Alan Hidalgo Lobo siempre quiso ser abogado. De joven eligió la rama en la cual quería especializarse: la defensa criminal y la inmigración. Sin haber tenido clases sobre estas cátedras, el estudiante se motivó por su propia historia familiar y la impunidad del asesinato de su padre, ocurrido en Honduras.
El pasado 14 de diciembre Alan caminó por el escenario del coliseo Bojangles para recibir su diploma por los créditos aprobados en el Central Piedmont Community College. En enero, comenzó las clases de justicia criminal y estudios jurídicos en la Universidad de Carolina del Norte (UNC) en Charlotte.
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Desde los 8 años, el joven se mudó con su familia a Charlotte. Anteriormente, vivían en Los Ángeles, California. Sus padres son de Honduras. Vinieron a Estados Unidos en 1993. Con los años, otros familiares emigraron del país centroamericano y los temas de inmigración se convirtieron en conversaciones del día a día en casa.
“Mi papá sabía que yo iba a ser abogado”
Fue el 19 de mayo del 2009 cuando Alan conversaba con su padre (quien se encontraba en Honduras) sobre los regalos que quería que le trajera de su viaje. Para ese entonces tenía 11 años. Como en cualquier otra llamada, el joven se despidió de su progenitor creyendo que lo vería en los próximos dos días. Horas más tarde, Milton Hidalgo fue asesinado de múltiples disparos.
Los hechos ocurrieron en la comunidad de Arizona, uno de los municipios del departamento de Atlántida en Honduras. Según los medios regionales del país centroamericano, Milton se encontraba camino a su vivienda temporal cuando unos desconocidos le dispararon varias veces, especialmente en la cabeza.
“Lo mataron a las 6:00 p.m. y a la hora nos dimos cuenta. Recuerdo que mi mamá se cayó al piso y comenzó a gritar. Fue mucho para procesar. En ese momento, no supe qué pensar. Sentí miedo, confusión. Estaba impresionado. Recuerdo que esa noche ni yo, ni ninguno de mis hermanos pudo dormir. Estábamos muy confundidos. Yo quería que alguien me dijera que eso no era cierto, pero desafortunadamente. El día en el que lo íbamos a recibir en el aeropuerto fue el mismo día y hora en que lo enterramos”, dijo el joven a la Noticia.
Luego de los hechos, la familia Hidalgo comenzó a investigar las maneras para lograr hacer justicia desde Estados Unidos. Realizaron cientos de llamadas a los Departamentos de Policía en Honduras, contrataron a un investigador privado, enviaron correos a distintas instituciones de la ley e intentaron interponer una denuncia por los hechos.
“Compraba tarjetas para poder seguir llamando, pero nadie me pudo ayudar. No me tomaban en serio, no me respondían, incluso una vez me contestaron en uno de estos departamentos de policía y se empezaron a reír cuando les dije que quería denunciar este hecho. Entonces me quedé sin poder hacer nada”, relata Alan.
Este fue el primer encuentro del joven con la impunidad y la injusticia. En ese momento recuerda que se sintió más seguro de su decisión de convertirse algún día en abogado.
“Me motivó mi padre. Como nunca pude hacer justicia por él, pienso que si me gradúo podré hacer justicia por otras personas. Además, mi papá sabía que yo iba a ser abogado. Me lo decía desde pequeño porque sabía que yo era inteligente”, mencionó.
La tragedia pausó sus sueños por 6 años
Desde el momento en que la familia Hidalgo recibió la noticia sobre el fallecimiento de Milton, las cosas cambiaron para Alan, sus tres hermanos y su madre. Los ánimos se vinieron abajo y con ello, también las calificaciones del joven. “Estar en medio de eso me dificultó graduarme de la escuela”.
En el 2015, Alan vio a sus compañeros de clase graduarse de la escuela secundaria. Él no había obtenido suficientes créditos para obtener este diploma. Durante los siguientes años, el joven se dedicó a trabajar. En el 2019 decidió retomar sus estudios para cumplir la promesa de convertirse en abogado.
“Pensé que lo tenía que poner contento desde el cielo y esto me dio más motivación para regresar a la escuela y, aunque en su momento no pude por lo que estaba pasando con mi padre, quise graduarme y cambié mi vida”, comentó.
Para poder inscribirse en la universidad, Alan primero tenía que obtener un título de Desarrollo Educativo General, conocido por sus cifras en inglés GED. Para el período 2020 todas las instituciones se detuvieron debido a la pandemia del COVID-19, por eso no se pudo matricular.
En el 2021 obtuvo una beca, se inscribió en el Central Piedmont Community College y pudo hacer los exámenes de admisión. En mayo ya estaba matriculado y estudiando.

Aunque el plazo regular para obtener el GED es de dos años, Alan lo obtuvo en un año y seis meses y con buenas calificaciones, luego comenzó sus estudios como asociado. El 14 de diciembre del 2022 caminó lleno de orgullo por el coliseo de Bojangles para recibir su certificado. Nuevamente, había dado otro paso para continuar con la promesa que se hizo a sí mismo y a su papá.
“Recuerdo que el día antes de que lo mataran, mi papá me dijo que me cuidara mucho, que él me quería mucho y que nos íbamos a ver en el aeropuerto el viernes. Cómo esto nunca pasó, yo me quedé con estas palabras para siempre. Que él me quiere y que me tenía que cuidar”, dijo el joven a La Noticia.
Los pasos para convertirse en abogado
Alan comenzó a estudiar este 2023 en la UNC Charlotte. Está intentando obtener un título de justicia criminal y estudios jurídicos secundarios. Planea culminar sus cátedras para diciembre del 2024 y luego comenzar en la Escuela de Leyes de la Universidad Central de Carolina del Norte. En total, son cinco años de aprendizajes.
En el futuro, Alan quiere convertirse en un abogado de inmigración y de defensa criminal. Las motivaciones para especializarse en esto vinieron de su familia.
“Yo vengo de una familia de inmigrantes. Mi mamá tiene permiso de trabajo, pero no tiene residencia, por lo que no ha tenido beneficios como los tienen los demás. Igual que mis tíos, he visto todo lo que ellos han luchado para poder venir a este país para una mejor vida. También tengo familiares que no han podido contratar abogados de inmigración debido a los altos costos; esto también me dio motivación para convertirme en abogado de inmigración, el poder ayudar a otras familias de inmigrantes para salir adelante. En el caso de la defensa criminal, mi motivación para especializarme en esto es poder buscar justicia para los demás. La misma que no pude obtener para mi papá”, explicó.
“Yo quiero ayudar”, con esta frase el joven resume sus objetivos a largo plazo. Asegura que sus orígenes humildes y las enseñanzas de sus padres siempre guiarán sus acciones.
“Me enseñaron a valorar la vida y las cosas que yo tengo, porque ellos no tuvieron las mismas oportunidades que yo tuve en este país. Nosotros venimos de una familia humilde, no siempre teníamos lo que queríamos y con eso aprendí que en este país se tiene que trabajar duro y que si se quieren lograr las cosas hay que echarle muchas ganas”, expresó.