En la parte de atrás de su garaje, el día antes de Acción de Gracias, Leticia Mercado sentada frente a su máquina de coser, fija las tiras a una mascarilla de algodón negro. El zumbido de la máquina la acompaña constantemente.
Mercado y su esposo, José Luis Núñez, han trabajado en la industria textil por más de 25 años, por lo que el zumbido de las máquinas de coser es un ruido de fondo común para su familia.
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Pero estos días, es el sonido de un exitoso negocio que nació en su hogar, en medio de una pandemia.

Antes de la pandemia de la COVID-19, la pareja había trabajado en fábricas tapizando muebles y complementaban sus ingresos con proyectos de tapicería en su garaje en Asheboro. Cuando la pandemia llegó a Carolina del Norte, todo cambió.
En marzo, la fábrica en la que Mercado y Núñez trabajaban cerró temporalmente y la pareja se quedó sin ingresos. Se sintieron aliviados cuando en junio los dejaron volver a trabajar, pero el alivio fue breve ya que cuando regresaron a la fábrica se dieron cuenta que no todos se estaban protegiendo contra el virus.
A pesar de que a los trabajadores les entregaban mascarillas, no todos las utilizaban.
“Nos decían que era opcional,” explicó Núñez. “Si usted lo quería usar o ella lo quería usar. El cuidado era personal.”
Para Núñez, quien sufre de diabetes y otras condiciones médicas que lo ubican dentro de la población de alto riesgo en caso de enfermarse con la COVID-19, esto fue preocupante. Temía que sin importar el cuidado que él tomara, aún se podía enfermar.
Núñez vio a algunos de sus familiares contraer el COVID-19. Tres de los hermanos de Mercado se enfermaron con el virus y dos de ellos terminaron hospitalizados. Otros miembros de su familia murieron por dicha causa. El miedo de enfermarse con el virus comenzó a afectarlo emocionalmente.
“Yo como que entré en depresión. Me enfermé mucho,” comentó Núñez. “No podía dormir. Me dio mucha depresión y no podía ni coser.”

Al ver que su salud mental estaba empeorando, su hermana, Toña Núñez, sugirió que los tres comenzaran a coser y vender mascarillas.
“Yo sé hacer ropa y esto me cayó como anillo al dedo,” explicó Toña Núñez. “Yo sí quería hacerlo. Y le dije ‘comadre, hay que hacer mascarillas.’”
Al ser ella también empleada en una fábrica de textiles, Toña Núñez, entendía de primera mano los peligros de tener que trabajar en persona en medio de una pandemia.
“Es un poquito frustrante, porque nosotros tenemos que estar exponiéndonos al virus mientras la otra gente está en su casita,” dijo Núñez. “Pero nosotros no tenemos ese beneficio.”

Mercado no estaba totalmente convencida con la idea de su cuñada.
“Yo no le veía futuro porque yo decía ‘esas cositas están muy chiquitas.’ Yo estoy acostumbrada a coser cosas grandes,” comentó.
Después de un tiempo, los tres comenzaron a diseñar y coser mascarillas con la tela de muebles más fina que encontraron en su taller. Probaron diseños y telas diferentes para asegurarse que las mascarillas fueran cómodas y seguras. Eventualmente crearon un diseño que es lo suficientemente cómodo para los trabajadores de primera línea que deben usarlas por horas. Las mascarillas llevan un compartimiento para añadir un filtro y tienen tiras ajustables.

Empezaron a entregar las mascarillas que habían creado a trabajadores esenciales y a promocionarlas en grupos de Facebook.
Por el daño a la salud física y mental de José Luis Núñez, él y su esposa decidieron dejar de trabajar en la fábrica en agosto y empezaron a enfocarse seriamente en volver su pasatiempo de crear mascarillas en un negocio sostenible.
Bautizaron al negocio Hecho en Carolina.
A medida que las ventas aumentaban, Mercado invirtió su propio dinero para comprar seis máquinas de coser y materiales para hacer las mascarillas. También le pidió apoyo a Siembra NC, una organización de defensa de la comunidad latina, para que los ayudara a lanzar oficialmente el negocio.
Mercado y su familia han sido miembros de Siembra NC por casi dos años, a raíz del apoyo que les brindó la organización tras la deportación de uno de sus familiares.
Fue en ese momento cuando Nikki Marín Baena, una voluntaria de Siembra NC, quien también es directora de finanzas y desarrollo económico en MIjente, otra organización de defensa de la comunidad latina, conoció a la familia y desde entonces ha estado apoyando y guiando a los emprendedores de Hecho en Carolina.
Mercado dice que al comienzo le pidió apoyo a Siembra NC esperando recibir ayuda para promocionar las mascarillas.

“Yo decía ‘vamos a hacer mascarillas, hagamos promoción.’ Y ahorita estamos ahogados de trabajo,” explicó Mercado. “Primero yo pedía poquito y ahora tenemos tanto trabajo que no sabemos qué hacer.”
Según Marín Baena, desde el verano, Hecho en Carolina ha vendido más de 6,000 mascarillas. Marín Baena dice que espera que el negocio reciba entre $30,000 y $40,000 en ingresos al terminar el año.
La semana de Acción de Gracias, el emprendimiento lanzó su página web y cuentas en redes sociales. Ese viernes ya se habían agotado ocho de los 12 estilos disponibles. Marín Baena dice que Hecho en Carolina ha vendido sus mascarillas a 56 clientes diferentes y ha recibido dos pedidos al por mayor.

“Yo bromeo que es un muy buen problema para tener,” dijo Marín Baena. “Estamos teniendo que ponernos al día con la cantidad de apoyo tan sorprendente que está recibiendo el proyecto.”
El aumento en ventas significó que Hecho en Carolina tuviese que contratar ayuda externa, lo cual les dió la oportunidad de proveer trabajo a miembros de su comunidad. En este momento, Marín Baena indicó que han contratado a cuatro trabajadores a medio tiempo.
“Todavía no nos lo creemos. Ahorita estamos bien, gracias a Dios,” comentó Mercado. “No me estoy haciendo millonaria, pero es tratar de vivir cómodamente.“
A pesar de que la familia ha logrado éxito en su nuevo negocio, los últimos meses no han estado exentos de tragedias personales.
Algunos de los miembros de la familia de Mercado se han enfermado y muerto de COVID-19, y la semana pasada uno de sus sobrinos que vive en México murió de otra condición médica.
“Ganas de botar todo y dejar todo, de tirar la toalla,” contó Mercado. “Pero tenemos que seguir, ellos nos necesitan.”
Aunque Mercado y Núñez emigraron a Estados Unidos hace 25 años, la mayoría de su familia sigue en México. Mercado dice que les manda una parte de las ganancias de Hecho en Carolina para apoyarlos financieramente.
En cuanto al futuro de Hecho en Carolina, Mercado dice que espera continuar la venta de mascarillas la mayor cantidad de tiempo posible.
El próximo obstáculo para el negocio, dice Marín Baena, es encontrar una manera para mantener las ventas después de que pase la emoción del lanzamiento.

“Mantener el negocio en curso y mantener las ventas para que realmente se vuelva algo en lo que ellos puedan contar de manera fiable para sus ingresos va a ser un proyecto de largo plazo'', señaló Marín Baena.
Si la pandemia se acaba y la gente deja de utilizar mascarillas, Mercado y su esposo dicen que quisieran volver a su pasión original de retapizar muebles, y convertir su taller de mascarillas en un negocio de tapizados.
Marín Baena dice que está dispuesta a ayudar al equipo de Hecho en Carolina el tiempo que ellos la necesiten “probar con versiones diferentes de este experimento.”
Y Mercado dice que ella no planea vencerse.
“Tenemos que seguir luchando para tratar de salir adelante, no quedarnos estancados esperando al trabajo o que nos abran,” dijo Mercado. ”No, vamos a buscar la manera de seguir luchando y no quedarnos estancados.”
Este artículo es parte de una serie colaborativa que examina el impacto económico del COVID-19 en las comunidades afroamericanas y latinas. La serie se produce a través de una colaboración entre WFAE, Charlotte Ledger, QCity Metro, y La Noticia. Cuenta con el apoyo de fondos de Facebook, el Fondo del Laboratorio de Noticias Locales de Carolina del Norte (NC Local News Lab Fund), Google, y los miembros de WFAE.