Justo al sur de Charlotte, en el Main Street de Pineville, el comerciante David Villanueva está preparando su inventario para la temporada navideña, especialmente diseñado para la comunidad venezolana.
"Tenemos tequeños, mini empanaditas, pastelitos", dice Villanueva, enumerando productos en The Latin Corner.
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Abrió el mercado venezolano este verano junto a su esposa, Eugenia Zubillaga. La tienda comenzó como un negocio desde la casa durante los primeros meses de la pandemia. Pero ya les quedó pequeño ese espacio.
“Cuando empezamos, la cantidad de venezolanos no era la suficiente para abrir una tienda venezolana como tal”, dijo. “Ya hoy en día, la comunidad venezolana ha crecido lo suficiente”.
Además de marcas importadas, venden productos de unos diez artesanos venezolanos locales, y Villanueva dice que reciben visitas frecuentes de otros empresarios latinos de la comunidad.
El interés de productores locales, para él, representa la expansión y la energía de la comunidad, en un momento en que muchos venezolanos se sienten ansiosamente esperanzados en poder obtener un alivio migratorio temporal.
“Una gran oportunidad para nosotros”
Aproximadamente 472,000 venezolanos en Estados Unidos podrían calificar para protecciones migratorias limitadas, luego de que el Departamento de Seguridad Nacional ampliara la elegibilidad para su programa de Estatus de Protección Temporal (TPS por su sigla en inglés) en septiembre.
Muchos venezolanos que ingresaron a Estados Unidos antes del 31 de julio ahora califican para el TPS, designado para grupos que no pueden regresar a sus países debido a desastres, conflictos armados y otras situaciones extremas.
El programa se estableció por primera vez para los venezolanos en marzo de 2021, debido a la crisis económica y política en ese país, pero excluyó a cientos de miles que llegaron después de esa fecha. Para los solicitantes que califican, el programa brinda protección temporal contra la deportación y un permiso de trabajo. Pero no proporciona un camino hacia la residencia permanente o la ciudadanía.
Villanueva dice que a pesar de las limitaciones del programa, es una oportunidad para que los venezolanos se establezcan y contribuyan a la comunidad.
“Hay muchos venezolanos que han hecho cosas importantes y el TPS es una gran oportunidad para nosotros de poder estar en este país, superarnos, crecer como personas y aprender cada día más de la cultura”, dijo.
La cantidad de posibles beneficiarios representa más de la mitad de los 800,000 venezolanos en Estados Unidos, según el Censo.
Los sabores locales de la comunidad venezolana
En Carolina del Norte, la comunidad venezolana se estima en más de 18,000 personas.
Eso es casi cuatro veces el tamaño de la población venezolana del estado que hace nueve años, cuando Villanueva y Zubillaga abandonaron Venezuela en medio de la agitación política, la alta inflación y la escasez de alimentos que persisten hoy.
Villanueva ve el reciente crecimiento de venezolanos en el estado (62 % en tres años) reflejado en los pedidos navideños de este año y la demanda de una comida en particular: el pan de jamón.

“Mi debilidad es el pan de jamón”, dijo Villanueva. También es un sabor nostálgico de un país que Villanueva y muchos de sus clientes no han visto en años.
“Por lo menos, el pan de jamón en Venezuela, en época de diciembre, era una tradición reunirse en familia, hacer las hallacas en familia y el pan de jamón en familia”, dijo Villanueva. “Entonces, te lleva algunos momentos”.
El pan, con su relleno de pasas, aceitunas verdes y, por supuesto, jamón, es un antojo esencial de la Navidad venezolana, dice Villanueva. Espera vender unos 500 de ellos esta temporada. Son casi 200 más de los que vendió el año pasado. Empezó a recibir pedidos de pan a mediados de septiembre.
Villanueva dice que los clientes viajan desde Kannapolis, Huntersville y hasta Greensboro para encontrar los sabores de casa en The Latin Corner.
‘Experiencias bien duras en el trayecto’
Una realidad detrás de la creciente comunidad venezolana en el estado y el país es una crisis prolongada que, según estimaciones de las Naciones Unidas, ha llevado a más de 7.7 millones de personas a abandonar el país.
La mayoría de esas personas, alrededor de 6.5 millones, se han radicado en América Latina y el Caribe. Pero las dificultades económicas, la inestabilidad política y la xenofobia en sus nuevos países han obligado a muchos venezolanos a desarraigarse nuevamente.
En la Coalición Latinoamericana en Charlotte, Diego Torres dice que han atendido a más de 350 familias inmigrantes recién llegadas este año. Calcula que alrededor de un tercio de ellas son de Venezuela o Colombia.
Grupos de fe y sin fines de lucro se reúnen cada dos semanas para conversar las necesidades más urgentes, como acceso a viviendas, entre los recién llegados. Muchos carecen de familiares o amigos en la comunidad, dice Torres, y corren el riesgo de quedarse sin hogar.

“Vemos que han tenido experiencias bien duras en el trayecto”, dijo Torres. “Lo que nos ha tocado implementar en la Coalición ha sido un closet comunitario, porque las familias llegan sin nada”.
Viaje peligroso hacia el norte
Muchos venezolanos, como, Cristian Espinoza, de 27 años, fueron desarraigados durante los últimos dos años. El estrés económico en Perú, su hogar durante siete años, impidió que Espinoza sobreviviera allí como repartidor en motocicleta. Cuando sus compañeros de cuarto sugirieron viajar al norte, no dudó en unirse a ellos.
“Pasamos Perú, después Ecuador, Colombia”, relató. “Pero entre Colombia y Panamá no hay una vía como tal”.
Juntos caminaron a pie a través del infame Tapón del Darién, una densa región selvática que se ha convertido en una ruta migratoria cada vez más transitada, a pesar de los riesgos extremos.

“Ahí roban, ahí violan. Ahí se ve todo eso. Es una locura. No es recomendable”, dijo Espinoza. “Pero todo lo que haces es por una estabilidad económica. Por un mejor futuro, uno se atreve a cualquier cosa”.
Espinoza ya lleva un año en Carolina del Norte. Si no fuera por sus compañeros de cuarto, dice que no sabe cómo habría salido adelante. En junio se rompió una pierna en un accidente de moto. Todavía se está recuperando y lidiando con la deuda médica.
“Les debo la vida”, dijo. “No cualquiera cuida a alguien así y a veces hasta me da pena porque ya tengo tres meses sin hacer nada y no es fácil de verdad”.
Espinoza dice que no le gusta pedir ayuda. Vino a trabajar, ganar dinero y ayudar a mantener a su madre en Venezuela. No se ha puesto en contacto con ningún grupo de apoyo local, dice. Quiere hacer que las cosas funcionen por su cuenta.
“Ha sido un año de aprendizaje absoluto”, dijo. “Es demasiado, demasiado en un año lo que me ha pasado”.
En medio de los reveses, la ampliación del programa TPS para los venezolanos ha sido una buena noticia. Dice que para él, el TPS es una gran bendición.
Ahora califica para el programa y ya está considerando las posibilidades que el TPS podría brindarle, como un permiso de viaje para algún día ver a su madre.
La extensión significa un poco de alivio, al menos hasta abril de 2025, cuando el programa expire y los titulares venezolanos del TPS entren en otra fase de incertidumbre.
Esta historia fue producida mediante una colaboración entre WFAE y La Noticia. Puedes leerla en inglés en WFAE. This story is available in English on WFAE.