Estamos viviendo tiempos violentos por casi todo el mundo, es como si no hubiera un lugar sobre la Tierra donde more el amor y la paz. ¿A qué se debe todo este despertar de la violencia?
Me senté a almorzar con una madre soltera y sus dos niños, quienes llegaron de El Salvador unos dos años atrás. En medio de la conversación les pregunté por qué habían decidido venir a Estados Unidos. La madre me contó que el esposo los había abandonado, y que los niños al estar creciendo ya oían de las pandillas y que si ellos no querían ser parte de ellas, los golpearían y posiblemente hasta los matarían.
Anderson, el mayor de los muchachos, tomó una alita de pollo en su mano y luego la sostuvo como viendo al infinito, y por unos treinta segundos no dijo una palabra. ¿Qué pasa Anderson?, ¿por qué te has quedado en suspenso? Pregunté, a lo que el niño respondió: “La vida es muy dura en El Salvador y por eso hoy estamos aquí, corriendo para salvarnos. Allá vivía con mucho miedo y casi no quería ir a la escuela para no morir y dejar sola a mi mamá”. Su cara se puso roja y casi se le veían brotar sus lágrimas.
Disculpa Anderson, le dije, no fue mi intensión intranquilizarte. “¡No! creo que es mejor hablar”, dijo el joven. “Hoy estoy aquí, me dijeron que este era el mejor país para vivir por la seguridad, pero la verdad es que hace unos meses ese miedo que tenía en El Salvador volvió a mí, cuando oí de las masacres en las escuelas, y pensé que quizás eso me podía pasar a mí también. Sentí un poco de depresión y me desconcentré, pero oyéndola a usted cuando nos habla en la iglesia sobre la relación de Dios con nosotros, me di cuenta de que el amor de Dios, es más grande que la violencia y que la muerte. Si Él nos ama y nosotros le creemos a Él, entonces podremos vivir en paz, aun en medio de todo lo que ocurre a nuestro alrededor”.
Al oír a Anderson, le di gracias a Dios, pues esa es mi oración, que su mensaje pueda ser atesorado en algún corazón que escucha la palabra de Dios. A través de escudriñar las escrituras nos damos cuenta de que la violencia y el crimen son producto del pecado, de la ausencia de Dios en las familias, en la persona, en la comunidad y en la nación.
Hoy los niños y los jóvenes muy poco oyen del amor verdadero que solo viene de Dios y de su palabra, los niños están entretenidos con videos y juegos violentos que aparecen en los medios virtuales. Los padres apenas van a la iglesia, y mucho menos toman la palabra de Dios para leérsela a sus hijos. Las escuelas que antes eran refugios y lugares seguros, hoy a través de esa falta de amor se han vuelto campos de conflicto, en donde no hay paz.
El mundo ha sacado a Dios de las casas, de los libros, de las escuelas y lo más terrible, fuera de sus corazones. La única manera de cambiar la violencia por el amor en la sociedad y los corazones, es como dijo el joven Anderson, a través de oír la palabra de Dios y darle cabida en el corazón.
Te insto padre o madre que estás leyendo esta columna a que tomes tiempo para ti y tu familia para conocer más de Dios, pues es lo único que nos puede salvar de esta ola de violencia e inseguridad a la que están expuestos nuestros hijos.