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En más de una ocasión he escuchado esta conversación en medio de la planificación de un evento: “La reunión empieza a las 7:00 p.m., pero digamos a los invitados latinos que es a las 6:00 p.m., para que lleguen a tiempo”. ¿Este tipo de ideas están basadas en estereotipos o realmente somos una cultura que le gusta llegar tarde?

La llegada de la Revolución Industrial en el siglo XIX afectó dramáticamente la forma como los seres humanos nos relacionamos con el tiempo. En sociedades predominantemente agrarias el tiempo era un concepto ligado a largos períodos vinculados con el sol o la luna, mientras que para las nuevas sociedades industriales, con horarios establecidos, se había convertido en un factor económico, de allí la frase “el tiempo es dinero”.

Muchos países tardaron casi un siglo en la transición de una economía agrícola a una economía industrial. Este lento proceso de cambio acarreó ciertas prácticas culturales, como la concepción informal del tiempo. Pero las décadas han pasado, nuestras sociedades han evolucionado y cuesta trabajo pensar que hoy, en pleno siglo XXI, sigamos con una mentalidad que justifique la impuntualidad como una característica de identidad nacional. Desde una perspectiva cultural, no hay países impuntuales, hay personas con mentalidades arcaicas.

Si usted no piensa que la impuntualidad sea cultural y sin embargo le cuesta trabajo llegar a tiempo, puede existir otro factor estudiado por los psicólogos.

En 1979 los investigadores Daniel Kahneman y Amos Tversky teorizaron por primera vez sobre la tendencia de algunas personas a subestimar el tiempo que les toma llevar a cabo una tarea. A esto lo llamaron: La falacia de la planificación.

Esto se refiere a personas que, con buenas intenciones, piensan que realizarán más cosas de las que realmente pueden, en un período de tiempo. ¿Ha conocido a un contratista que le ofreció entregar un trabajo en dos días, pero al cabo de una semana aún no lo ha terminado?

Adicionalmente se debe considerar un factor psicológico sobre la impuntualidad. Quien llega tarde no solo que da a entender que no respeta el tiempo de los demás, sino, que no se respeta a si mismo.

Diana DeLonzor en su libro ‘Never Be Late Again’ advierte: “La impuntualidad afecta su autoestima. La mayoría de las personas que llegan tarde sufren sentimientos de culpa y vergüenza. Aunque nos esforzamos por racionalizar las excusas -culpar a los niños o al tráfico-, en el fondo sabemos que nosotros somos los responsables. La impuntualidad crónica no solo afecta nuestras relaciones con otras personas; remueve nuestra propia autoestima. Nos puede hacer sentir como si no tuviéramos control de nuestras vidas”.

La buena noticia es que existen varias estrategias que nos pueden ayudar a cambiar esta conducta: Si usted tiene problemas para predecir el tiempo que le tomará llevar a cabo una tarea, divídala en varios pasos detallados. Por ejemplo, en lugar de decir: “Tengo que llegar a las 7:00 a.m., por tanto debo salir de casa a las 6:30 a.m., y como me visto rápido, me levantaré a las 6:15 a.m.” Pregúntese ¿Cuánto tiempo le toma realizar tareas como salir de la cama, bañarse, vestirse y desayunar? Una vez que tenga todos esos datos, establezca una hora para levantarse.
No calcule llegar a la hora exacta, pues pueden ocurrir factores fuera de su control, como por ejemplo un embotellamiento de tránsito. Calcule llegar 15 o 20 minutos antes de la hora señalada.

Dé el ejemplo en casa. Llegue a tiempo a la iglesia, a los eventos deportivos, o a las reuniones sociales y familiares, pues no son menos importantes que las reuniones de trabajo. Está en nuestras manos romper los estereotipos.

Periodista, editor, asesor, y presentador. De 2016 a 2019 el periodista más galardonado en Estados Unidos por los Premios José Martí. Autor del best seller: ¿Cómo leer a las personas? dbarahona@lanoticia.com