A partir del Nacimiento de las Naciones Unidas en 1945 el orden internacional tal y como era conocido hasta entonces, cambiaría por completo. Por un lado, la ONU reconfiguraría el peso y el rol que las organizaciones debiesen ocupar como actores internacionales que progresivamente se fueron viendo sujetos a obligaciones y responsabilidades, y por otro, el ordenamiento y tipificación del derecho internacional ayudaría a configurar la aparición de determinadas estructuras y necesidades exigían regulación para asegurar su cumplimiento.
El Consejo de Seguridad de la ONU fue no de esos casos. Se trata de el cuerpo más jurídicamente vinculante de dicha organización, está encargado de tratar todas las problemáticas que puedan representar una amenaza para la paz y la seguridad internacional. Está compuesto por 15 miembros, 5 de ellos permanentes (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China y Rusia) con poder de veto y 10 rotativos en períodos de 2 años. El acceso a este cuerpo es considerablemente restringido en relación al resto de organismos de las Naciones Unidas y con el tiempo, la historia demostraría por qué.
Diego Arria, representante de Venezuela en el Consejo de Seguridad a principio de los años 90, se encontraba discutiendo en el consejo mientras era presidente el genocidio a los kosovares por parte del líder serbio Slobodan Milosevic. Durante ese período, tuvo la oportunidad de hablar con un cura de Bosnia que fue a Nueva York buscando reunirse con alguno de los miembros de dicho organismo, y el venezolano fue el único en aceptar su solicitud, tras lo cual tuvieron una charla en el cafetín de los delegados de la ONU.
Arria alegó tras el encuentro que la visión del cura como actor que vivía el conflicto de manera directa, proporcionaba un enriquecimiento inmensurable a la evaluación de la situación, y convenció a varios embajadores de reunirse extraoficialmente con el sacerdote; a partir de entonces dicha práctica tomó el nombre oficial de fórmula Arria.
A principios de 1996, algunos miembros del Consejo propusieron ampliar la fórmula y extenderla no solamente a representantes de sociedad civil, sino a miembros de ONG’s y otros representantes externos a estados, no obstante varias delegaciones, entre otras Reino Unido y Rusia, insistieron en su uso restringido tal y como se venía dando.
En 1997, el presidente de la Asamblea General de la ONU Razali Ismail, elaboró una propuesta de reforma del Consejo de Seguridad, dentro de la cual se encontraba explícita una ampliación del uso de la fórmula Arria, como medio para facilitar las consultas y la comunicación entre los miembros y no-miembros del Consejo, y gracias a este tipo de cooperación por parte del resto de los órganos principales de las Naciones Unidas, pudo darse un asentamiento consuetudinario del uso de dicha fórmula.
Ése mismo año el embajador de Chile Juan Somavía, logró negociar una reformulación de la formula Arria que pasaría a conocerse como la fórmula Somavía, bajo la cual organizó una reunión del Consejo de Seguridad, liderada por el representante de la oficina del secretariado de asuntos humanitarios, el buró de ECOSOC, el segundo y tercer comité de la AG (ECOFIN y SOCHUM) y representantes de 3 ONG’s: Médicos sin Fronteras, CARE y Oxfam internacional.
Esa fórmula no volvió a llevarse a cabo por temas de funcionalidad, pero lo que cabe rescatar de esta historia es cómo el liderazgo de dos representantes latinoamericanos fue lo que llevó a una de las mayores reformas del organismo más cerrado de las Naciones Unidas, y cómo valores culturales pueden irrumpir una dinámica profundamente burocrática para mejorar cambios de fondo que han ayudado hasta ahora a tratar mejor temas asociadas a La Paz y la seguridad internacional.
La globalización construyó un sistema de interdependencia compleja dentro del cual la defensa y seguridad dejaron de ser el foco de la agenda internacional, y el comercio y el medioambiente tomaron una relevancia irreversible, esa es la vía a través de la cual Latinoamérica ha podido posicionarse mejor internacionalmente, y continuará explotando para construir un sentido más similar a lo que ellos consideran una comunidad.