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La Preciosísima Sangre de Cristo ocupa un lugar singular y sagrado. Es la esencia misma del sacrificio redentor, un testimonio eterno del amor divino que fluye en las venas de la humanidad. La Novena a la Preciosísima Sangre de Cristo es un pilar espiritual que guía a los creyentes en un viaje reflexivo, instándolos a sumergirse en la profunda conexión entre la pasión de Cristo y la redención personal.

Esta novena, una serie de oraciones y devociones que se extienden a lo largo de nueve días, representa un tiempo dedicado a la contemplación y la comunión con la esencia misma de la sangre que fluyó en la cruz. A través de esta práctica devocional, los fieles buscan no solo comprender la magnitud del sacrificio, sino también experimentar la transformación interior que emana de la aceptación y veneración de la Preciosísima Sangre.

¿Qué es la devoción a la Preciosa Sangre de Cristo?

Durante el mes de julio se celebra a la Preciosísima Sangre de Cristo, como un recuerdo a la sangre que Jesús derramó por la salvación del hombre. Él la ofreció como un acto de amor, y es fuente de reconciliación y principio de vida nueva en el Espíritu Santo.

Orar en su nombre es una forma de agradecer a Dios, así como mostrar respeto por su acción llena de misericordia. Aunque se rezan las oraciones a la Sangre de Jesús para pedir en casos difíciles, no se trata de un amuleto ni de una fórmula mágica. Es más bien una valoración por Su sacrificio redentor, ya que con su sangre Él lavó los pecados de la humanidad y nos condujo a la promesa de la vida eterna.

Novena a la Preciosísima Sangre de Cristo

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos,
líbranos, Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Alabanzas a la Sangre de Cristo

Jesús, autor de nuestra salvación.
¡Bendita sea tu Preciosísima Sangre!

Jesús, que diste tu Sangre en precio de nuestro rescate.
¡Bendita sea tu Preciosísima Sangre!

Jesús, cuya Sangre nos reconcilia con Dios.
¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!

Jesús, que con tu Sangre nos purificas a todos.
¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!

Jesús, que con tu Sangre limpias nuestras culpas.
¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!

Jesús, por cuya Sangre tenemos acceso a Dios.
¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!

Jesús, que nos das tu espíritu cuando bebemos tu Sangre.
¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!

Jesús, con cuya Sangre pregustamos las delicias del cielo.
¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!

Jesús, que con tu Sangre fortaleces nuestra debilidad.
¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!

Jesús, que no das tu Sangre en la Eucaristía.
¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!

Jesús, cuya Sangre es prenda del banquete eterno.
¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!

Jesús, que nos vistes con tu Sangre como traje del reino.
¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!

Jesús, cuya Sangre proclama nuestro valor ante Dios.
¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!

Amén

Oración a la Virgen María

Virgen María, tú que viste fluir del cuerpo de Jesús
la Sangre bendita con que Jesús, tu hijo, me compró y ofreció
para el perdón de mis pecados.

Tú, Bendita Virgen María,
que sentiste un dolor muy grande por la Sangre que vertió toda su cara,
por la Sangre que brotaba en todo su cuerpo, por los latigazos recibidos,
esa Sangre que brotó de sus manos y sus pies cuando traspasaron los clavos,
esa Sangre que brotó de su costado, cuando le atravesaron la lanza.

Por esa Sangre te entrego todas mis preocupaciones
para que unidas al dolor tuyo y de Jesús, alcance la gracia
que espero de ti por tu intercesión.

(Hacer la petición)

Oración para iniciar en cada día de la novena

Jesús, Salvador nuestro,
presenta al Padre Tu Sangre que, en virtud de Espíritu Santo,
derramaste por nuestro amor. 

Purificados de nuestros pecados en el baño de esa sangre sagrada,
esperamos alcanzar por ella la gracia de las gracias:
nuestra salvación eterna.

Así sea.

Oración de la Preciosa Sangre de Cristo

Señor Jesús, en Tu Nombre,
y con el poder de Tu Sangre Preciosa,
sellamos toda persona, hechos o acontecimientos
a través de los cuales el enemigo nos quiera hacer daño.
Con el Poder de la Sangre de Jesús
sellamos toda potestad destructora
en el aire, en la tierra, en el agua, en el fuego,
debajo de la tierra,
en las fuerzas satánicas de la naturaleza,
en los abismos del infierno,
y en el mundo en el cual nos moveremos hoy.

Con el poder de la Sangre de Jesús rompemos toda
interferencia y acción del maligno.
Te pedimos Jesús que envíes a nuestros hogares
y lugares de trabajo a la Santísima Virgen
acompañada de San Miguel, San Gabriel, San Rafael
y toda su corte de Santos Ángeles.

Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos nuestra casa, todos los que la habitan (nombrar a cada una de ellas), las personas que el Señor enviará a ella, así como los alimentos, y los bienes que Él generosamente nos envía para nuestro sustento. Sellamos tierra, puertas, ventanas, objetos, paredes y pisos, el aire que respiramos y en fe colocamos un círculo de Su Sangre alrededor de toda nuestra familia.

Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos los lugares en donde vamos a estar este día, y las personas, empresas o instituciones con quienes vamos a tratar (nombrar a cada una de ellas). Sellamos nuestro trabajo material y espiritual, los negocios de toda nuestra familia, y los vehículos, las carreteras, los aires, las vías y cualquier medio de transporte que habremos de utilizar.

Con Tu Sangre preciosa sellamos los actos, las mentes y los corazones de todos los habitantes y dirigentes de nuestra Patria a fin de que Tu paz y Tu Corazón al fin reinen en ella.

Te agradecemos, Señor, por Tu Sangre y por Tu Vida,
ya que gracias a Ellas hemos sido salvados
y somos preservados de todo lo malo. 

Amén.

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Día a día: Oraciones de la Novena a la Preciosísima Sangre

Primer día

Leo en la Palabra de Dios. "¡Dichosos los que lavan sus vestiduras en la Sangre del Cordero!" (Apocalipsis 22:14).

¿Debe espantarnos el pecado? Sí; porque es el mal de los males, que lleva consigo la separación de Dios y la condenación eterna. Dios nos ofrece su perdón, pero nosotros podemos desoír la llamada del Espíritu, que nos invita siempre a la conversión y a la perseverancia. ¿Y si yo he pecado? Podría anidar en mi alma cualquier sentimiento, menos el de la desesperación. Porque tengo un Salvador que pagó por mí y me llama de nuevo a su amor. Confío en la Sangre de Cristo, que me ha limpiado de toda mancha. Señor Jesús, ¡gracias por tu bondad! No quiero pecar más en adelante. Lo que quiero es amarte cada vez más con todo mi corazón.

(Padrenuestro)

Oh Dios, que nos pides el amor de nuestro corazón, concédenos la gracia de vivir siempre en el amor a Jesús y obtener por su Sangre nuestra salvación eterna. Por Jesucristo nuestro Señor Amén.


Segundo día

Leo en la Palabra de Dios. "Tenemos, hermanos, una confianza jubilosa de entrar en el santuario del Cielo por virtud de la Sangre de Jesús" (Hebreos, 10:19).

Dios nos infundió en el Bautismo la esperanza, junto con la fe y el amor. Llego al Cielo por lo méritos de la Sangre de Cristo. A ellos uno mi esfuerzo, para corresponder con mis obras a lo que El hizo por mí. Mi vida, para conseguir la salvación, debe ser digna de la Sangre que me compró. Por eso, debo trabajar siempre mi salvación con "temor y temblor", como nos dice San Pablo. Miedo a Dios, no; porque Él es Fiel y me salva; sino miedo a mi debilidad o malicia, porque yo puedo fallar a Dios. Pero, ¡confianza! Porque Jesús y yo juntos lo podemos todo.

(Padrenuestro)

Oh Dios, que nos has redimido con la Sangre preciosa de tu Hijo, conserva en nosotros la acción de tu misericordia para que podamos conseguir sus frutos eternos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


Tercer día

Leo en la Palabra de Dios. "Ellos vencieron al dragón por la fuerza de la Sangre del Cordero y en virtud del testimonio que dieron, pues despreciaron sus vidas hasta morir por él" (Apocalipsis 12: 9-1 l).

¿Qué significa mi vida cristiana? Es lucha: contra el dolor, que podría desesperarme; contra el cansancio, que podría rendirme en el camino; contra los que atentan mi fe y mi virtud, que exigen mi testimonio; contra mí, contra el pecado, que podría hacerme perder a Dios… Pero tengo en mis manos la fuerza del mismo Cristo. Él luchó contra Satanás y el pecado hasta la sangre, y con su Sangre nos da la victoria a nosotros. ¿Puedo yo acobardarme y ceder ante el enemigo, si cuento con la fuerza de la gracia de Cristo?

(Padrenuestro)

Oh Dios, que en la Sangre de Jesús, derramada valiente y generosamente en la cruz, nos das la fuerza contra todos los enemigos. Haz que por ella me mantenga yo siempre fiel a ti. Por Jesucristo nuestro Señor.


Cuarto día

Leo en la Palabra de Dios. “El Espíritu Santo os ha constituido vigilantes, para que apacientes la Iglesia de Dios, que él se adquirió con su propia Sangre" (Hechos 20:28).

Lo que dice San Pablo a los pastores de la Iglesia vale para todos nosotros, porque todos somos Iglesia por la cual Cristo derramó su Sangre. ¿Puedo desentenderme yo de la Iglesia? ¿Aceptar los ataques de que es objeto? ¿Ver despreciada su verdad? ¿Tolerar la desobediencia a sus Pastores? ¿Mirar sin horror a los que abandonan con peligro grave su salvación? ¿Puedo dejar de trabajar en una u otra obra de apostolado, tal como lo exigen mi Bautismo y  Confirmación? Si no trabajo por la Iglesia, estoy traicionando a la Sangre con que Cristo se la adquirió.

(Padrenuestro)

Señor Jesucristo, hazme vivir en tu Iglesia, Esposa tuya, que adquiriste con tu Sangre. Que por ella trabaje, en ella viva y en ella sobreviva. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos Amén.


Quinto día

Leo en la Palabra de Dios. ¡Bebed, pues esta es mi sangre!" (Mateo 26: 27-28). "El cáliz de la bendición que consagramos, ¿no es comunión con la Sangre de Cristo? Cuantas veces coméis este pan y bebéis este cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que él vuelva" (I Corintios 10:16; 11:26).

¿En qué hago consistir yo mi devoción a la Sangre de Cristo? En oraciones, ciertamente. Pero jamás podré buscar otro punto en que centrar esa mi devoción como la Eucaristía. Recibo la Sangre de Cristo en la Comunión. En la Comunión me comunica la Sangre divina, toda su fuerza. En la Comunión me aseguro para siempre el fruto de la salvación que Cristo me ganó al derramar su Sangre por mí. ¿Comulgo todas las veces que puedo y de la mejor manera que puedo?

Eres bebida del Cielo, eres vino embriagador. Eres amor y alegría, ¡Cáliz de la salvación!

(Padrenuestro)

Señor Jesucristo, hazme beber con ansia tu Sangre, Vino Nuevo del Reino, y prenda de las delicias que me embriagarán en la Patria celestial. Amén.


Sexto día

Leo en la Palabra de Dios. “Os habéis acercado a Jesús, que nos ha rociado con una sangre que habla más elocuentemente que la de Abel" (Hebreos 12: 23-24).

¿Qué pedía a gritos la sangre de Abel? ¡Venganza! "La sangre de tu hermano grita a mí desde la tierra", de Dios a Caín. Pero la Sangre de Cristo clama mucho mejor: "¡Padre, perdónalos!"... La Sangre de Jesús nos da la paz con Dios y derriba todo muro que nos divide a los hombres, porque "todo lo pacificado con la sangre de su cruz". Entonces, ¿Somos dignos de Cristo cuando anida un rencor en nuestro corazón? ¿Somos como el Jesús de la cruz, sí, no perdonamos nosotros de verdad?... ¿Podemos beber la Sangre de Cristo en la Comunión, sí, no rebosamos amor a todos?

(Padrenuestro)

Señor Jesucristo, que nos mandas a perdonar generosamente hasta el peor de nuestros enemigos. Infúndeme tú mismo amor a fin de que, amando sin distinción a todos, merezca tu perdón y tu gracia. Amén.


Séptimo día

Leo en la Palabra de Dios. -Vi el cielo abierto. Y el que se llama desde siempre El Verbo de Dios, estaba cubierto con un manto lleno de sangre" (Apocalipsis 19: 12-13).

Jesucristo, el Hijo de Dios, aparece en el Cielo como un militar triunfador. Se empapó de sangre, en la suya, y ahora ostenta las propia, luchando contra el enemigo condecoraciones ganadas en una guerra a vida o muerte.  Ha vencido en toda la línea. "El príncipe de este mundo ha sido echado fuera". Y llega el día en que "todos sus enemigos estarán colocados como escabel de sus pies"... ¿Me doy cuenta a qué me llama el Señor? El Cielo no es para cobardes, sino para los esforzados que, como Jesús, saben enfrentarse cada día, hasta la sangre, en la lucha contra el mal.

(Padrenuestro)

Señor Jesucristo, que nos dijiste que el Reino de los Cielos lo arrebatan únicamente los valientes. Dame el esfuerzo que necesito para ir contigo hasta el Calvario a fin de subir desde él al Cielo. Amén.


Octavo día

Leo en la Palabra de Dios. "Estos son los que han lavado y blanqueado sus vestiduras en la Sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios" (Apocalipsis 7:14).

Hemos de contar con el pecado como una triste realidad de nuestra vida. Heredamos de nuestros padres Adán y Eva una naturaleza dañada, y nuestra malicia a veces, y nuestra debilidad siempre, nos llevan a ofender a Dios de muchas maneras. ¿Quién pondrá remedio a esta dolorosa condición nuestra?

¡Gracias sean dadas a nuestro Señor Jesucristo, que con su Sangre nos ha librado de tan lastimosa condición! Dios nos pide solamente arrepentimiento, conversión, reconciliación con Él mediante los Sacramentos. Y, eso sí, lucha valiente para no hacer nunca las paces con el pecado.

(Padrenuestro)

Señor Jesucristo, amador de los pecadores, que somos todos. Derrama sobre mí la abundancia de los méritos de tu Sangre, para que, con limpieza de corazón, vea siempre a Dios en todas las cosas. Amén.


Noveno día

Leo en la Palabra de Dios. “Tenemos un Pontífice excelso, Jesús, que ha penetrado los cielos ––con su propia sangre–– y está siempre vivo para interceder por los que por él se llegan a Dios" (Hebreos 4:14, 19:12, 7:25).

Una última mirada a la Sangre de Cristo. ¿Qué nos ha merecido Jesús con ella? Nada menos que la Gloria de Dios, la misma con la que Dios es infinitamente dichoso, la que tiene el mismo Jesucristo glorificado a la derecha del Padre. Y ante este su Padre está repitiendo continuamente: "Quiero que donde yo estoy estén también los míos que Tú me diste". Ya que para esto se adelantó: "Voy a prepararos un lugar" Nuestro destino es el Cielo, que no es propio de almas débiles, sino de los espíritus más grandes, que no se contentan sino con Dios.

(Padrenuestro)

Señor Jesucristo, autor, guía y consumador de la fe, que vas al frente de los que caminan hacia la Patria. Hazme seguir fielmente tus pisadas para conseguir ese Cielo que me tienes prometido y preparado. Amén.


Oración final

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del Costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh buen Jesús, óyeme!
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de ti.
Del enemigo malo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a ti, para que con tus santos te alabe, por los siglos de los siglos.

Amén.

Lic. en Comunicación Social. MBA en Mercadeo. CEO de Link BTL. Disfruto de leer y escribir. Soy madre y esposa agradecida con la vida. jgimenez@lanoticia.com