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Nuestra fascinación para erigir monumentos que conmemoran ciertos personajes o eventos, nos lleva al inevitable debate sobre la movilidad de la historia. Con esto en mente y frente a la defensa apasionada del presidente Donald Trump de que se mantengan monumentos confederados, y al chocante respaldo que ofreció a grupos de supremacía blanca, vale la pena echar un vistazo a la historia de estas estatuas y su simbolismo en nuestros días.

La evidencia histórica es clara y abrumadora, la esclavitud fue la principal causa de la Guerra Civil (1861 – 1865). Una vez que Abraham Lincoln fue elegido presidente, varios estados del Sur firmaron documentos de secesión con los cuales se separaban de Estados Unidos. En la mayoría de estos documentos se pueden encontrar frases asegurando que el motivo de esta separación del país fue para proteger su “peculiar institución” de la esclavitud.

Los monumentos confederados celebran a personajes que dieron sus vidas para mantener la esclavitud y que lucharon para separarse de Estados Unidos, durante la Guerra Civil.

Hoy, muchas personas en el Sur se niegan a creer esta repugnante realidad histórica, e intentan cambiar los hechos injertando otras causas. Pero ¿qué dicen los registros de la época?

Alexander H. Stephens, vicepresidente de los Estados Confederados dijo el 21 de marzo de 1861, en su famoso discurso de presentación de la constitución de estos estados rebeldes, que este documento “corrigió el error” estipulado en la Declaración de Independencia en donde se asegura que “todos los hombres son creados iguales”.

Stephens agregó: “Nuestro nuevo gobierno se basa exactamente en las ideas opuestas; sus fundamentos están puestos, su piedra angular descansa, sobre la gran verdad de que el negro no es igual al blanco; que la esclavitud y la subordinación a una raza superior, es su condición natural y normal”. ¿Cómo una persona en su sano juicio (y en el siglo XXI) puede identificarse con ideas como ésta?

La mayoría de estatuas confederadas presentes en decenas de lugares públicos a lo largo del sur del país, no son reliquias de la guerra, fueron colocadas por autoridades locales durante la era de la segregación racial que vivió el país en la primera parte del siglo XX, como una manera de manifestar pública y visiblemente la postura racista que prevaleció en esa era. Debido a todo esto, en nuestros días se ha despertado un movimiento para remover estos monumentos de lugares públicos y llevarlos a museos. Esto estaba planeado que ocurriese en Charlottesville, Virginia.

El 11 y 12 de agosto ocurrieron protestas en Charlottesville, convocadas por miembros del KKK, neonazis y supremacistas blancos, quienes defienden la presencia de estos monumentos confederados. Al lugar también acudieron contramanifestantes. Un supremacista blanco estrelló su auto contra un grupo de contramanifestantes, provocando la muerte de una joven.

Pese a esto, el presidente Trump aseguró que habían “buenas personas” marchando junto a los miembros del KKK, neonazis y supremacistas blancos. Lo cierto es que quienes marchen junto a estos grupos de odio, no pueden ser “buenas personas”. Un presidente que directa o indirectamente defiende a estos grupos de odio tampoco puede ser una buena persona. El silencio de sus coidearios frente a esto es preocupante.

Aplaudimos el llamado hecho el 15 de agosto por el gobernador de Carolina del Norte, Roy Cooper, quien pidió remover todos los monumentos confederados del estado. “No podemos seguir glorificando una guerra contra los Estados Unidos de América en dónde se luchó en defensa de la esclavitud. Debemos bajar estos monumentos”, dijo el gobernador.

Periodista, editor, asesor, y presentador. De 2016 a 2019 el periodista más galardonado en Estados Unidos por los Premios José Martí. Autor del best seller: ¿Cómo leer a las personas? dbarahona@lanoticia.com

One reply on “¿Qué tan malo es tener monumentos en honor a los confederados?”