Iván y sus amigos comenzaron a pedalear cada vez más lento sobre la Calzada de Guadalupe, atónitos de ver vacía la calle principal que lleva a la Basílica.
Habían tomado sus bicicletas para recorrer un tramo de casi dos horas de viaje desde la alcaldía de Xochimilco hasta el templo de la Virgen de Guadalupe.
Pero lo hicieron sin saber que las autoridades de la Ciudad de México habían tomado la decisión de cerrar la iglesia para evitar un posible contagio masivo de COVID-19.
“Nosotros esperábamos que nos recibieran con las puertas abiertas”, lamenta Iván.
“Para darle gracias a la jefa por otro año más de vida y salud; y gracias a Dios venimos y vamos superando la pandemia”, añade el joven de 29 años.
El gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum decidió este año restringir el acceso desde el 10 de diciembre hasta el 13 del mismo mes.
Por eso es que algunos peregrinos pensaron que era buena idea acudir la noche previa al cierre, sin saber que las autoridades cerrarían las puertas desde las 8 de la noche locales del miércoles 9 de diciembre.
“Es otro esquema, no es como otros años que vienes caminando o en tu rol de peregrinación”, explica Roberto, un amigo de Iván.
Casi 10 millones asistieron a la Basílica el año pasado
Y es que tan solo tres meses antes de que se desatara el brote de coronavirus en México en marzo pasado, la peregrinación de 2019 fue un auténtico río de fieles.
Fueron alrededor de 9.8 millones de personas las que acudieron el pasado 12 de diciembre, según cálculos de Protección Civil.
“Ahora sí que ya no se disfruta lo mismo; venías viendo a la gente, con felicidad y alegría celebrando a la Virgen”, considera Iván.
“La peregrinación es distinta pero la fe es la misma”, reafirma.
El laberinto de rejas de contención que traza la entrada al recinto luce desértico.
Algunos módulos dispensadores de gel antibacterial fueron colocados en el trayecto pero ni una sola persona se acerca para limpiar sus manos.
Donde debía haber miles de devotos a la Virgen morena ahora es contemplado por unas cuantas personas que observan con nostalgia entre las rejas hacia la iglesia.
Una veladora y un Ave María
La señora María enciende una veladora y la coloca en la banqueta aledaña a la entrada de la Basílica.
Cierra sus ojos y sujeta a su hija de la mano para juntas rezar un Ave María para agradecer a la virgen por un año más de vida.
“Venimos tomando todas las medidas, traemos cubrebocas (mascarillas) y gel, además de tomar la sana distancia”, argumenta.
“Queríamos felicitarla aunque fuera de lejos, creo que estuvo bien lo que hicieron de cerrar para que no haya más contagios”, reflexiona.
Unos escalones abajo de donde María colocó su veladora, Iván y Alejandro reposan junto a Luis Esteban y Roberto.
Destapan unas cervezas Corona para brindar por el cumpleaños de la virgen mientras platican sobre la desalmada e histórica fiesta en medio de una pandemia.
“Ahorita uno viene de rápido, viene y se va”, dice Roberto.
“Ahorita no se ve la convivencia ni la alegría ni es la convivencia como otros años”, refuerza Iván.
“Antes venían millones de peregrinos, venían de varias partes y ahora está muy solito”, lamenta.
Luis Esteban Membrillo es el más grande del grupo y según sus cálculos, lleva más de 40 años que acude ininterrumpidamente a festejar a la virgen.
Y nunca había visto algo similar.
“No (había visto tan solo el lugar)”, remembra.
“Por eso vinimos, pues es la principal (petición a la Virgen, que se termine la pandemia)”, asegura Membrillo.
Ciclistas toman medidas
Otro grupo de ciclistas se sienta en una de las jardineras que rodean la Basílica, ubicada en el Noreste de la Ciudad de México.
A diferencia de Iván y sus amigos, ellos no se quitan la mascarilla y solo contemplan la calmada y silenciosa noche en la víspera del cumpleaños de la Guadalupana.
“Tengo 18 años y con éste, es el segundo año que venimos en bici; el año pasado igual”, dice Alejandro, uno de los ciclistas.
“Como sea nosotros cumplimos (con las normas sanitarias), venimos con nuestra protección y respetando la sana distancia”, acota.
Los tres amigos partieron desde el barrio de Culhuacán pedaleando por una hora y media hasta llegar a la desolada Basílica.
“Se ve muy diferente. Antes nos tardábamos mucho en entrar y aquí pasamos rápido”, asegura Alejandro.
“Venimos a dar las gracias y sea como sea es la fe de cada quién, es poca gente pero venimos con fe”, explica.
“Principalmente le pedimos la salud, la salud de todas las personas y que la pandemia acabe, que vuelva la normalidad”, puntualiza.
Una triste despedida
Poco a poco las menos de 100 personas presentes en la noche del cierre del templo comienzan a desalojar el lugar.
Un grupo de peregrinos canta las Mañanitas a la virgen con una especie de carroza de flores y de inmediato se retira de vuelta a casa, tras el infortunio de no poder ingresar.
También Iván y sus amigos se levantan, enrollan su imagen de la virgen y toman sus bicicletas para volver a casa.
La fiesta que esperaban nunca llegó, o al menos no esta noche.
“Más que nada veníamos para pedirle para esta enfermedad, que nos ayude a todo el pueblo que nos ayude a salir de la enfermedad porque está feo vivir así con el COVID”, concluye.