La muerte era importante en las culturas mesoamericanas. Al inframundo lo llamaban Mictlán, y Mictlantecuhtli era el señor de la muerte.
El destino final de las personas estaba determinado por la conducta desarrollada en la vida. De estas épocas viene la relación que el mexicano tiene con la muerte. El ritual del Día de Muertos permite acercarnos sin miedo al destino final, reencontrar a los seres queridos. A la muerte se le tiene miedo, respeto, pero nos acercamos a ella, nos reímos para ocultar el temor.
¿Cómo se dividía el inframundo?
Para los mexicas, el Mictlán era el lugar de los muertos, donde los fallecidos atravesaban durante cuatro años un proceso para dejar el cuerpo y las emociones a su paso.
Había nueve niveles que eran obstáculos que las personas debían superar. En el primero, por ejemplo, había un río que las personas cruzaban con ayuda de un xoloitzcuintle, un perro sin pelo emblemático de México.
Después, se metían a cuevas, escalaban montañas de obsidiana, resistían fríos vientos, perdían la fuerza de gravedad, recibían flechazos, entre otras acciones.
El último nivel representaba el paso de nueve ríos y era como encontrarse con todas las emociones, en un proceso de purificación.
¿Cómo celebran normalmente las familias hoy día?
En la ofrenda se tiene la participación de todos los miembros de la familia. Será un lugar de veneración. Al final de la conmemoración, la familia procede a comer la ofrenda, que también fue tomada, en esencia, por los difuntos de la familia. A nivel social, los mexicanos la expresan de una manera divertida mediante pequeñas rimas llamadas “calaveritas” en donde en tono burlón hablan de varios personajes y de su muerte.