Translate with AI to

Dentro de los planes responsables de los padres está prevenir la obesidad en sus hijos, y no solo por ellos, sino por contribuir con la reducción de índices de obesidad tanto en niños como adolescentes, que se ha convertido en un gran problema.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, CDC, diferencian entre la obesidad y la obesidad grave. La segunda, como su nombre lo indica, puede generar problemas para los pacientes difíciles de controlar. Un reporte de The Associated Press mencionó que la obesidad grave infantil en el país se ha multiplicado casi por cuatro en las últimas décadas, según los expertos.

Cuidarse de esta enfermedad no es solo un tema de peso, sino de salud en general donde se pueden dejar de lado riesgos de sufrir de asma, apnea del sueño, problemas óseos y articulares, diabetes tipo 2 y enfermedades del corazón. Esto, sin contar con la manera en que altera la autoestima en edades tempranas.

¿Cómo saber que mi hijo es obeso?

Las tablas de los CDC son la principal herramienta de referencia para seguir el crecimiento y el desarrollo de los niños. Muestran patrones de desarrollo por edad expresados en el IMC (índice de masa corporal), un cálculo de la altura y el peso, y también en curvas llamadas percentiles.

A diferencia de los adultos, en los niños no se identifica la obesidad o la obesidad grave sólo por el IMC, sino que además se emplean percentiles para comparar los datos de los pacientes con los demás niños de su edad.

Este año, el ente de salud debió actualizar las tablas debido a que las vigentes correspondían al año 2000, basadas en estudios realizados entre 1963 y 1994, cuando había muchos menos niños con obesidad, y menos aún con obesidad grave, dijo Cynthia Ogden, epidemióloga de los CDC.

Las nuevas tablas abarcan ahora hasta un índice de masa corporal de 60, en lugar de 37 donde terminaban las anteriores. Esto brinda categorías adicionales para monitorear la obesidad entre los 2 y los 19 años.

Se considera que un niño es obeso si está en el percentil 95 de las tablas de crecimiento, y obeso grave en el 120, o con un IMC del 35 o más, según los CDC. Por ejemplo, un chico de 17 años que mide 1,72 metros (5 pies y 8 pulgadas) de alto y pesa 113 kilos (250 libras) tendría un IMC de 38 y se le describiría como obeso grave.

Podría interesarte: ¿Soy obeso? Síntomas de la obesidad: más allá del aumento de peso corporal

¿Podemos prevenir la obesidad infantil?

Vivir en un cuerpo grande debe ser el primer aviso de que algo está pasando. Aunque, tener un abdomen abultado no necesariamente te refiere a ser obeso, ya que el sobrepeso puede estar en el límite de la enfermedad.

Y es precisamente ese límite el que llama a tomar medidas de prevención. Dado que "la obesidad infantil es una enfermedad compleja en la que intervienen muchos factores, como la genética, los patrones de alimentación, los niveles de actividad física y las rutinas de sueño", algunos ajustes en la ocupada vida de las personas deben incluir:

1) Comer saludable.

Aunque suene trillado el hábito de comida saludable, este es el camino más importante para una persona desde temprana edad. Y no se trata solo de incorporar alimentos de calidad eventualmente sino de convertirlo en cultura y hábito. Una buena forma de hacerlo es siguiendo las Guías Alimentarias para Estadounidenses.

¿Qué significa comer saludable?

  • Tener horarios de alimentación establecidos.
  • No saltarse las comidas.
  • Leer las etiquetas de lo que se consume de manera procesada.
  • Elegir cocciones saludables, es decir, menos frituras, más comidas hechas a vapor o asadas.
  • Comer porciones equilibradas en cantidad y variedad.
  • Hacer cinco comidas al día (desayuno, almuerzo, cena y dos meriendas), basadas en estos parámetros:
    • 5 raciones diarias de frutas y verduras: fresas, sandía, melón, papaya, piña, son algunas de las más recomendables por su contenido de vitaminas y agua, y además son bajas en azúcar.
    • 4 raciones de carbohidratos: pasta, cereales, arroz, granos, panes.
    • 3 raciones diarias de proteínas y lácteos: carnes, huevos, pollo, pescado, leche y sus derivados.
    • 2 raciones diarias de grasas saludables: frutos secos (almendras, nueces), aguacate, aceite de oliva.
    • 1 ración de azúcares: dulces, refrescos.

2) Evitar los excesos de grasas y azúcares.

Según la lista anterior, las grasas y azúcares deben ser lo menos en la dieta diaria. Y esto se debe a que no aportan nutrientes al organismo, y en su lugar pueden ocasionar problemas de salud. Los padres deben proveer opciones para sustituir las bebidas con azúcar añadida, como refrescos, bebidas de frutas y leche saborizada, con agua, jugo 100 % natural o incluso leche baja en grasa.

3) No hacer dietas.

Otra pauta para prevenir la obesidad infantil es evitar las dietas o el salto de comidas. Es común que en la edad de la pre adolescencia los niños comiencen a pensar en hacer dietas para verse mejor, y terminan alterando su metabolismo. Un problema adicional de las dietas es que suprimen alimentos realmente valiosos por algunos que dañan su salud. Es necesario estar alerta a estos hábitos y conversar con los niños y adolescentes sobre los hábitos fijos que sí ayudan a mantener un peso y apariencia sanos.

4) Tener una rutina de ejercicios.

Nada mejor para combinar la alimentación que moverse. Y es algo que pueden hacer los niños en compañía de sus padres, por lo que todos en conjunto deben cooperar para agregar una caminata, carrera, ida a la piscina a nadar, andar en bicicleta, hacer algún deporte o algo similar, que tendrá muchos beneficios no solo para el cuerpo, sino también para la salud mental. Por si fuera poco, será un ocasión perfecta para propiciar la unión familiar.

La actividad física debe ser rutinaria, al menos 3 veces por semana y no eventual. Pero, cuando el tiempo no es suficiente para estas rutinas, también se vale hacer actividades en casa como subir o bajas escaleras en lugar se usar el ascensor, caminar a la tienda en lugar de ir en carro, lavar el auto, limpiar la casa y muchos otros que impliquen usar el cuerpo.

5) Dormir lo suficiente.

Dormir poco y dormir mucho es igual de inconveniente para el organismo. Aunque no se ha terminado con exactitud por qué dormir poco altera el peso, se piensa que la falta de sueño puede hacer que un niño coma más o sea menos activo físicamente debido a la falta de energía.

Según los CDC, los niños en edad preescolar necesitan de 11 a 13 horas de sueño por día, incluidas las siestas. Los niños de 6 a 12 años necesitan de 9 a 12 horas de sueño (sin interrupción) por noche, y los jóvenes de 13 a 18 años necesitan de 8 a 10 horas.

Lic. en Comunicación Social. MBA en Mercadeo. CEO de Link BTL. Disfruto de leer y escribir. Soy madre y esposa agradecida con la vida. jgimenez@lanoticia.com