de individuos integrales en una sociedad deja poco espacio para los vicios.
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