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Imagine el siguiente escenario: ABC es una empresa que provee masivamente un servicio publicitario que es contratado por una gran parte de quienes habitan en Xville, con el objetivo de aumentar sus ventas entre los mismos habitantes de esta ciudad. 

DEFG es por su parte una encuestadora que no difiere de lo que haría una encuestadora tradicional, salvo por una sutil diferencia. Esta empresa, para obtener la información que usa para las respectivas investigaciones de mercado que le contratan, desarrolló tiempo atrás un servicio de entretenimiento gratuito para los habitantes de Xville y, que por su esplendor, todos lo consumen abrumadoramente. Lo clave de este servicio, en conexión con el de ser encuestadora, está en que mientras las personas se entretienen, muchas encuestas son efectuadas a los usuarios sin que ellos se percaten de aquello. 

Así, con este método la encuestadora DEFG obtiene información, de forma gratuita, para hacer sus trabajos respecto de las preferencias de los habitantes de Xville. Posteriormente, estos trabajos serán vendidos a ABC para que esta mejore su desempeño comercial.

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Hasta aquí, ¿algo fuera de lo normal? 

Pues parecería que sí. Esto de hacer dinero con la información de otros, sin que ellos hubieran expresamente accedido a concederla, no luce del todo bien.

Daría la impresión más bien que aquel entretenimiento no era tan gratis, sino que en efecto había un precio tácito detrás: la información de los usuarios del servicio. Información, que siendo obtenida sobre la base de la inconsciencia del usuario o del poder dominante de la encuestadora al ser el centro de entretenimiento de mayor concurrencia en la zona, es procesada y comercializada a ABC para hacerlos a estos más precisos y rentables en sus servicios publicitarios. Todo esto, dentro y para un mismo círculo: los habitantes de Xville.

¿Cambiaría esta percepción si ambas empresas fueran una sola?

Francamente, creo que el que sean una misma empresa lo agravaría. Aunque aquí no queda mucho espacio para la imaginación, estas interrogantes nos llevan a casos reales que se han ventilado en algunas cortes del mundo.

¿Sutiles monopolios globales de información?

Puntualmente, estas inquietudes están estrechamente relacionadas con casos en donde se presumen violaciones a normas antimonopolio, por parte de las grandes redes sociales y plataformas de entretenimiento. Uno de los casos, precisamente recoge esta particularidad, en donde se presume que Facebook, Google y Amazon se han aprovechado de su posición dominante para obtener la información comercial de sus usuarios -obtenida desde sus respectivos sitios- para lucrar por medio de sus acciones publicitarias en línea. 

Lo cierto es que en este tipo de procesos legales no es sencillo determinar la culpabilidad del presunto infractor. Sin embargo, la percepción de los usuarios juega un papel crucial. De ahí que sean válidas estas reflexiones: ¿Somos conscientes de que nuestras acciones en estos espacios los nutre de información?, ¿aceptamos esto como contraparte justa del entretenimiento que nos dan?, ¿nos complace?, ¿nos sentimos engañados?, ¿abusados?... ¿Qué opina usted?

Juan Carlos Jácome es asesor empresarial en finanzas, economía y analítica de datos, estudió economía y análisis estadístico aplicado a políticas públicas y tiene 24 años de experiencia profesional....