Los niños en aprietos no siempre escogen ser sinceros. Aprender a decir la verdad pasa por un proceso de educación donde los padres tienen que formar con el ejemplo.
Razones para mentir
Los niños pequeños, hasta al menos los 4 años de edad, ajustan la realidad en lo que bautizamos como mentiras blancas
. Esto ocurre porque aún están en proceso de separar la realidad de la fantasía, pero no con la intención per se de mentir. Sin embargo, siempre es buen momento para cortar de raíz lo que más adelante puede ser un mal hábito.
Por supuesto que antes de ser castigados, señalados o hasta reprendidos los hijos podrían caer en la tentación de mentir. Hay un largo camino que se debe recorrer para mitigar esa intención de no aceptar lo que hemos hecho.
Aprender a decir la verdad
Educar a los hijos en este aprendizaje que los llevará a ser personas veraces pasa por algunas estrategias:
Hablar sobre la verdad
Conversar sobre las ventajas de decir la verdad abre las puertas al criterio que forman nuestros hijos acerca de ese hábito. En este punto podemos apelar a la manera como nos hace sentir si ellos mienten, pero también a cómo sus compañeros, amigos y el resto de su círculo apreciará su transparencia.
Propiciar el diálogo
En lugar de reprender y castigar tenemos que buscar la manera de que haya diálogo con los hijos, a fin de generar confianza a la hora de ser sinceros. Saber que los escucharemos de forma asertiva les permitirá dar el paso de admitir sus equivocaciones. Indagar las razones por las cuales un hijo miente es muy positivo para saber si estamos siendo impulsores de los engaños.
No etiquetar
Escoger las frases correctas para discutir tiene efecto en el resultado. No es lo mismo decirle a nuestros hijos eres un mentiroso
a no debes decir mentiras
. Educar, no etiquetar.
No dar concesiones ante las mentiras
Dejar pasar las ocasiones para hacer un llamado de atención no es la forma correcta de educar. Cada oportunidad, por pequeña que sea la mentira, debe tomarse como un espacio para señalar una mejor forma de actuar. Discernir entre una ocasión que valga la pena y una que no es dar por entendido que está bien mentir de vez en cuando.
Inculcar el temor de Dios
Temor de Dios no es hacer que los hijos sientan miedo, sino que sepan que las acciones correctas lo alegran. Esta es una vía para darle valor universal a la verdad.
Recompensar los actos de sinceridad
Agradecer a los hijos las veces que nos confiesan sus pequeños pecados los impulsa a seguir haciéndolo. La recompensa no se basa en retribuirles con un premio sino simplemente reforzar lo positivo de su acción al admitir un engaño.
Ser modelo de honestidad
Los padres debemos marcar las pautas del aprendizaje en casa. Y no solo cuando se trata de enseñar a decir la verdad, sino con todo. Aparte de que los hijos aprenden lo que ven, es innegable que es imposible hacer que vean el valor de ser sinceros cuando nosotros mentimos.
Mentirle a nuestros hijos, decir mentiras delante de ellos o pedirles que mientan por nosotros son lecciones que ellos repetirán. El problema es que habremos perdido la libertad, autonomía y criterio para juzgarlos y ellos finalmente usarán nuestro ejemplo como excusa de sus acciones.
Valores alternativos: honestidad y responsabilidad
Aprender a decir la verdad deja grandes regalos para la vida. Nuestros hijos no solo serán personas confiables, sino que además aprenderán dos valores fundamentales como lo son la honestidad y la responsabilidad.
La honestidad es maravillosa. Ser honesto es ser digno de poseer amigos que podrán valorar a la persona con semejante don. Se les reconocerá como leales y honrados, títulos que los hará merecedores de ocupar espacios de líderes.
Por otro lado, la responsabilidad es ese poder para admitir lo que hemos hecho, aun cuando nos traiga consecuencias. Este don hablará del compromiso de nuestros hijos con los retos que tengan en la vida.