Está por concluir el Mes de la Hispanidad, mes que se celebra la independencia de varios países de esta región del mundo y toda la cultura latinoamericana. Eso es muy bueno, sin embargo en esta ocasión quiero resaltar la labor de héroes modernos, que están ocultos en las sombras, los inmigrantes trabajadores del campo que viven y trabajan en los Estados Unidos.
Agricultor proveniente de México
Juan es un agricultor, proveniente de México, hace muchos años dejó su tierra para poder solventar sus necesidades básicas de su familia en su pueblo, por consiguiente dejó sola a su esposa e hijos, a los que periódicamente les envía sus remesas para que sigan sobreviviendo y no les falte nada.
En su pueblo incluso tiene una mamá que ya está anciana, a la cual además mantiene y le envía dinero, no solo para su alimento sino también para sus medicinas y para que le compren alguna ropita de vez en cuando.
Todos allá en el pueblo, creen que Juan vive de lo mejor aquí en Estados Unidos, pues él nunca se queja con su familia de sus penumbras pero su vida es muy complicada.
Juan vive con varios otros trabajadores y tienen que compartir un solo galerón, donde en invierno hace mucho frío y en verano hace extremo calor. Varios trabajadores comparten un solo baño y una sola cocinita donde hacen su cafecito.
La rutina de un agricultor latino
Todos los días Juan y sus compañeros se levantan a las cuatro de la mañana, ya para las cinco están en los surcos de hortalizas sacando la cosecha, la cual una vez recogida y empacada por sus compañeros, son enviadas a las bodegas de alimento de donde se distribuyen luego a los supermercados y las tiendas; donde el consumidor compra y come del trabajo de esas manos toscas y llenas de callos por el trabajo duro de todos los días del inmigrante Juan y sus compañeros.
Los días y los años han pasado en el pueblo sin la presencia de Juan. La abuela María murió y Juan lloró solo la tristeza de su perdida. Su hijo Rolando cumplió 15 años y Juan se alegró y celebró con su hijo desde la distancia.
Su hija mayor Lourdes le anunció que se iba a casar y que necesitaba dinero para el traje, la fiesta y para un terrenito que querían comprar para hacer su propia casita. El día de la boda llegó y en un video virtual, de Whats App, Juan entregó la mano de su hija en matrimonio, luego que terminó la fiesta, Juan se fue atrás del galerón para que nadie lo viera y ahí lloró desconsoladamente la ausencia de su familia.
¿Cómo regresar?
Entre su sollozo pensó: “¿Cómo regresar? Si todo lo que tiene mi familia allá, en el pueblo, es porque yo tengo la oportunidad de estar aquí, y mientras tenga fuerzas, seguiré viviendo y trabajando”. Se limpió las lágrimas, se sentó en el suelo y se consoló pensando que aquella boda no podía haber salido tan bien sin su esfuerzo de trabajo al otro lado de la frontera.
Hoy quiero homenajear y darle gracias a todos los trabajadores de campo, los que día a día, así como Juan, sufren pesares en este país.
Ellos han sido olvidados y no se les reconoce su inmensa labor y dedicación, para que nosotros disfrutemos de verduras, carnes y otros productos que son cosechados y cultivados por esas manos inmigrantes, pero que pagan un precio muy alto con sus vidas solitarias, en un país extranjero, donde nadie se acuerda de ellos.
Dios bendiga y prospere a todos los trabajadores del campo, bendiga sus manos y también prospere a sus familias allá en su pueblo.