Después de 9 meses en Charlotte, José Rigoberto y su familia decidieron regresar a Honduras. Emigró por su hijo Ángel, un niño de 9 años con hidrocefalia que requiere cuidados constantes. Buscaban atención médica, estabilidad y una oportunidad para reunir para construir una pequeña casa en su país natal, pero lo que encontraron fue desempleo, miedo a la deportación y un sistema migratorio que los hizo sentir con las puertas cerradas para alcanzar ese sueño.
Este artículo es parte de la serie “Los que se van”, en la que compartiremos diversas historias de aquellos que deciden regresar a sus países o simplemente no buscar alivios migratorios y esperar una inminente deportación. La realidad de José y su familia refleja el rostro de muchos inmigrantes que, tras meses de esfuerzo para llegar a este país y de meses (o años) de trabajar en él, deciden dejarlo, no por elección sino por desesperanza.
Con un hijo en brazos y un sueño salieron de Honduras
Jose y Nelsy García, su esposa, salieron de Santa Bárbara, en Honduras, el 15 de febrero del 2024, con lo poco que tenían: 3,000 lempiras (unos $120 dólares), mochilas y dos de sus tres hijos, Abraham, de 11 años, y Ángel de nueve. El menor nació con hidrocefalia, una condición que le impidió caminar, hablar y ver, pero pese a las bajas probabilidades de vida que los médicos les habían dado, sus padres decidieron poner su fe en él y luchar por su futuro.
“Él tenía hidrocefalia desde antes de nacer y ella (su madre) se escapó de morir y estuvo 8 meses internada. En ese entonces solo la daban a Ángel dos días y ya tiene 9 años. Nosotros veníamos porque creíamos que se le podía poner una válvula, pero lo que dicen es que ya está muy grande y como en Honduras no había apoyo no lo podíamos hacer allá”, contó José a La Noticia.
Su viaje duró ocho meses, y aunque en algunos momentos no tenían nada, la solidaridad de los transeúntes en Guatemala y México les permitió contar con el apoyo necesario para ir avanzando e ingresar a Estados Unidos a través de CBP One el 30 de octubre de ese mismo año.
Agregó: “Vine a este país por dos cosas: la salud de mi niño y para reunir para hacer una casita, ya que no tenemos casa, luego íbamos a irnos, pero no se pudo”, lamentó.
De la esperanza a la desesperación
En una pequeña habitación con una sola cama ubicada en el sur de Charlotte, han vivido desde entonces. Con sus pertenencias en una esquina y el equipo médico de Ángel en la otra. No cuentan con transporte, ni un ingreso estable. José cuenta que desde él cambió de Gobierno, cada vez hay menos trabajo en construcción y a veces, no puede ir porque debe llevar a Ángel al hospital, quien incluso estuvo bajo cuidados de hospicio.
“La enfermera nos felicitó por el cuidado que le hemos dado al niño, le tenemos la vitamina a la hora y a través de un tubo se le da la alimentación y las vitaminas. Sentimos que él es feliz, porque le damos amor”, comentó José.
Por su parte, Nelsy, madre de Ángel, reconoció: “Nosotros nos sentimos agradecidos aquí con las personas que nos han apoyado, se han portado excelente con nosotros y los dueños de la casa, le debemos 6 meses y nos han dejado aun así vivir aquí, si fueran otros nos hubieran echado, pero no, nos han apoyado”.
Aunque la familia es consciente de que en Charlotte, Ángel podría llegar a tener mejores cuidados médicos. Los altos costos de medicamentos y de productos del día a día, la falta de trabajo y sobre todo: el miedo a las redadas. Los llevo a tomar la decisión de regresar a Honduras.
“No tenemos transporte, ni fondos para estar viajando y tengo miedo por mi situación migratoria y porque está reñida la inmigración, tengo miedo que me agarren a mí y queden ellos acá varados, entonces decidimos que así como vinimos todos, nos queremos ir todos. Que no me agarren, sino autodeportarme”, contó José.
“Nosotros no hemos hecho mal a nadie”
La situación migratoria actual también influyó en su decisión. José debía presentarse a corte el jueves 24 de julio, pero temía ser detenido. “Es algo que uno ve en noticias, que agarran a la gente que está saliendo de la corte y las llevan a otro lado… yo quiero evitar eso por mi familia”. Agregó que una trabajadora social, le sugirió que, ante la incertidumbre, evitara presentarse.
Según abogados de inmigración, el no presentarse a una cita de verificación o ante una autoridad migratoria equivale a una orden de deportación automática. Pero, la realidad es que también continúan las detenciones en Cortes de Inmigración por parte de oficiales del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
“Lo que estoy viendo es que ya ha habido muchas detenciones en lo que son los check-Ins (cita de presentación, revisión o chequeo ante un oficial de inmigración), algunos tienen proceso en la corte y otros tienen órdenes de deportación. Muchos han sido detenidos y otros deportados y por esa razón, y creo que esto va a llevar a que más personas no vayan a su cita, porque temen que violen sus derechos de deportarlos sin un juicio. Esto puede provocar que las personas quieran evadir el sistema legal y comenzar a ver la manera de quedar bajo el radar o irse para su país”, comentó a La Noticia la abogada Yesenia Polanco Galdámez, dueña de la firma de abogados Polanco Law desde el 2015.
Pese a todo, José asegura que se regresaría a su país sin rencor: “La verdad es que yo entiendo que somos inmigrantes y estamos en un país que no es el de nosotros, pero la necesidad que hay, es lo que hace a la gente salir de sus países, por su familia y lamentablemente por unos pagan todos. Nosotros no hemos hecho mal a nadie, vivimos tranquilamente y no hemos cometido ningún delito”.
Familia hondureña lucha por un hogar
En Honduras, José trabajaba en construcción. Su plan era reunir entre $10,000 y $12,000 para construir una casa en Santa Bárbara. Un sueño que aún sigue en pie, gracias a una campaña que inició, Lourdes Sánchez, a quien conocieron por medio de la organización ourBRIDGE, por GoFundMe. Donde también piden ayuda con alimentos, ropa y equipo médico y un fondo de emergencia.
“Con eso compraría una pulidora, una cierra y los materiales para construir una casita, porque no tenemos donde vivir y así podré darle un mejor futuro a los niños”, comentó José
“Le pido a las familias que me apoyen para poder lograr el sueño que tenemos de tener una casita. Con su ayuda y la del Señor, podremos cumplir ese sueño que hemos tenido”, agregó su esposa. Para apoyar con esta campaña, visita el siguiente enlace.