A Felix Godward no le gusta la rutina, prefiere el cambio constante. Cuando tenía 21 años, se mudó de su apartamento en Los Ángeles a una van. Viajó por California trabajando como mesero en diferentes restaurantes.
“La verdad no era tan incómodo. Sentía que era muy emocionante. Nunca sentí que fuera un inconveniente,” comentó Godward. “Era muy estimulante. Yo soy alguien que necesita mucho estímulo.”
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Sabía que deseaba trabajar en la industria alimenticia, pero no quería empezar un negocio en Los Ángeles. Se enteró que Charlotte era una ciudad en crecimiento con menos competencia para los camiones de comida. Siempre había soñado con tener uno y el vivir en su van le permitió ahorrar dinero para comprarlo. Eso fue hasta que le remolcaron su van. Los $1,600 que le costaría recuperarla fue el empujón que necesitaba para mudarse de California a Charlotte. Cuando llegó, compró un tráiler pequeño. Lo remodeló con paneles de madera, un horno y ventanas grandes y lanzó Felix’s Handmade Empanadas.
“Me encantó el camión de comida. Me gustaba mucho más que trabajar para alguien. Me encanta trabajar para mí mismo”, explicó Felix.
Godward creció haciendo empanadas con su familia. Estos pasteles rellenos de carnes, vegetales y quesos son una comida típica en Argentina, de donde son sus padres.
Tomó la receta de su familia, la modificó a su gusto y se lanzó a vender empanadas alrededor de Charlotte. Fueron un éxito. Godward empezó a investigar la posibilidad de abrir un restaurante en Optimist Hall, una antigua fábrica que ahora agrupa pequeños restaurantes y tiendas.

“Los llamé varias veces y me dijeron que no nos iban a contratar porque éramos muy pequeños'', explicó Godward. “No creían que podíamos manejarlo. Yo no los culpo. Era un riesgo trabajar con nosotros.”
Un día cualquiera, un grupo pasó por el camión de comida. Él no lo sabía en ese momento, pero eran los dueños de Optimist Hall. A la semana le ofrecieron un puesto en el hall de comida.
Sus padres y algunos amigos de la familia se convirtieron en inversores, aportando entre todos cerca de $190,000. Guardó su camión de comida y abrió el restaurante.
“Pensé que iba a decir, ‘Wow esto es genial.’ Pero era muy difícil para mí poder decir, ‘wow, ahora soy dueño de un restaurante.’ Todo sucedió muy rápido,” comentó.

Recuerda que en las primeras semanas, usualmente había una fila de 30 personas esperando para acercarse a su pequeño espacio de paredes azules para comprar empanadas. Sin embargo, todo eso cambió cuando el COVID-19 llegó a Carolina del Norte y con ello el cierre de los restaurantes, que en su caso tenía solo dos semanas de inaugurado.
De la noche a la mañana Godward, pasó a ventas online y pedidos para llevar. Dice que sus ventas bajaron en un 95% lo cual lo obligó a despedir a sus 15 empleados.
“Todos entendieron la situación'', dijo. “Todos entendían que ahora estaba en una lucha para sobrevivir.”
Godward no sabía si iba a poder mantenerse abierto. No tenía muchos ahorros para apoyarse. Y no había abierto el tiempo suficiente que le permitiera calificar para un préstamo del Programa de Protección de Pago.
Al ver las dificultades de Godward, algunos de sus clientes se dedicaron a promocionar el restaurante en redes sociales, pidiendo apoyo. Funcionó.
A comienzos de abril, una fila de carros esperando pedidos le daba la vuelta al parqueadero de Optimist Hall. Godward dice que pasó de vender $600 en una semana a $3,500.
“Fue una cosa tan bella para ver. Me devolvió la esperanza,” explicó Godward. “Pasé de tener que obligarme a salir de la cama, a sentirme feliz y saber que íbamos a estar bien.”
Este apoyo de la comunidad se ha dado a lo largo del estado, dice Lynn Minges presidenta del North Carolina Restaurant and Lodging Association.
“Esto ha jugado un rol gigante para ayudar a que muchos de esos restaurantes locales sobrevivan durante la pandemia'', explica Minges. “No ha sido fácil, pero hemos sentido el apoyo de la comunidad a la que servimos.”
Antes de la pandemia del coronavirus, Minges dice que todos los días abrían restaurantes nuevos. Pero en marzo todo cambió. Señala que la industria terminó el 2020 $4 millones por debajo en comparación con el 2019.
“Me ha asombrado el nivel de pérdida y dolor en nuestra industria'', comentó.

El Bureau of Labor Statistics reporta que en el 2018 había alrededor de 20,000 restaurantes en Carolina del Norte que daban empleo a 500,000 personas. Minges estima que la mitad de esa gente perdió su trabajo durante la pandemia.
“Al hablar con decenas de dueños de restaurantes que estaban cerrando sus puertas el 17 de marzo, la mayor preocupación para todos eran sus empleados.” explicó.
Felix Godward se mantuvo en contacto con los empleados que había despedido. A medida que las ventas se recuperaban, Godward comenzó a contratarlos de nuevo, dándole prioridad a aquellos que necesitaban más el trabajo. En abril, no sabía si iba a poder mantener su restaurante. Ahora, está a cuatro meses de abrir un segundo local en Latta Arcade, un hall de comida en Uptown Charlotte.
“Veo un futuro muy fuerte para nosotros'', dice Godward. “Es como todo en la vida, si no te mata, te fortalece.”
Dice que las dificultades inesperadas del 2020 le dieron una resiliencia que sabe que lo va a ayudar a superar todo aquello que traiga este año.
Puedes leer la nota en inglés: Navigating COVID-19: How One Restaurateur Survived The Shutdown 2 Weeks After Opening
Este artículo es parte de una serie colaborativa que examina el impacto económico del COVID-19 en las comunidades afroamericanas y latinas. La serie se produce a través de una colaboración entre WFAE, Charlotte Ledger, QCity Metro, y La Noticia. Cuenta con el apoyo de fondos de Facebook, el Fondo del Laboratorio de Noticias Locales de Carolina del Norte (NC Local News Lab Fund), Google, y los miembros de WFAE.