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"Me siento linda, con mi cabeza rapada. Dios me dio la vida, y eso es lo que importa”, dice la sobreviviente de cáncer Carolina Piña a La Noticia (Foto: La Noticia).

La pérdida de cabello es una de las transformaciones más visibles que enfrenta una persona que realiza un tratamiento contra el cáncer y para algunos, también es la más dolorosa. Sin embargo, para Carolina Piña este es un recuerdo de que vive plenamente tras haber superado el cáncer de mama y con orgullo acepta su realidad, pero además la utiliza para motivar a otros. 

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“Jamás imaginé que me iba a dar cáncer”

Carolina es una venezolana que vive en Charlotte desde hace menos de dos años. Emigró de Venezuela a Panamá en el 2016, buscando un mejor futuro para su familia, pero con la llegada de la pandemia fue difícil conseguir y conservar un trabajo. Decidió iniciar de nuevo en Carolina del Norte en diciembre del 2022, donde viven algunos de sus familiares.

Como todo comienzo, fue difícil. Sin embargo, poco a poco ya la familia se había adaptado a esta nueva realidad, hasta que la historia dio un giro inesperado en este 2024. En marzo de este año, Carolina sintió un bulto en su seno derecho y acudió al médico, quien tras realizarle la mamografía ordenó una biopsia.

Hasta ese momento pensó que todo estaba bien, ya que no tiene antecedentes de familiares con cáncer y seis meses atrás se había realizado una mamografía que no mostró ninguna señal de alarma.

Jamás imaginé que me iba a dar cáncer y menos habiéndome hecho dos mamografías que salieron bien solo en menos de ocho meses”, dijo a La Noticia.

Su fe y su familia la acompañaron durante el tratamiento

Días después de la biopsia, la llamaron para decirle que tenía carcinoma ductal invasivo. Sobre cómo vivió ese momento de enterarse de su diagnóstico, comentó:

Fue el 2 de abril en la mañana, aún no se me olvida. Yo iba camino al trabajo y me llama un intérprete para decirme que me habían diagnosticado carcinoma ductal invasivo. Yo solo escuché, terminé la conversación, seguí trabajando y, cuando llego a mi casa, le digo a mi esposo: 'tengo cáncer'”.

Carolina asegura que su fortaleza radica en su amor por su fe y su familia. Su esposo Larry y sus hijos: Sofía y Larry Jose. “Pensé en ellos y le pedí a Dios que se hiciera su voluntad”, afirma con voz firme.

La carga financiera fue una preocupación

Desde ese día, su vida cambió radicalmente. Se propuso cuidar su alimentación y mantener una actitud positiva. “A pesar de lo que estaba pasando, seguí riendo, trabajando y disfrutando cada momento con mis hijos”.

El diagnóstico fue solo el comienzo de un intenso viaje médico que incluyó múltiples estudios, resonancias, ultrasonidos, una biopsia en el brazo derecho, quimioterapia y una mastectomía. El cáncer estaba en la tercera fase, que es cuando los tumores son más grandes o se propagan a los tejidos o ganglios cercanos.

A lo largo del tratamiento, una de las preocupaciones de Carolina era que su enfermedad afectara la economía en casa.

Un desafío cuando uno recién llega al país es que uno se pregunta cómo voy a pagar estos tratamientos que me toca, pero tener seguro me ayudó porque nunca me han dejado de hacer mis tratamientos y las facturas que me han llegado las hemos podido pagar en cuotas”, dijo.

“Yo acepté lo que estaba viviendo y me rapé”

Carolina comenzó a informarse más sobre el cáncer y cómo se vive el tratamiento. Mientras más investigaba y escuchaba, más fácil se le hizo aceptar esa nueva realidad.

Yo acepté lo que estaba viviendo y me rapé mi cabeza antes de la isquemia, porque me habían comentado que era más doloroso cuando se cayera el cabello solo, así que me rapé mi cabeza un día antes de mi quimio. Y cuando el pelo se me cayó, yo le dije a mis hijos: Lo importante es que mamá está con ustedes, los puede tocar, los puede besar y los puede abrazar”, recuerda.

Su prima, en un acto de solidaridad, decidió raparse la cabeza junto a ella. En mayo comenzaron a realizarle quimioterapias. Fue cuando comenzó a padecer de los efectos secundarios. Debido a esto dejó de trabajar limpiando casas y el apoyo de la familia fue fundamental.

Las quimios no me permitieron trabajar porque me agotaban. Los efectos secundarios duraban hasta 8 o 9 días, pero igual me levantaba, salía, llevaba a los niños al colegio, compartía con ellos. Tuve mucha gente a mi alrededor que me ayudó. Mi hija, a sus 15 años, empezó a cocinar en casa, mientras mi esposo, como se quedó sin trabajo, estaba haciendo ‘deliverys’ y mi hijo, en todo momento, estaba pendiente de que me tomara las pastillas, de darme agua y de atenderme. Siento que a ellos también les tocó madurar y vivieron conmigo este proceso”.

A lo largo de su tratamiento, Carolina se unió a un grupo de apoyo en la Casa Rosada, donde encontró personas que compartían su experiencia de sobrevivir al cáncer.

No me sentí deprimida porque tenía a muchísima gente apoyándome en todo momento, tanto emocionalmente como espiritualmente y económicamente”, agradeció. 

En agosto terminaron sus quimioterapias.

Convirtió sus cicatrices en un símbolo de fortaleza

Me hicieron otra vez nuevamente los estudios y estos arrojaron que todo estaba bien. Sin embargo, había que seguir con el proceso y el 26 de septiembre me hicieron la mastectomía. Yo decidí quitarme los dos senos por tranquilidad y ni siquiera estoy pensando en la reconstrucción”, contó. 

Su aceptación de la situación, incluso sin senos, resuena en su voz y relata cómo las cicatrices y el no tener cabello son un recordatorio de que está viva, por eso opta por no llevar peluca.

Me siento linda, con mi cabeza rapada. Dios me dio la vida, y eso es lo que importa”, dice con orgullo.

Actualmente, Carolina continúa con su proceso de recuperación. Cada tres semanas le realizan inmunoterapias, luego serán radioterapias y, por último, dentro de seis a siete meses la reconstrucción de los senos. Su mensaje para las mujeres es priorizar la prevención para que puedan tratar el cáncer con tiempo, si es su caso.

Que se toquen, para que no les toque. También me gustaría decirle a quienes están padeciendo algo como eso, que no estén tristes, que se llenen de mensajes positivos, que crean mucho en Dios, que se llenen de valor y de fuerza, y traten de hacer su vida normal, bailar, salir, compartir y disfrutar. Del cáncer he aprendido que tenemos que vivir la vida, que es el día de hoy, y no esperar a lo que pase mañana, porque la vida nos puede cambiar de un momento a otro”, cerró.

Periodista de profesión, ávida lectora por vocación. Tiene un máster en Ciencias Criminológicas de la Universidad del Zulia, Venezuela. Le apasiona conocer nuevas realidades y contarlas.