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La Adoración al Santísimo Sacramento del Altar es una tradición que los fieles practican en sus visitas a la iglesia, cuando llevan oraciones para pedir o agradecer. Esta devoción es una forma de honrar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía y de profundizar en la fe católica.

Durante la Semana Santa, el Jueves Santo es el día de adoración al Santísimo Sacramento, durante la visita de los 7 templos. Sin embargo, esta práctica también se lleva a cabo en otros momentos en los que se busca una íntima conversación con Dios.

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¿Qué es el Santísimo Sacramento?

El Santísimo Sacramento es una creencia y un sacramento de la Iglesia Católica, que se refiere a la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino consagrados durante la Eucaristía.

Según la doctrina católica, durante la consagración del pan y el vino en la misa, estos se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, manteniendo su aspecto físico, pero con una realidad espiritual distinta.

El Santísimo Sacramento es un elemento fundamental de la fe, y es considerado el centro de la vida sacramental. La Eucaristía se celebra en la mayoría de las misas católicas, y los fieles creen que al recibir el pan y el vino consagrados, reciben la presencia de Jesucristo en sus vidas.

¿Qué es la Adoración al Santísimo Sacramento del Altar?

La Adoración al Santísimo Sacramento del Altar es una práctica religiosa católica en la que se adora y venera la presencia de Jesucristo en la hostia consagrada durante la celebración de la Eucaristía. La Eucaristía es uno de los siete sacramentos de la Iglesia Católica y representa el cuerpo y la sangre de Cristo.

Esta tradición se realiza típicamente en una iglesia o capilla donde se exhibe la hostia consagrada en un ostensorio o un sagrario para la adoración y veneración de los fieles. Durante este tiempo de adoración, los fieles pueden meditar, rezar, hacer peticiones y expresar su amor y agradecimiento a Jesucristo en la Eucaristía.

Oraciones de Adoración al Santísimo Sacramento del Altar

–– 1 ––

Eterno Padre, yo te agradezco porque Tu infinito Amor me ha salvado, aun contra mi propia voluntad. Gracias, Padre mío, por Tu inmensa paciencia que me ha esperado. Gracias, Dios mío, por Tu inconmensurable compasión que tuvo piedad de mí. La única recompensa que puedo darte en retribución de todo lo que me has dado es mi debilidad, mi dolor y mi miseria.

Estoy delante de Ti, Espíritu de Amor, que eres fuego inextinguible y quiero permanecer en tu adorable presencia, quiero reparar mis culpas, renovarme en el fervor de mi consagración y entregarte mi homenaje de alabanza y adoración.

Jesús bendito, estoy frente a Ti y quiero arrancar a Tu Divino Corazón innumerables gracias para mí y para todas las almas, para la Santa Iglesia, tus sacerdotes y religiosos. Permite, oh Jesús, que estas horas sean verdaderamente horas de intimidad, horas de amor en las cuales me sea dado recibir todas las gracias que Tu Corazón divino me tiene reservadas.

Virgen María, Madre de Dios y Madre mía, me uno a Ti y te suplico, me hagas partícipe de los sentimientos de Tu Corazón Inmaculado.

¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de todos los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pobres pecadores.

–– 2 ––

Te adoro Señor, en mi alma y en mi espíritu, ese soplo de tu aliento inmortal que me ha dado la vida y me ha creado en tu imagen. Esa presencia santa que es una chispa de la Divinidad, una llama del Fuego Divino del Amor Eterno, un rayito de la luz de tu Divinidad.

Te adoro Señor, en todas las almas, desde Adán y Eva en todas las generaciones pasadas, presentes y futuras.

Te adoro Señor, en las almas que han recibido los Sacramentos. En el Bautismo, te adoro en la Gracia Santificante y la Preciosa Sangre que le da luz a nuestras almas. En la Sagrada Eucaristía, te adoro en el alimento que le das a nuestras almas, en la promesa de la resurrección y en el sello de tu Santísimo Nombre.

Señor, séllame con tu Espíritu omnipresente, séllame con tu Santísimo Nombre, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y con la Virgen María, los ángeles y los santos déjame permanecer en tu Presencia para adorarte ahora y siempre. Te adoramos Señor.

–– 3 ––

Señor Jesús, lléname de tu Preciosa Sangre, pues vengo al Padre Santo en tu Nombre. Señor Jesús, permíteme servirme de tu Santa Humanidad y de la Humanidad de la Santísima Virgen María.

En tu Santo Nombre te pido que me unas y selles en tu Preciosa Sangre, para que mi mente sea tu mente, mis pensamientos sean tus pensamientos, mis planes sean tus planes, mis caminos sean tus caminos, mi memoria sea tu memoria, mi entendimiento sea tu entendimiento, mi voluntad sea tu voluntad, mis afectos sean tus afectos, mis deseos sean tus deseos, mi querer sea tu querer y los latidos de mi corazón sean los tuyos.

Señor Jesús, permíteme unirme contigo y con tu Madre Santísima, para que yo vea a través de la luz de sus miradas Jesús y María, para que yo escuche con sus santos oídos, para que yo hable con sus santas palabras, para que mi corazón ame con el amor ardiente de sus corazones, para que mis manos hagan sus obras y mis pies caminen en su querer, voluntad y camino.

Padre amado, vengo ante ti como un cáliz de la Preciosa Sangre de Jesús, como una hostia viva de su Gracia, Misericordia y Amor, como un tabernáculo de su Presencia Eucarística, como un Sol de su Luz, como una imagen de su santidad.

Lléname de tu luz Padre Santo, brilla esa luz de diez mil soles en mi alma. Arde en mi alma con el fuego de tu infinita caridad. Espíritu Santo, agua viva, límpiame toda mancha de pecado.

Que no sea yo Señor, sino Jesús que vive en mí, Cristo que vive en mí. Madrecita Santa, que no sea yo, sino María que vive en mí.

–– 4 ––

Señor, te pido por la conversión de los pecadores, por los moribundos y por las almas de purgatorio, te pido por la conversión y sanación de todos los enfermos y por la salvación de todas las almas.

Pido por las vocaciones sacerdotales y de la vida religiosa. Por todos los sacerdotes para que lleven una vida santa.

Pido por mis intenciones, (...) pongo mi vida en tus manos y me someto a tu Santísima Voluntad, me abandono con completa confianza a tu Divina Providencia. Deseo conocerte, amarte y servirte, pido por el Trabajo de Dios. Por todas las personas que me has enviado y necesitan de tu gracia (...) 

Pido por los que están a punto de caer en tentación, dales tu gracia, Señor.

Pido por los que ya están caídos en el pecado, para que despierten de su pecado, pues sus almas languidecen, son como cadáveres, están muertos. Llámalos Señor. En tu nombre les hablo a todos los que están en pecado capital: Despierta durmiente, levántate de los muertos, y la luz de Cristo te alumbrará Ef. 5:14

–– 5 ––

Padre Eterno, vengo ante ti cubierto con la Preciosa Sangre de Cristo.

Reconozco que soy pecador, te pido perdón por mis pecados y pido perdón en nombre de todos los pecadores.

Reconozco que te hemos ofendido, Señor, te hemos desobedecido y merecemos el castigo eterno, pues las santas heridas de Cristo nos acusan del pecado y de su muerte.

Merecemos los más grandes castigos y aun la condenación, pues somos culpables, pero invocamos tu Divina Misericordia, Compasión y Clemencia.

Perdónanos, Señor, no mires nuestros pecados, sino la Misericordia de tu Hijo Jesús.

Señor Jesús, perdónanos. Lava nuestras almas con tu Preciosa Sangre, saca fuera todo espíritu maligno, límpianos de toda iniquidad, remueve nuestras culpas, remite nuestro castigo, danos tu corazón, limpia todas nuestras manchas y llénanos de tu Espíritu Santo.

Señor, hemos pecado y merecemos el castigo y la reprensión, pero aun así te pedimos que nos des alivio. Ayúdanos con el calentamiento global, remueve todos los gobiernos malignos que están entronados en la injusticia, la corrupción y la mentira, protege a los buenos gobernantes. Protégenos de los grupos armados que andan por todo el mundo, secuestrando, extorsionando, violando y matando. Confúndelos, Señor, conviértelos, Señor. Protégenos de las enfermedades malignas como el Ébola y tantas otras.

Vivimos en una generación maligna, haz cumplir la profecía de Ezequiel. Remueve nuestros corazones de piedra, danos el Sacratísimo Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, límpianos con la Preciosa Sangre de Cristo, saca todos los espíritus malignos, remueve nuestras culpas, remite nuestro castigo, limpia nuestras almas de toda mancha de pecado, sopla tu Espíritu desde los cuatro vientos, renueva nuestras almas y renueva la faz de la tierra. Gracias, Señor.

Padre amado, bendícenos, purifícanos, santifícanos y libéranos para la Gloria de tu Nombre. Séllanos el alma con la Preciosa Sangre de Cristo, con su Santa Imagen Jesús crucificado, con tus atributos: tu Divina Providencia, Voluntad y Misericordia. Séllanos con tu Santísimo Nombre, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; para permanecer en tu Presencia con la Virgen María, con los ángeles y los santos, y para adorarte por toda la eternidad.

Lic. en Comunicación Social. MBA en Mercadeo. CEO de Link BTL. Disfruto de leer y escribir. Soy madre y esposa agradecida con la vida. jgimenez@lanoticia.com