Translate with AI to

Migrar es un acto de valentía que nos lleva a enfrentar situaciones que nos dejan marcados para siempre. Las marcas más profundas, aunque en la mayoría de los casos son las menos visibles, son las emocionales. Pero, ¿se pueden superar?

Cuando dejamos nuestro hogar, lo hacemos llenos de ilusiones, esperanzas, sueños y metas. Sin embargo, una vez que damos el gran salto y llegamos a la nueva tierra, nos enfrentamos a retos inesperados que, en muchas ocasiones, nos sobrepasan. Nos encontramos en un lugar extraño: una nueva cultura, un nuevo idioma, nuevas costumbres, nuevas personas, nuevos trabajos, nueva alimentación y un día a día que nos arrastra sin darnos tiempo para comprender lo que está pasando dentro de nosotros.

Sumado a esto, vivimos nuestras pérdidas, sin hacer los duelos correspondientes. A veces, ni siquiera somos conscientes de lo que estamos perdiendo. Dejamos atrás a la familia, los amigos, compañeros, trabajos, vecinos y, con ello, la red de apoyo que teníamos allí. Al migrar, perdemos nuestro lugar emocional seguro.

Es muy común para los inmigrantes que este bucle emocional quede sin resolver y se vaya acumulando en lo profundo de nuestro ser. Ante estas circunstancias, no es de extrañar que la población inmigrante sea una de las más vulnerables a nivel de salud física, mental y emocional en cualquier lugar del mundo.

El peligro del “Síndrome de Ulises”

El psiquiatra Joseba Achotegui, tras una amplia investigación sobre la salud emocional y mental de los inmigrantes en Europa, acuñó el término “Síndrome de Ulises” o “síndrome del emigrante con estrés crónico y múltiple”, para describir un cuadro de duelo migratorio extremo. No se trata de un trastorno mental, pero aparece en los inmigrantes que viven situaciones muy adversas, como soledad, exclusión, miedo e indefensión.

El nombre de este síndrome se tomó en referencia a Ulises, el personaje de la mitología griega protagonista de la Odisea de Homero, quien, tras ser desterrado de su hogar, atraviesa varias penurias. En su estudio, Achotegui describe la situación emocional extrema que padecen los inmigrantes, que incluye síntomas como tristeza, llanto, baja autoestima, culpa, pérdida de interés, ideas de muerte, nerviosismo, tensión, preocupación excesiva, fatiga, alteración en la memoria, en la atención y estados de confusión.

Cuando estos síntomas no son atendidos adecuadamente, pueden aumentar y convertirse en problemas psicológicos y fisiológicos, llegando incluso a derivar en enfermedades psiquiátricas.

En busca de respuestas

Nada de esto lo sabía yo hace 23 años cuando migré a este país, así que tuve que enfrentar mis dolores emocionales, mis pérdidas y mi nueva vida, como decimos en Colombia, “a palo seco”. Aun sintiéndome vulnerable, tuve que seguir con mi carga avanzando lentamente. Esto me sensibilizó y me impulsó a querer encontrar respuestas para comprender mi realidad y especialmente para sanar mis heridas.

En este camino, he podido entender que todas las personas que migramos sentimos ansiedad y estrés adicionales. He encontrado recursos que me han dado una comprensión de la realidad desde otro punto de vista, gracias a lo cual he logrado sanar muchos de mis dolores. Son esas herramientas las que ahora comparto desde disciplinas como el coaching y las terapias holísticas.

¿Qué hacer cuando mi carga emocional me desborda?

1. Este problema puede ser solucionado si se trata a tiempo

No estás loco/a, solo necesitas herramientas para lidiar con las emociones relacionadas con la migración. Entre más rápido lo atiendas, más pronto saldrás de él.

2. Busca ayuda

Habla con tus amigos, familiares. Mantén los vínculos emocionales con tus seres queridos en tu país de origen. Hoy es muy fácil a través de los teléfonos inteligentes. Aunque no haya abrazos presenciales, la compañía virtual de nuestros seres amados es un gran apoyo.

3. No niegues o reprimas tus emociones

Recuerda que tus emociones son válidas y están asociadas directamente con la migración. Vigílalas de cerca para que puedas identificar cuáles son nuevas y cuándo se están intensificando.

4. Únete a grupos de apoyo en tu comunidad

Ser parte de una iglesia, u organización comunitaria genera vínculos y te ayuda a tejer una nueva red de apoyo. Encontrarás en ellos apoyo, compañía y solidaridad.

5. Participa en actividades culturales o recreacionales

Podrás generar pertenencia a grupos con intereses comunes. Las actividades físicas ayudan a despejar la mente y a equilibrar las emociones. Te ayudará a disfrutar el tiempo y mantenerte alejado de las emociones dolorosas.

6. Sé solidario con tus allegados

Al ayudar a otros, nos ayudamos a nosotros mismos. Podrás darte cuenta de que no estás solo y no eres el único que pasa por momentos difíciles.

7. Mírate con amor y compasión

  • Ten paciencia contigo mismo y con tu familia: ellos están atravesando procesos similares al tuyo.
  • Trátate con cariño.
  • Reconoce lo lejos que has llegado y el esfuerzo que te ha costado.
  • Siéntete orgulloso de ti mismo, pese a tus pérdidas, tú sigues avanzando y crecerás mucho más.

Espero que estos cambios sean útiles. Si tienes alguna otra pregunta o necesitas más ayuda, no dudes en preguntar.

Comunicadora social y periodista. Fundadora y creadora de Mujerarte, proyecto que cuidad con la salud emocional de los inmigrantes. Coach esencial y ontológica. Terapeuta holística