Históricamente, los republicanos no admitían mayor intervención del Estado en el quehacer de los mercados en comparación con los demócratas. Sin embargo, la llegada de Trump ha dejado este principio obsoleto.
Entre las principales propuestas de Trump está el establecimiento de barreras comerciales para proteger la industria local y el consecuente empleo que esto generaría. Esto no encaja fácilmente en los preceptos de David Ricardo, Adam Smith y otros defensores del mercado perfectamente competitivo. A su vez, la intervención en el mercado energético, al producir más petróleo localmente para proveer energía a mejores precios en Estados Unidos, es otra señal de alejamiento de las ideas de la “mano invisible”.
En lugar de confiar en el mercado para regularse solo, Trump aboga por un papel más activo del gobierno en ciertos sectores estratégicos.
Este cambio de paradigma dentro del discurso conservador refleja una evolución significativa en las estrategias políticas del Partido Republicano.
Mientras que históricamente los republicanos se alineaban con los principios de “laissez-faire”, la administración de Trump trajo una reinterpretación de estos valores. El enfoque en las barreras comerciales y la intervención estatal en sectores clave, como la energía, introduce una paradoja dentro de las raíces ideológicas del partido. Estas medidas, que en otro tiempo podrían haber sido consideradas "antiliberales", son ahora parte central de su propuesta política.
¿El Estado debe intervenir en los mercados?
Esto nos lleva a un consenso implícito. Tanto republicanos como demócratas reconocen que el Estado debe intervenir en los mercados para garantizar el bienestar de la población, al menos en sectores clave.
Este punto de convergencia sugiere que la visión tradicional del capitalismo de mercado puro, sin intervención gubernamental, está perdiendo fuerza en ambos lados del espectro político. No obstante, queda por ver si, en la práctica, estas propuestas realmente se materializan de la forma planteada.
Por otro lado, este nuevo enfoque también pone de relieve que las posturas sobre la intervención estatal no siempre son fruto de convicciones ideológicas profundas, sino de cálculos políticos. En muchos casos, la retórica se ajusta más a la demanda del electorado que a una fidelidad ideológica.
Dicho de otra forma, los conservadores pueden haber adoptado estos enfoques proteccionistas y estatistas porque son eficaces para movilizar el apoyo de un electorado afectado por la globalización, y no necesariamente porque hayan abandonado las ideas liberales clásicas.
Giro hacia el populismo
Este giro hacia el populismo no es exclusivo de Estados Unidos; de hecho, refleja tendencias globales. Las políticas proteccionistas y populistas han emergido en muchos países como respuesta a las crecientes desigualdades y el descontento con la globalización. Lo que esto demuestra es que, independientemente del país o el contexto, las fronteras ideológicas son más flexibles de lo que se pensaba. Los políticos tienden a ajustar su discurso en función de las realidades del mercado electoral.
Finalmente, este cambio en el discurso político en Estados Unidos puede ser visto como algo positivo, ya que centra la discusión en el individuo y en su bienestar, por encima de las doctrinas ideológicas.
Al final del día, la política, en su mejor forma, debería siempre buscar garantizar los intereses de los ciudadanos. Es alentador ver que incluso en discursos antes rígidos, las necesidades del individuo están tomando un lugar central.
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