El sueño americano es más que un sueño; es la necesidad de muchos que se embarcan en la travesía de cruzar la frontera de forma ilegal.
La realidad de países centroamericanos, principalmente, obliga a las personas a exponer sus vidas en arriesgadas transiciones entre México y Estados Unidos. Información de Associated Press permite narrar cómo es esa migración en busca de mejoras.
Cruzar la frontera por el Río Bravo
La Patrulla Fronteriza está recibiendo centenares de personas a diario por Roma, Texas, un nuevo cruce para los migrantes.
Llegan de noche en grupos de alrededor de 100 personas en seis viajes en balsas. Todos llevan bandas de plástico amarillo en las muñecas con la inscripción "Entregas". Se presume que es el mecanismo de los traficantes para coordinar los cruces del río Bravo. Al pisar territorio estadounidense las cientos de bandas caen en el suelo.
En el río un coyote se resiste cuando un agente fronterizo le pide que desembarque a la gente en un sector con arena. Alega que días atrás otro agente le pinchó el bote cuando lo hizo. El funcionario le da garantías y finalmente los desembarcos se producen lejos de las ramas enredadas de la ribera.
“Hay niños abordo”, les grita el coyote a las autoridades.
A medida que los botes se acercan a la ribera los coyotes saltan al agua y comienzan su tarea. Alzan a los menores en sus brazos y toman de la mano a los adultos, que desembarcaban formando una fila. Los migrantes caminaban unos pasos o eran llevados en brazos hasta la orilla, y los coyotes regresaban a la otra orilla para hacer un nuevo viaje, sin pisar tierra firme.
Como agregados del episodio una niña llora porque se le había quedado su teléfono en el bote. Un coyote le dice que no había sido así y ella olvida el asunto. La pequeña lleva escrito el número de teléfono de su madre en Estados Unidos con marcador negro en su camiseta.
Los agentes escoltan a los migrantes casi un kilómetro (media milla) por caminos de tierra hasta las afueras de Roma, donde otros agentes instalados en una mesa plegable examinan sus documentos, toman sus nombres y los destinos a dónde quieren llegar y responden preguntas.
Los menores que viajan solos son separados de las familias y la gente coloca sus pertenencias en bolsas de plástico.
De allí los migrantes pasan a un estacionamiento cercano y se montan en autobuses y camionetas. Se supone que los menores no pueden pasar más de 72 horas bajo la custodia del servicio de Aduanas y Protección Fronteriza, pero a menudo pasan más tiempo porque la agencia de Salud y Servicios Humanos no tiene suficiente espacio.
Ese departamento empezó a alojar menores en el Centro de Convenciones de Dallas y dijo que abrirá instalaciones de emergencia en bases militares de San Antonio, El Paso, San Diego y otros sitios.
Voces de migrantes
Un chico salvadoreño de 17 años narra que se fue de su casa porque se sentía amenazado por pandillas. Agrega que creía que Biden será más tolerante con los migrantes. Cuando se le preguntó cómo sabía cuáles eran las políticas de Biden, respondió: “por lo que dice la gente”.
Maynor Cruz, de 29 años, dijo que las políticas de Biden no incidieron en nada en su decisión de partir de San Pedro Sula, en Honduras, hace unos dos meses, pero que oyó que las familias con hijos menores podían permanecer en Estados Unidos.
Agregó que se sentía feliz de estar en el país tras un peligroso recorrido por México, durante el cual alguien trató de secuestrar a su hija. Partió de Honduras con su esposa e hijos de siete y dos años porque perdió su trabajo en una fábrica de condimentos al estallar la pandemia y su casa fue destruida por una tormenta tropical en noviembre. Pudo recaudar fondos para el viaje a través de familiares que viven en Estados Unidos.
“Es difícil empezar de cero (en Honduras), con lo que se paga allí”, expresó.
Desarrollado por La Noticia con información de AP.