Este artículo fue publicado originalmente en LatidoBeat.
Los operativos migratorios de agentes federales siguen siendo una presencia y preocupación constante en comunidades latinas de Charlotte. Para este miércoles 19 de noviembre, trascendió que van más de 250 detenidos. La incertidumbre y el miedo se han convertido en parte de la rutina de miles de inmigrantes de la ciudad reina que, como en tiempos de la pandemia, se resguardan en sus hogares para evitar ser atrapados y separados de sus familias.
Viviendo en casa bajo el miedo de las redadas
Yolanda Núñez, una madre soltera originaria de Honduras, llegó a la ciudad reina hace cuatro años. Vive con dos de sus cuatro hijos de 17 y 8 años. Además, tiene siete meses de embarazo. Contó que desde el sábado 15 de noviembre, día en que comenzó la Operación Charlotte Web, se confinó en su casa y vive bajo el constante terror de ser detenida y deportada.
“Es difícil que las personas no podamos salir. No podemos ni ir a comprar, ha sido duro para nosotros. Yo no he salido por miedo de que me vayan a enviar a Honduras y dejar a mis hijos acá. Y mis hijos van a la escuela, pero en estos momentos yo no los estoy mandando por el miedo de cómo están las cosas así”, dijo.
Agregó que no es la única preocupada en casa. “Mis niños están preocupados, el más pequeño no sale afuera y cuando escucha que estoy viendo videos relacionados con lo que está ocurriendo corre preocupado para verlo también. Me siento mal porque el niño lo que me dice es: ‘Mamá, vámonos para Honduras mejor'», agregó.
Mientras más días, menos comida en casa
Yolanda cuenta que este encierro le ha llevado a tomar decisiones difíciles, como rendir los alimentos en casa y suspender su pequeño emprendimiento de venta de comida hondureña a trabajadores de construcción.
“Me preocupa que yo no tenía trabajo, pero vendía comida los fines de semana y pues ahorita se paró todo por lo mismo. Este fin de semana no vendí nada porque mis clientes no pueden salir y a algunos ya los agarraron”, contó.
Vive en un vecindario de casas móviles en South Boulevard, donde, el sábado, desde su ventana, aseguró haber visto un camión con agentes del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) estacionado. Esto ha generado alarma entre los vecinos, quienes, al igual que ella, han optado por quedarse encerrados, lo que ha hecho que el silencio se apodere de las calles.
Contó que ha conseguido consuelo en pensar en el futuro de sus hijos y en la solidaridad de una iglesia cercana que se ofreció a llevarle a comida este 20 de noviembre, para que pueda seguir resguardada, ya que en el hogar la comida empieza a escasear.
“Aquí hay muchas madres solteras que están con miedo por lo mismo. No pueden salir, no han mandado a sus hijos a la escuela, no pueden comprar su comida”, dijo.
“Estoy muy asustado para salir a las calles”
Este miedo ha llegado a otros rincones de la ciudad. Desde el sábado 15 de noviembre se han reportado más de 80 operativos migratorios, la mayoría de ellos en Charlotte. Esto ha llevado a familias latinas a crear nuevas formas de protección, evitando cualquier contacto con el exterior.
Herson, otro inmigrante de Honduras que reside cerca de la zona de Tyvola, comparte una experiencia similar. Es padre de dos hijos, de 15 y 13 años, a quienes no ha enviado a la escuela esta semana. Trabaja en construcción, pero al enterarse de las redadas en áreas con alta presencia latina, decidió no ir a trabajar por precaución.
“Estoy muy asustado de salir a las calles. No puede uno ni salir a los súper a comprar ni nada de eso. A mis hijos los miro muy asustados, tal vez porque lo vayan a agarrar a uno o lo vayan a deportar y ellos no sabrán qué hacer en este país. Y es triste porque supuestamente ellos [los agentes migratorios] dicen que vienen a agarrar a criminales, pero están llevando a gente trabajadora”, contó.
Desde el sábado le pide a sus amistades que le lleven comida y, cuando no pueden, ordena en línea. Cuenta que esa es la realidad de otras familias que viven cerca del mismo complejo de apartamentos, quienes no salen ni a trabajar ni a dejar a los niños en clases, como solía ocurrir un día normal entre semana.
“Lo más difícil ha sido ver a mis hijos que tal vez quieren salir afuera y no poder hacerlo. Me siento a platicar con ellos y explicarles todo. Son mis hijos los que me han llevado a salir adelante, porque uno quisiera regresar a su país, pero tampoco es la manera de hacerlo. Uno viene a trabajar, a sacar adelante a su familia y no viene a hacer nada malo en este país”, dijo.
Estudiantes latinos entre clases y ausencias
El impacto también se extiende a las escuelas. Milagros Ugueto, maestra de español en la Olympic High School, cuenta que la asistencia de estudiantes latinos se ha desplomado.
“Ha sido un impacto nunca antes experimentado. Estamos aquí, estoy en mi aula con una clase que debería atender 12 estudiantes, tengo tres… Todas las clases están así, con menos de la mitad de estudiantes, donde la población principal de esta escuela, el 49%, son hispanos”, contó.
Al igual que muchos otros, Milagros también siente el peso del aislamiento, no solo por su situación personal como inmigrante, sino por la incapacidad de ofrecer una solución inmediata a sus alumnos.
“También soy inmigrante y no puedo vulnerar mi situación y exponer mi estatus y el de mi esposo. Entonces, lo único que puede hacer es crear espacios donde ellos (los estudiantes) puedan hablar, escribir. Ahorita estamos haciendo un ejercicio de desahogo a través de un ensayo donde ellos van a expresar cómo se sienten, qué piensan y qué soluciones podrían aportar a esta situación”, añadió.
Miedo, incertidumbre y familias escondidas
Para Juan Diego Mazuera Arias, líder comunitario y candidato electo al concejo municipal por el Distrito 5, esta situación refleja dos realidades diferentes en el ámbito educativo: la de los estudiantes que no van a clases y quienes continúan saliendo de casa para ir a clase y apoyar a sus padres indocumentados.
“Estamos viendo miedo, incertidumbre, familias escondidas, niños faltando a clases, pero lo que no se ve es el cansancio emocional detrás de esas familias y la valentía de quienes están saliendo aún en riesgo para trabajar y el de los jóvenes que están haciendo de traductores, protectores y puentes para sus familias”, comentó.
Como ejemplo, citó la protesta en la escuela secundaria East Mecklenburg, donde más de 100 estudiantes realizaron una huelga, algo que se ha replicado en otras zonas de la ciudad.
“Son muchachos de 16 a 19 años protestando con música, con banderas, bailando en la calle y recordándole al mundo por qué ellos están haciendo eso, por sus papás, tíos y abuelos que no pueden salir”, añadió.
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