Lo tenían todo planeado. Para su fiesta de quinceañera, Marlena se iba a poner el vestido blanco que su abuela le había regalado a su hermana mayor. Una de las muchas tradiciones familiares. El día comenzaría con una misa y terminaría con una gran fiesta donde Marlena tendría la oportunidad de celebrar con su familia y amigos. Sus padres presentarían orgullosamente a su niña, ahora considerada una mujer.
Para ella, el celebrar su quinceañera se trataba de mantener vivas las tradiciones familiares y culturales con las que había crecido. Sentiría lo mismo que habían experimentado sus dos hermanas mayores, y celebraría su quinceañera de la misma manera en la que ellas lo habían hecho, con una presentación mostrando sus logros y un baile especial con su papá.
Cumplir quince años y tener una fiesta de quinceañera es un rito para muchas niñas latinas. Esta celebración, que marca la transición de niña a mujer de la quinceañera, es reconocida por vestidos extravagantes, bailes coreografiados y tradicionales costumbres culturales.
Algunas cumpleañeras bailan con sus “chambelanes” quienes acompañan como parejos de baile a la joven durante toda la fiesta. A otras, sus padres les regalan “la última muñeca'', que vestida con el mismo traje de quinceañera, representa el último juguete que recibirá ya que en adelante se le considera una mujer.
Las familias de estas niñas pasan años soñando y planeando la fiesta de quince perfecta. Pero, con la propagación del coronavirus, muchos se vieron obligados a cancelar, posponer o reimaginar ese día tan conmemorativo.
Al cumplir sus quince años el 14 de mayo de este año, Marlena hizo parte de ese grupo. A medida que se acercaba la fecha, podía ver que su quinceañera no iba a suceder.

“Fue bastante decepcionante porque todas mis hermanas tuvieron sus fiestas. Y creo que yo quería sentirme incluida en eso, pero no pude,” expresó Marlena.
La cuarentena no solo afectó a las quinceañeras y a sus familiares, sino también a toda la industria que ha crecido alrededor de estas celebraciones. Una industria que, según Kim Gamez, CEO y fundadora de Mi Padrino, una aplicación móvil para planear eventos tradicionalmente latinos, cuesta alrededor de $7.5 billones.
“La reacción inicial de todos, incluyendo a nuestro equipo, fue de pánico. Sabes, ¿qué vamos a hacer?” dijo Gamez.
Las fiestas de quinceañera frecuentemente se comparan con las bodas. Las mismas implican vestidos extravagantes, salones grandes, servicios de catering, coreografías, música y más, Gamez dice que estas fiestas pueden llegar a costar alrededor de $20,000.
Por ende, los proveedores cuyos negocios giran alrededor de cumplir los sueños de estas quinceañeras, se enfrentaron a situaciones particularmente delicadas.
“Nuestro pobre grupo de proveedores. Muchos de estos negocios son pequeños y no están ahorrando dinero para momentos difíciles,” dijo Gamez. “Cuando todos sus ingresos se redujeron, y tener que devolver los depósitos recibidos, hizo que muchos negocios se fueran a la quiebra.”

Con alrededor de cien fiestas de quince años en Carolina del Norte cada año, los proveedores, como Yolanda Plascencia Sánchez, han sentido de primera mano el impacto económico que ha traído la pandemia del Covid-19.
Vestidos de tul y pedrería se exhiben en el almacén de Plascencia Sánchez, Yolanda's Creations en Charlotte, al tiempo que centros de mesa y decoraciones llenan los estantes. La tienda está llena de todo lo que una quinceañera necesita.
Sin embargo, cuando la pandemia llegó a Carolina del Norte, Plascencia Sánchez tuvo que cerrar sus puertas por algunos meses, lo cual la dejó en una difícil situación económica.
“Nosotros dependemos solamente de las fiestas. Y no tenemos ninguna otra entrada de dinero, solamente lo de las fiestas. Si no hay fiestas no hay ventas,” Plascencia Sánchez explicó. “Fue devastador porque realmente hay fiestas paradas por todos lados, o sea, nadie volvió a hacer ninguna fiesta.”
Al igual que Plascencia Sánchez, Mary Romero Báez también sintió los devastadores efectos de las cancelaciones de las fiestas de quinceañeras.
Romero Báez es la dueña de Sueños de Primavera, un negocio de coreografía en el que ella le enseña a las quinceañeras, y al resto de su cortejo, los bailes tradicionales que realizarán el día de la fiesta.
“Trabajo bien duro, que desgraciadamente ahorita se vio afectado, pero pues aquí seguimos echándole ganas'', contó Romero Báez.
Según Romero Báez, la mayoría de las quinceañeras con la que ella iba a trabajar este año han cancelado o cambiado la fecha de sus fiestas. Pero, hace unos meses retomó los ensayos y espera que su primera clienta celebre su quinceañera el mes entrante.

Yolanda’s Creations también volvió a abrir sus puertas hace unos meses. Plascencia Sánchez dice que si no hubiese sido por los préstamos que obtuvo por parte del gobierno, se hubiese visto obligada a cerrar el negocio por completo. Sin embargo, aunque ya volvió a abrir, dice que su negocio no ha vuelto a la normalidad.
Plascencia Sánchez dijo que en los primeros meses después de reabrir su negocio, no vendió casi nada. Contó que recientemente, un cliente fue al almacén para que su hija se pudiera medir un vestido. Ella empacó el vestido, pero en ese momento la clienta le dijo que no tenía dinero y por ende no se podría llevar el vestido.
Según cuenta, las quinceañeras que compran vestidos en su tienda pagan entre $700 y $1500. Sin embargo, desde que comenzó la pandemia, dice que sus clientes no están dispuestos a pagar más de $600.
“La gente no quiere pagar todo ese dinero,” dijo. “No puede pagar todo ese dinero.”
Afortunadamente, Marlena Modica ya tenía su vestido. El que su abuela le había comprado a sus hermanas.

Su mamá, Mayra Modica, sabía que quería que el día del cumpleaños de Marlena fuera especial y memorable, por lo que se ideó una manera para que Marlena celebrara su quinceañera incorporando las tradiciones familiares con el distanciamiento social.
“El día de mi quinceañera, en mi casa, fue como una montaña rusa de emociones, porque fueron tantas sorpresas que no me esperaba'', contó Marlena sobre el día de su cumpleaños. “Ese día fue muy especial para mí.”
Marlena se maquilló y se peinó profesionalmente, se puso el vestido blanco y salió a su jardín para lo que ella pensaba sería una sesión de fotos programada por su madre. Durante esta sesión, una caravana de carros con sus familiares y amigos pasó por su calle pitando y saludando a la cumpleañera.
“Lloré demasiado durante ese momento porque no me lo esperaba para nada. Me hizo sentir que toda mi familia estaba conmigo,” dijo Marlena.
Una de las personas que se encontraba en aquella fila de carros era su abuela. Marlena no la había visto desde hace meses por la pandemia. Su abuela iba a saludarla de lejos en su carro, pero no pudo resistir. Arriesgándose, se bajó de su carro para abrazar a su nieta.
“Honestamente, fue uno de los mejores días de mi vida,” dijo Marlena.
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Este artículo es parte de una serie colaborativa que examina el impacto económico del COVID-19 en las comunidades afroamericanas y latinas. La serie se produce a través de una colaboración entre WFAE, Charlotte Ledger, QCity Metro, y La Noticia. Cuenta con el apoyo de fondos de Facebook, el Fondo del Laboratorio de Noticias Locales de Carolina del Norte (NC Local News Lab Fund), Google, y los miembros de WFAE.