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El drama humano que se vive en la frontera es real, no solo estadísticas (segunda parte)

La semana pasada les comencé a contar de mi viaje y experiencia vivida en México, específicamente en el albergue El Buen Samaritano, en donde semanalmente reciben y sirven a cientos de inmigrantes procedentes de Centroamérica. Les comenté de cómo llegan estos inmigrantes: cansados, sedientos, hambrientos y muchas veces enfermos. En esta parte les contaré una faceta triste y poco conocida a la que se enfrentan los caminantes: bandas criminales se infiltran entre los inmigrantes para buscar víctimas.

Uno de los peligros que se enfrentan estos inmigrantes es que en medio de ellos vienen caminando como lobos en medio de ovejas, a los que en el albergue les llaman los halcones, estos son hombres y mujeres que se infiltran entre los inmigrantes y van viajando con ellos para ir conociendo sobre de quienes vienen solos o sin mucha ayuda.

El Halcón va contando a las jóvenes y a los niños y van informando a las pandillas, maras o grupos del crimen organizado que esperan como cazadores en la frontera para ejecutar su crimen. Se dice que ahí los secuestran. Algunos son usados para el narcotráfico, a otros en tráfico humano, donde los jóvenes son secuestrados y vendidos como esclavos para prostituirlos en alguna parte del mundo, incluyendo Estados Unidos.

Otro peligro que se corre en la travesía hacia el norte es perderse, no saber el camino, muchos de estos perdidos son menores de edad que no traen mucha información de parte de quien los envió o quien los espera, o fueron niños o jovencitos que no les dijeron a sus padres o familiares en su país de origen sobre su decisión a tomar este peligroso camino. Muchos de estos están en lugares de refugio en alguna parte del país, esperando ser buscados y encontrados por sus familiares.

Aunque no puedo decir que la muerte es lo peor que le puede pasar al caminante, podríamos decir que la muerte corre en este camino; son miles de personas las que mueren anualmente en el camino hacia Estados Unidos. Muchos son atropellados por el tren, otros se enferman y son abandonados en el camino y mueren, otros al no querer cooperar con los criminales, los matan y los desaparecen. Otros se rinden en el camino y se dejan morir de hambre, sed, calor o frío.

Fui a México con mis compañeros: Rigo Trejo y Ron Cox, invitados por el sacerdote Víctor Castillo, quien quiso que conociéramos personalmente el pase del inmigrante en transición por el albergue El Buen Samaritano y luego en el antiguo convento donde nos quedamos a conocer más sobre las estrategias y medidas que la iglesia está tomando para aliviar el problema de la inmigración.

Es un problema complejo, no existe un remedio sencillo para esta situación, lo cierto es que hay mucho, mucho por hacer para mitigar el dolor de estos ríos de personas que lo han dejado todo atrás en busca de un futuro mejor en Estados Unidos.

Por tres décadas ha servido en su ministerio pastoral y en la organización Jesus Ministry. Presidenta de la Federación de Iglesias Cristianas. Autora del libro: El encuentro que me transformó

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