Existe un valor objetivo y otro subjetivo de lo que poseemos. Ese valor va más allá del dinero cuando no lo tenemos y anhelamos. En tiempos de crisis descubrimos que hay muchas cosas por las que estamos agradecidos, pero no lo admitimos.
Un dicho muy famoso reza que Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde
. Y es que la prisa con la que recorremos la vida no nos deja ver lo verdaderamente importante. Solemos sentirnos frustrados y tristes por lo que nos hace falta, en lugar de regocijarnos con lo que tenemos.
Esta conducta nos hace darle más valor a lo que forma parte de nuestras metas e ilusiones. Podemos tener un auto, pero si no es el que soñamos nos sentimos vacíos. Se nos hace difícil apreciar aquello que tenemos al alcance de la mano.
Vida y Tiempo: regalos invaluables
Cuando nos falta la salud entendemos cuánto la apreciamos!. Nos volvemos creyentes en la fe, hacemos promesas y pedimos ante el miedo a perder la vida propia o de nuestros seres queridos.
La vida, la salud, el tiempo para compartir en familia son recursos que disfrutamos pero no apreciamos. Los momentos en los que nos toca compartir por necesidad nos aburre. Pero, cuando sentimos la amenaza de ese compartir queremos volver el tiempo atrás.
Nosotros y los objetos materiales
Deshacernos de lo que poseemos nos hace recordar lo que ciertamente cuestan. Es acá donde intervienen el valor objetivo y subjetivo de las cosas. Cuando tenemos que comprar un auto sabemos su precio real. No obstante, si luego vamos a venderlo sentimos que vale más de lo que pagamos por él.
Esto se debe a que en esos instantes de renuncia es cuando sentimos la satisfacción de nuestros esfuerzos. Es el momento en que somos capaces de sentir orgullo y afecto por lo material.
Lo esencial es invisible a los ojos
, dice El Principito. La vida se trata de atesorar los espacios que podemos compartir. Disfrutemos de ellos y aprendamos a saborear los regalos que poseemos. Entendamos el valor del aquí y el ahora.