Una tragedia sacudió a la ciudad de Baltimore, Maryland, cuando a la 1:30 a. m. del 26 de marzo un buque carguero presuntamente perdió el control y se estrelló contra el transitado puente Francis Scott Key, el cual colapsó. La policía pudo detener el tránsito pocos minutos antes del incidente; sin embargo, un grupo de ocho trabajadores, todos inmigrantes latinos, se encontraban a esa hora de la madrugada rellenando baches en el lugar.
Solo dos de ellos pudieron ser rescatados con vida. Esta es la otra cara de la moneda detrás del tema migratorio. El país depende de la mano de obra migrante, aunque los políticos los demonicen y en la práctica poco se haga para protegerlos.
Discurso de odio vs. realidad económica
Sea por falta de creatividad, recursos o simple prejuicio, la campaña presidencial de Donald Trump está repitiendo el mismo mensaje execrable, que usó en el 2015-2016, es decir, retratar a los inmigrantes indocumentados como el enemigo externo, como criminales que andan sueltos por las calles.
El pasado mes de diciembre, Trump aseguró que los inmigrantes recién llegados están “envenenando la sangre de nuestro país”, un comentario que hace eco con el discurso de otras figuras totalitarias a lo largo de la historia. La repudiable distinción entre una “sangre pura” y otra “contaminante”. Pero más allá del discurso de odio con fines electorales, Estados Unidos depende de la mano de obra inmigrante.
Un lugar puede prosperar económica y socialmente en el tiempo, si cuenta (entre otras cosas) con un saludable crecimiento demográfico, es decir, si tiene suficientes personas que se integren a la fuerza laboral. Algo que el país necesita desesperadamente.
Entre el año 2010 y 2020, Estados Unidos experimentó el crecimiento demográfico más lento de cualquier década desde 1930. En los últimos años, han nacido menos niños y, pese a lo que digan los políticos conservadores, los niveles de inmigración también han disminuido. ¿Qué pasa cuando la población va envejeciendo o muriendo y no hay suficientes personas que se integren a la fuerza laboral? Una inimaginable crisis.
Trabajadores latinos, una mayoría de la fuerza laboral
Cerca de 130,000 inmigrantes trabajan en la industria de la construcción en las regiones de Baltimore y Washington DC, lo que representa el 39 % de la fuerza laboral, según datos compilados por The Washington Post. Los latinos son el grupo demográfico con más rápido crecimiento en la región, con un aumento del 77 % en Baltimore en la última década, según el Censo.
Los trabajadores inmigrantes del puente Francis Scott Key ya estaban realizando un trabajo riesgoso, en medio de la noche y cercados por vehículos que viajaban a gran velocidad. Nadie les advirtió del peligro cuando la estructura colapsó.
Trabajadores inmigrantes esenciales, pero desprotegidos y vituperados
Esta situación no es exclusiva de Baltimore, sino de todo el país. En Carolina del Norte, uno de cada tres trabajadores de la construcción son latinos, pero representan más del 40 % de quienes mueren en el trabajo, según datos federales. Tal como ocurrió en enero del 2023, cuando tres inmigrantes latinos murieron al colapsar un andamio en donde trabajaban en el centro de Charlotte.
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Estas tragedias son un doloroso recordatorio de que la mano de obra inmigrante sostiene la economía nacional, al asumir trabajos esenciales, peligrosos, poco remunerados y en muchos casos, sin garantías sobre su seguridad, trabajos que el americano promedio no quiere asumir, pero alguien los tiene que hacer.
Es imperativo que repudiemos la narrativa electoral que demoniza a los inmigrantes. No son el enemigo, son una comunidad vulnerable, que en su mayoría, solo busca un futuro mejor para sus familias, y en proceso, ayudan a que nuestra economía se sostenga.
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