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Parece que fue ayer que yo solo era una niña, los años han pasado velozmente, pero doy gracias a Dios por la oportunidad que me ha otorgado de vivir todos estos años y poder ver lo que para nuestros antepasados solo quedó como un sueño, esto es, ver la vida en el nuevo milenio.

Es fascinante haber vivido en diferentes tiempos y diferentes épocas. Nuestra sociedad hoy se compone más por los llamados “milenial”, niños y jóvenes que han nacido o entraron siendo niños al nuevo milenio; ellos son los que desde muy niños saben cómo manejar un celular y conocen muy bien la tecnología moderna; los que pasan horas en las redes sociales como: Instagram, Twitter, Facebook y otras, los que pasan más con sus teléfonos, computadoras y otros instrumentos que los conectan con el mundo exterior; creando así redes de amigos que se juntan virtualmente para conversar, jugar e intercambiar videos fotos y demás.

Por mantenerse conectados, los “milenial” han aprendido a depender más de la aceptación de otros miembros de las redes sociales. Lo que otros piensan de ellos es muy importante para poder funcionar en sus vidas. Ellos quieren ser bellos o bellas, desean hacerse ricos en su juventud, convertirse en celebridades y obtener lo que deseen en un corto plazo, pues esos son los mensajes virtuales que reciben constantemente.

Los “milenial” se sienten desconectados cuando no ven un “like”, o si ven que los amigos virtuales no ponen un mensaje positivo en lo que ellos han publicado en sus redes.

Estos jóvenes corren un peligro que todo padre o familiar tiene que tener cuidado, y es estar seguro que los jóvenes no estén conectados a los sitios llamados de muerte, donde se le insista a los jóvenes a quitarse la vida con el interés de que sus fotos e historias saldrán por todas las redes sociales.

Tal fue el caso de un niña rusa de 12 años, quien según su madre, estaba saliendo para la escuela cuando recibió una llamada telefónica, la madre preguntó que quien la llamaba, a lo cual la niña le contestó que era otra niña que también salía en ese momento para la escuela. Horas más tarde la niña no volvió a casa y su madre angustiada la comenzó a llamar a su celular, se alegró cuando vio que contestaron el teléfono, sin embargo no era su hijita sino un oficial diciéndole que su niña se había suicidado. Más tarde la mamá se dio cuenta que la niña había sido parte de una red de suicidio.

Insto a los padres a estar más atentos y sepan con quién se conectan sus hijos en las redes sociales. Hay que darles la oportunidad e insistirles en dejar un poco los teléfonos y los otros instrumentos tecnológicos, debemos ayudarles a pasar más tiempo con sus familiares y amigos, interaccionando, jugando y tomando más tiempo en el desarrollo de sus habilidades y sus pensamientos a favor de mejorar la vida de alguien más y no de ellos solamente.

Es importante que los niños y jóvenes vean que existe otra manera de interactuar y es importante que los padres den esas oportunidades a sus hijos conectándolos con la iglesia, clubes deportivos, o invitando más a menudo a miembros de su familia a convivios donde los niños y los jóvenes puedan hablar y jugar juntos de forma real, no virtual.

Por tres décadas ha servido en su ministerio pastoral y en la organización Jesus Ministry. Presidenta de la Federación de Iglesias Cristianas. Autora del libro: El encuentro que me transformó