En la primera semana de marzo del 2020 se identificó el primer caso de COVID-19 en Carolina del Norte y en las subsiguientes semanas, el gobierno tomó la decisión de comenzar un período de cuarentena. Creo que en ese momento no pensamos en los estragos que causaría la pandemia en términos de pérdidas de vidas humanas, el impacto en la economía y la salud mental.
Ha sido un año de muchos retos, ajustes a la rutina diaria y de muchas pérdidas. Como toda experiencia de vida, tenemos contrastes. También hemos podido vivir la compasión y la solidaridad de otras personas.
Aunque estamos viendo luz al final del túnel, todavía nos queda un tramo que seguir transitando para poder decir que la prueba de la pandemia está superada.
Comparto algunas de las reflexiones que he tenido durante este año de la pandemia.
La vida es frágil
Más de medio millón de personas han perdido la vida en esta pandemia. No ha discriminado en edad, sexo, raza, o grupo étnico. Hemos perdido amigos/as, hermanos/as, madres, padres, abuelos/as, hijos/as y compañeros/as de trabajo. Es importante recordar a los que hemos perdido y valorar y cuidar a los que hemos sobrevivido.
No demos por sentado que nuestros seres queridos siempre estarán presentes. Podemos perder todo lo material, pero mientras haya un aliento de vida, podemos comenzar de nuevo.
La importancia del sentido de comunidad
Cuando se vive una pandemia es sumamente importante reconocer que las decisiones que se toman a nivel individual puede afectar al resto de la comunidad.
Las decisiones deben tomarse considerando que la comodidad personal o el egoísmo puede ocasionar daño en la comunidad.
Es importante asumir un sentido de comunidad que, aunque sea incómodo a nivel personal, tendrá un beneficio en la comunidad y por ende en nosotros mismos. Por ejemplo, el uso de mascarillas y el distanciamiento social, han sido medidas incómodas a nivel personal, pero con la intensión de beneficiar a nuestra comunidad.
Podemos afrontar las crisis si las transformamos
Cuando nos enfrentamos a una crisis, es importante recordar que las crisis son transitorias y exigen de nosotros resistencia y creatividad para transformar la experiencia de dolor.
Hay personas que han usado la música, el arte, hacer trabajo voluntario ayudando a los más necesitados, entre muchas de las iniciativas que han surgido en la pandemia. La clave es transformar la experiencia que produce dolor en una experiencia de solidaridad y apoyo que nos permita sanar.
Reflexiones en cómo podemos seguir transformando la vivencia de esta pandemia porque ya podemos ver la luz al final del túnel. Para mayor información pueden llamar al 984-974-3795.