El autismo, o mejor dicho el espectro autista, no es una enfermedad que haya que curar, ni es una tragedia, es una condición que les permite a estas personas entender e interactuar con el mundo de manera diferente. Lamentablemente, existe mucho desconocimiento sobre el tema en nuestra comunidad, de allí la importancia de aclarar ideas erróneas y evitar prejuicios.
En Estados Unidos una de cada 54 personas está dentro del espectro autista, según los CDC, esta es una cifra elevada. Veamos algunos datos que deberíamos considerar ante una persona con autismo.
¿Qué es el espectro autista?
Según la Mayo Clinic, el trastorno del espectro autista “es una afección relacionada con el desarrollo del cerebro que determina la manera en la que la persona socializa y percibe el mundo”.
Entre otras cosas, esto comprende patrones de conducta restringidos y repetitivos, interacciones sociales atípicas, e intereses especiales, es decir, una fijación sobre ciertos temas. Algunas de estas características pueden incomodar a ciertas personas.
El autismo no es una enfermedad
Pese a todos los avances en el mundo de las neurociencias, es extremadamente difícil hacer una definición clara de lo que se considera como “normal”, por ello se usa el término “neurotípico” para referirnos a una persona promedio. Quienes tienen autismo no deberían ser tratados como “minusválidos” o “raros”, sino como personas con capacidades diferentes o neurodiversas.
Una persona dentro del espectro autista no está enferma. No hay nada que curar. La terapia ayuda a los autistas y sus familias a navegar en diferentes situaciones, tomando en cuenta sus habilidades e intereses especiales.
No se clasifica a una persona con más o con menos autismo, no es una situación lineal, cada experiencia puede ser completamente diferente, es por eso que se la considera como un espectro. Incluso, puede que usted haya interactuado con una persona autista sin saberlo.
En busca de una sociedad neurodiversa
En parte, el prejuicio en contra de las personas neurodiversas viene de la idea de que el ser humano debería ser autosuficiente. Se piensa que lo ideal es que una persona se valga por sí misma y no necesite de nadie, pero esto es un mito.
Si algo aprendimos de la pandemia es que nadie es verdaderamente autosuficiente. Usted no hizo su ropa, no cultivó su propia comida, ni imprime su propio dinero. Todos dependemos de alguien más. Vivimos en comunidad y este funcionamiento es complementario.
Justamente la diversidad de capacidades nos fortalece como sociedad.
La neurodiversidad ofrece oportunidades
Lo primero rechazar los prejuicios y la desinformación. Que una persona con autismo sea funcional depende en gran medida de la sociedad en donde vive.
Las empresas y escuelas deberían entender que las capacidades de las personas son distintas, y no por ello menos válidas. Por ejemplo, no se deberían basar calificaciones o rendimiento en exposiciones orales.
No dé oído a teorías conspirativas sobre “curas alternativas” para el autismo o disparatas ideas sobre posibles causas.
Muchas personas con autismo son sensibles a ruidos fuertes. No hay necesidad de poner los parlantes del auto a todo volumen para escuchar la música que nos gusta.
Tratar a estas personas como enfermas, decirles que son “tontos”, “raros”, o poner cara de lástima cuando se menciona su condición, es perpetuar prejuicios y esto no le beneficia a absolutamente a nadie.
¿Qué pasa cuando permitimos que estas personas florezcan? Artistas como la escritora Emily Dickinson o el actor Anthony Hopkins, científicos como Isaac Newton, deportistas como Lionel Messi, empresarios como Elon Musk están dentro del espectro autista. Abrir nuestra mente a la idea de una sociedad neurodiversa, sin prejuicios, nos ofrece la oportunidad de ser mejores personas y de tener una comunidad fuerte.
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