Esta es la segunda parte de una serie. Lee la primera parte aquí.
Moverse por la ciudad no es fácil para Karina, una venezolana de 36 años que llegó al área de Charlotte este verano. Sus dos hijos mayores van a la escuela en el bus escolar, y a veces los vecinos ofrecen paseos al Dollar Store.
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Pero para la mayoría de las salidas, Karina camina. Y es que como solicitante de asilo, al comienzo de un proceso de inmigración de varios años, no califica para obtener una licencia de conducir en Carolina del Norte.
No hay paradas de autobús público cerca del tráiler, donde Karina y su familia han estado viviendo en las afueras de Kannapolis, y la caminata hasta la ciudad dura aproximadamente una hora.
“Pero nos toca”, dijo Karina. “Tenemos que defendernos solos.”
Ella lo ve como parte del sacrificio de comenzar una nueva vida en los Estados Unidos. Hace unos meses, Karina, su esposo y sus tres hijos no tenían hogar y caminaban de caridad en caridad en Charlotte para encontrar ayuda.
Así fue como terminaron en la Coalición Latinoamericana.
Preparándose para el final del Título 42
José Hernández-París, director de la Coalición, está preocupado de que la ciudad pronto enfrente miles de casos como el de Karina: personas sin contactos locales y que necesitan apoyo sustancial.
“En este momento, tenemos que cambiar nuestros servicios como si fuéramos un estado fronterizo. Tenemos que adaptar la forma en que entregamos servicios y a quién se los entregamos”, dijo Hernández-París. “Vamos a tener que seleccionar los de la mayor necesidad, lo que dejará fuera a algunas familias”.
El temor de Hernández-París, de que una ola migratoria significativa afecte a Charlotte, no es infundado. Por orden de una corte federal, se espera en diciembre que Estados Unidos termine con el uso del Título 42, la medida de emergencia sanitaria implementada bajo la administración de Trump para expulsar a los solicitantes de asilo en la frontera.
El fin de la política podría dar lugar a miles de solicitudes de asilo adicionales por día de personas que hasta ahora han sido bloqueadas para cruzar a los Estados Unidos.
“Lo interesante es que tuvimos una conversación con el Departamento de Seguridad Nacional, con su oficina de Control de Inmigración y Aduanas [ICE, por su sigla en inglés] hace unos días, y nos dijeron que estaban buscando lugares en el interior que puedan albergar a más familias”, dijo Hernández-París. “Las ONG en la frontera están llenas y ICE está tratando de ayudarlas a ubicar sitios donde puedan enviar personas”.
El oficial que llamó quería saber cuántos miles de inmigrantes podría acoger la Coalición.
"Tenemos miedo"
“Tenemos miedo en el sentido de que ya estamos al máximo de nuestra capacidad”, dijo Hernández-París. “En cualquier momento, esto podría multiplicarse por diez. Entonces, estoy hablando con el condado, la ciudad y los socios para ver cómo podemos estar preparados tanto como podamos para ayudar de manera proactiva a estas familias”.
Buscando ayuda
Cuando Karina y su familia llegaron a la oficina de la Coalición en julio, eran entre cientos de casos, no miles. E incluso entonces, encontrar recursos fue difícil.
Como venezolanos, se les permitió cruzar la frontera entre Estados Unidos y México este verano y continuar con sus casos de asilo. Pero no tenían dinero y nunca habían oído hablar de Charlotte, la ciudad que les asignaron los agentes de la patrulla fronteriza en Texas.
"Yo veo Charlotte”, dijo. “¿Charlotte qué? ¿En Charlotte quién? Nadie".
Pensaron, al menos, que podrían encontrar refugio en la ciudad.
En las estaciones de autobuses, se conectaron con grupos de caridad que los ayudaron a conseguir boletos para Carolina del Norte. Una vez en Charlotte, fueron recibidos por un buen samaritano en la estación de autobuses Greyhound, donde pasaron su primera noche.
Karina vio cómo la mujer hizo todo lo posible para buscar ayuda. Ella hizo llamadas telefónicas. Se puso en contacto con organizaciones benéficas. Escribió sus contactos en las redes sociales. Pero no pudo encontrar ningún lugar donde la familia pudiera dormir. Ella sugirió una iglesia local, pero allí tampoco pudieron obtener la ayuda que necesitaban.
Entonces, la familia comenzó a caminar hacia otras organizaciones benéficas que Karina y su esposo encontraron usando su teléfono celular. “Ya habíamos caminado días atrás”, dijo.
Terminaron en la Coalición, donde encontraron más personas que estaban dispuestas a ayudar. Se les ofreció comida.
“Trataban también de buscar aquí y allá”, dijo. “Pero les trancaba también, no podemos hacer mucho. Estamos atados de manos". Dondequiera que lo intentaron, se quedaron cortos.
"Dios nos apretó un poquito, pero ya nos iba soltando"
Fue entonces cuando sonó el teléfono de su marido. Un amigo tenía un contacto que conocía a otra familia inmigrante en el área de Charlotte y ellos podían ofrecerle alojamiento.
“Sentimos ya la tranquilidad, como que esta noche ya vamos a descansar, ya ahora sí nos vamos a establecer”, dijo. “Dios nos apretó un poquito, pero ya nos iba soltando por aquí de otra manera.”
Ese mensaje es cómo terminaron en Kannapolis, lejos de la mayoría de los servicios, pero con un techo sobre sus cabezas.
En el tráiler donde residen ahora, la familia comparte un dormitorio con tres colchones. Al otro lado, un albañil adolescente ocupa una segunda habitación.
Si bien los días en el tráiler pueden ser largos y solitarios para Karina, los fines de semana reciben visitas de la familia inmigrante que les ofreció la propiedad. La esposa y los niños se acercan para ponerse al día y ver cómo están.
Para citas importantes, como reuniones con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, aprovechan para pasar el día en Charlotte.
Todo se puede en Día de Acción de Gracias
Un sábado recién era uno de esos días. La familia pidió un favor a un contacto que conduce un taxi para que pudieran asistir al primer Día de Acción de Gracias para migrantes de la Coalición.
Estaban entre unos 100 migrantes recién llegados e invitados a la oficina para acceder a controles de salud gratuitos, ropa de invierno y comida.
Hernández-París dijo que el día también trató sobre la intervención temprana para evitar que los migrantes sean víctimas de estafas y delitos.
“Se aprovecha de la gente que está desesperada. Estamos tratando de intervenir”, dijo. “Mucho de esto es, intervengamos antes de que se conviertan en víctimas. Es por eso que incluso la policía de Charlotte está aquí”.
También hay una gran necesidad de servicios de salud mental.
“Hay traumas de los que no se habla porque son muy personales”, dijo Hernández-París. “Uno de ellos es la violencia sexual. Nos estamos dando cuenta de que un gran número de mujeres han pasado por algún tipo de violencia sexual”.
Las necesidades son tan inmensas que el personal de la Coalición también siente la presión.
“Parte del personal le estaba explicando lo que hace a la gerencia del condado. Empezó a llorar”, dijo. “Es un poco abrumador y tienen miedo… A veces me llaman y son las 5:30 y tenemos una familia aquí. No tenemos adónde enviarlos”.
Hernández-París dijo que tiene la esperanza de que el condado reconozca la creciente necesidad y dé un paso al frente para ofrecer apoyo. Antes de la reunión, la división de vivienda y personas sin hogar del condado indicó que no tenían conocimiento de ningún papel oficial que el condado estuviera desempeñando para abordar las necesidades de los inmigrantes.
Esta historia fue producida mediante una colaboración entre WFAE y La Noticia. Puedes leerla en inglés en WFAE. This story is available in English on WFAE.