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El fiscal general, Jeff Sessions, hizo un llamado al Congreso para que endurezcan las normas para obtener asilo en Estados Unidos, ya que según el funcionario, el sistema actual está lleno de “abuso y fraude desenfrenado”. Analicemos esta premisa.

Es innegable que algunas personas buscan abusar del sistema de asilos, pero esto no nos debe alejar del propósito para el cual fue creado: ofrecer un refugio que puede salvar vidas inocentes.

Actualmente es muy difícil obtener un asilo, existen una serie de requisitos estrictos que alejan de esta salvaguardia a personas quienes dependen de esta opción para sobrevivir. Veamos solamente un ejemplo:

Hace algunos meses conocí a Humberto, un joven salvadoreño quien llegó recientemente a Carolina del Norte. Un año atrás, Humberto trabajaba junto con dos de sus amigos en el sector de la construcción en su país natal. Un día, un hombre les ofreció trabajo. Debían pintar toda la fachada exterior de un edificio, la cual estaba llena de grafitis. El trabajo no tomaría más de tres días y la paga parecía justa.

El primer día del trabajo transcurrió con normalidad, excepto por un vehículo sospechoso que parecía dar vueltas por la zona. Los tres amigos regresaron a sus labores de pintura al día siguiente, pero casi al final de la jornada, de un vehículo salieron dos pandilleros, quienes les dijeron a los trabajadores que salieran del lugar y no regresaran.

A la mañana siguiente, los amigos se debatían entre no regresar a trabajar y quedarse si su salario, o volver. Ellos no se intimidaron y fueron al tercer día a finalizar la obra.

Al final de la jornada y una vez que cobraron sus honorarios, decidieron celebrar paseando por un río cercano. Humberto se separó del grupo pues tenía que dejar primero el dinero donde su mamá, a quien le urgía hacer un pago, luego los alcanzaría en el río. Mientras caminaba escuchó a la distancia disparos. Los pandilleros habían matado a sus amigos en el río.

Preso del pánico, Humberto llegó a su casa y contó lo ocurrido a su madre. Ella le pidió que huyera, pues era muy probable que los pandilleros fueran a buscarlo, así que tomó sus pertenencias, unos pocos ahorros y emprendió el camino hacia Estados Unidos.

Al cabo de unas semanas cruzó la frontera y llegó hasta Carolina del Norte en donde viven algunos de sus familiares, quienes le sugirieron que pidiera un asilo con la ayuda de un abogado.

La única evidencia que tiene Humberto para probar que su vida corre peligro fue un recorte del periódico local, que le mandó su madre, en donde se narra este horrendo incidente, además de un escueto informe policial gracias a la denuncia de familiares de los difuntos amigos.

Los perpetradores de este crimen nunca fueron arrestados, de hecho en varias ocaciones se ha visto un vehículo sospechoso rondando por la casa de Humberto.

¿Puede calificar este inmigrante para un asilo? La respuesta es incierta, pues su caso no tiene suficientes pruebas para los tribunales migratorios, especialmente para la Corte de Inmigración de Charlotte, la cual sirve a las Carolinas, en donde están dos de los jueces con la más baja tasa de aprobación de casos de asilo del país.

Varios abogados nos han comentado que ser amenazado de muerte por pandilleros ya no es un “argumento de peso” para la Corte de Inmigración de Charlotte.

¿Qué debe hacer Humberto? Regresar a El Salvador no es una opción para él. ¿Debemos ser indiferentes y poner su vida en peligro?

Como él miles de desgarradoras historias se deciden en los tribunales de inmigración del país. No podemos poner en peligro estas vidas, por el abuso de unos pocos. No podemos dejar de lado nuestro lado compasivo hacia los inmigrantes.

Históricamente se ha demostrado que esta compasión ha traído frutos, recordemos que personajes como: Sigmund Freud, Albert Einstein, Henry Kissinger, Madeleine Albright, Gloria Estefan, entre muchos otros, fueron refugiados.

Periodista, editor, asesor, y presentador. De 2016 a 2019 el periodista más galardonado en Estados Unidos por los Premios José Martí. Autor del best seller: ¿Cómo leer a las personas? dbarahona@lanoticia.com