Todavía no sanaban las cicatrices de la nación tras la masacre ocurrida en Las Vegas, cuando un atentado terrorista cegó la vida de varios latinos en Nueva York la semana pasada, y ahora se suma la noticia de una nueva y dolorosa matanza en el pequeño poblado de Sutherland Springs, Texas. ¿Debemos acostumbrarnos a este tipo de atrocidades? ¿Cómo podemos prevenir una tragedia de esta envergadura en nuestras comunidades?
El 1ro de octubre, en Las Vegas (Nevada) un hombre con problemas mentales y fácil acceso a armas de fuego disparó indiscriminadamente contra los asistentes a un concierto en un cobarde acto de premeditada crueldad, dando como resultado 58 muertos y cerca de 500 heridos. Un mes más tarde un fanático religioso embistió contra una multitud con una camioneta en Nueva York, matando a ocho personas, entre ellos seis turistas (cinco argentinos y una belga), e hiriendo a una decena. Menos de una semana después, un exmilitar estadounidense abrió fuego contra la congregación de la First Baptist Church de Sutherland Springs, al sureste de San Antonio (Texas) matando a 26 personas. Las edades de las víctimas oscilan entre los 2 y los 72 años.
El objetivo de un desequilibrado mental armado o de un terrorista, además de quitar la vida de personas inocentes, es sembrar caos, es quebrantar nuestro espíritu, es esparcir temor hasta en las actividades más cotidianas de nuestra vida como ir a un concierto, pasear en bicicleta o asistir a la iglesia. No podemos ceder ante el terror. Vivir nuestras vidas sin miedo es un acto de desafío ante el criminal odio de unos pocos.
Sería peligroso como sociedad que nos acostumbrásemos a que ocurran estas detestables matanzas, pero debido a la apática inacción del Congreso sobre la formulación de una ley de sentido común sobre el control de armas de fuego, a la radical polarización política que vivimos como nación, y al discurso beligerante del actual gobierno en donde se minimiza la diplomacia y se motiva la contienda, tristemente es probable que sigamos mirando este tipo de tragedias. ¿Qué podemos hacer?
Las iglesias han sido un blanco vulnerable de ataques de odio en el pasado. Súmele a esto el hecho de que en la última década, los latinos han sido un grupo esencial en el crecimiento de las iglesias en Estados Unidos. ¿Se están preparando las iglesias para enfrentar una situación potencialmente peligrosa?
Las iglesias necesitan estrechar sus lazos con los departamentos locales de policía y con las oficinas del alguacil. Muchas de estas dependencias a lo largo de Carolina del Norte incluso ofrecen de forma gratuita talleres sobre cómo advertir señales de peligro y cómo lidiar con un posible ataque.
Otro paso importante es que las iglesias preparen un plan de emergencias. Todos los feligreses deben estar familiarizados con las rutas de escape y deben contar con un equipo de primeros auxilios.
Quizás más de uno podría decir que la protección de Dios será suficiente para evitar esas tragedias, y si bien esto encierra una profunda verdad teológica, también es cierto que los creyentes no pueden caer en la trampa de la negligencia. Tome en cuenta las palabras registradas en la epístola de Santiago 2:14 “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”
Líderes religiosos (independientemente de la denominación que sean), así como los feligreses debemos ser proactivos, ejerciendo nuestra fe con devoción, pero permaneciendo atentos ante las amenazas.
Masacre en Texas: ¿Cuán seguros estamos en nuestras iglesias?
