Comúnmente se ha dicho que el miedo a hablar en público es el más frecuente en el mundo; incluso más que el miedo a la muerte. Esto es, por un lado, comprensible. A nadie le gusta ser el único juzgado por un grupo de personas.
Sin embargo, la gran mayoría de nosotros nos vemos en la necesidad de enfrentarnos a un público en algún momento; y algunos constantemente. En esas ocasiones, ¿cómo convertimos los nervios en algo que nos ayude a tener un mejor rendimiento? Estas tres sugerencias pueden ayudar.
1- La "Pose de Poder"
Desarrollada por la psicóloga y profesora de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, Amy Cuddy, esta técnica se basa en la manera en que nuestro lenguaje corporal afecta nuestro cerebro. Para sentirnos más confiados, plantea Cuddy, debemos hacernos grandes. Por ello, recomienda adoptar una "Pose de Poder" (algo como Superman/la Mujer Maravilla; piernas bien separadas, los brazos en la cintura en arco amplio, la espalda erguida, los hombros atrás y la barbilla elevada) por dos minutos antes de presentarte ante el público. Esto te hará sentir más cómodo y confiado.
2- Tomar control del diálogo interno
Comienza preguntándote: ¿Puedo hacer esto?
Luego de estudiar las razones a favor y en contra por un par de minutos, encausa la conversación con las siguientes dos preguntas:
¿He logrado algo más difícil antes? y ¿Alguien menos preparado/inteligente/apasionado/etc que yo ha logrado esto antes? En el 99.99% de los casos, la respuesta a ambas preguntas es un resonante sí. Así, podemos poner un fin al diálogo con un sólido “Sí puedo”.
3- Aprovecha tus nervios
El cerebro manda varias señales cuando estamos nerviosos. Nuestro ritmo cardíaco y respiración se aceleran; nos sentimos inquietos. Esas mismas señales pueden ser asociadas con emociones más positivas. La autora Jane McGonigal recomienda que, en vez de intentar calmar los nervios (algo prácticamente imposible), usemos el diálogo interno para decir "estoy emocionado, esta es una gran oportunidad y mi cuerpo se está preparando para ella".
Dominar por completo el miedo escénico es imposible, e incluso indeseable. Una sana dosis de nervios ayuda a mantenernos centrados. Para evitar que esa sana dosis se convierta en pánico, usa estos tres consejos y observa cómo el miedo se convierte en anticipación y disfrute.