En 1998, cuando el Huracán Mitch golpeó Honduras, mató a las dos hijas de Martha y destruyó su local de comida.
“Perdí todo — perdí el negocio y perdí a dos de mis criaturas, dos de mis niñas — y eso fue lo que me hizo venirme,” explicó Martha.
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Después de recuperarse de las heridas que sufrió en la tormenta, Martha emigró a Estados Unidos, dejando a sus otros tres hijos con su familia en Honduras. Llegó dos años después, luego de muchos intentos fallidos.
Al comienzo vivió en Nueva York con su hermana y después de dos años pudo traer a sus hijos a Estados Unidos. La familia se mudó a Charlotte en el 2004.
Martha ha estado enviando dinero a su familia en Honduras y España, donde vive su padre, para cubrir sus necesidades desde ese momento. Como la mayoría de los inmigrantes, manda las remesas a través de aplicaciones como MoneyGram y Western Union.
“No solo ayudo a mi papá. Hay muchas personas allá que siempre necesitan de uno y pues hay que estar,” dijo Martha, cuyo nombre completo no estamos utilizando dada su condición de indocumentada.
Mandar remesas es una práctica común para la mayoría de los inmigrantes en Estados Unidos. Estos giros son enviados a sus países de origen para cubrir los costos de vivienda, y otras necesidades, de los miembros de sus familias que se quedaron atrás.
Martha perdió su trabajo haciendo fresas con chocolate, siete meses antes de la pandemia del coronavirus, cuando cerraron la fábrica en la que trabajaba. Mientras que estaba en ese trabajo, Martha vendía carteras, ropa y perfumes, para aumentar sus ingresos. Entre este negocio, y el trabajo de construcción de su esposo, ambos han podido seguir mandando remesas a sus familias.
Pero cuando la pandemia del coronavirus comenzó, la situación financiera de Martha empezó a empeorar. Dice que sus ventas en el 2020 se redujeron a la mitad.
“Muchas de mis clientas me han dejado de comprar porque no tienen trabajo,” comentó Martha.
Pero esta pérdida de ingresos no ha detenido sus remesas. Con el apoyo de su esposo, quien todavía tiene trabajo, Martha ha seguido apoyando económicamente a su familia, sin embargo, ha tenido que reducir la cantidad de dinero que envía. En un año normal, Martha envía $5,000 en remesas. En el 2020, solo pudo girar $2,000.
El esposo de Martha también se ha visto obligado a disminuir sus remesas. Normalmente, le manda $150 semanales a su hija en México, pero en ciertos momentos, durante la pandemia ha tenido que reducirlo a $100 cada dos semanas.
Este dinero es para cubrir la comida, educación, transporte, ropa y cualquier otra necesidad de su hijastra, dice Martha.
Martha perdió su trabajo haciendo fresas con chocolate, siete meses antes de la pandemia del coronavirus, cuando cerraron la fábrica en la que trabajaba. Mientras que estaba en ese trabajo, Martha vendía carteras, ropa y perfumes, para aumentar sus ingresos. Entre este negocio, y el trabajo de construcción de su esposo, ambos han podido seguir mandando remesas a sus familias.
Pero cuando la pandemia del coronavirus comenzó, la situación financiera de Martha empezó a empeorar. Dice que sus ventas en el 2020 se redujeron a la mitad.
“Esto es una cadenita,” explica Martha. “Si a todos nos va bien, a todos nos va bien. Y si nos va mal, al que provee, le va mal a todos.”
Los inmigrantes suelen mandar remesas porque los familiares, en sus países de origen, no tienen suficiente dinero para sobrevivir.
Como a Martha y su esposo, la pandemia ha forzado a los inmigrantes en Estados Unidos a reducir la cantidad de dinero que mandan a sus familiares en sus países de origen. El Banco Mundial pronostica una caída del 14 % en la cantidad de remesas enviadas internacionalmente debido al impacto económico que ha tenido el COVID-19 en los inmigrantes que mandan este dinero.
El Pew Research Center dice que las remesas en Latinoamérica bajaron rápidamente en los primeros meses de la pandemia y se recuperaron durante el verano. Pero las cantidades de remesas en Honduras, El Salvador, Colombia y Guatemala siguen deprimidas si se comparan con las cifras del 2019.
En México, la historia es diferente. Las remesas han subido 10 % en comparación con el 2019. No está claro exactamente por qué. Pero, el Banco Mundial dice que puede ser debido a que muchos inmigrantes mexicanos en Estados Unidos tienen trabajos esenciales y pudieron seguir trabajando.
Esta coyuntura se da en el momento en el que la ayuda financiera más se necesita. El impacto del COVID-19 podría conducir a la contracción más severa de la actividad económica en Latinoamérica, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas. El desempleo en la región ha subido a 11.5 %, y en el 2020, 28.7 millones de personas entraron a la pobreza.
La pastora Maudia Meléndez, directora de Jesus Ministry Inc., una organización que está activamente involucrada en apoyar a la comunidad latina de Charlotte, dice que mandar remesas es común para los inmigrantes latinos de la zona, muchos de los cuales no tienen trabajos bien remunerados.
Meléndez indica que mandar dinero a sus países ha seguido siendo una prioridad durante la pandemia. La gente le dice que han ido a trabajar aún estando enfermos porque no pueden arriesgarse a perder sus trabajos o no recibir sus sueldos.
“Esa es otra razón por la que tienen que trabajar, porque no solo tienen a su familia aquí, sino que también tienen familia en México y en Centroamérica,” explicó Meléndez. “Ese es su sustento.”
Aunque muchos inmigrantes, como Martha, han tenido que reducir la cantidad de dinero que mandan, Meléndez dice que han encontrado maneras para seguir proveyendo remesas. Algunos, dijo, les piden prestado dinero a sus vecinos y otros se vuelven empresarios.
“No van a parar. Nuestra comunidad es muy resistente,” dijo Meléndez. “Si no tienen el dinero, le venden tamales a sus vecinos para poder enviarle el dinero a sus familias.”
Explican que mandar dinero a sus países es una prioridad.
Martha conoce ese sentimiento. La necesidad de su familia ha crecido durante la pandemia. Constantemente recibe llamadas desesperadas de amigos y familiares, quienes nunca antes le habían pedido ayuda.
“En verdad la gente está desesperada,” comentó Martha. “Y más ahorita.”
No está segura si va a poder ayudar a todos, pero manda a su país cualquier cantidad de dinero extra que hubiese podido usar para comprarse algo para ella.
Si quieres leer la nota en inglés: Many Immigrants In Charlotte Area Struggling To Send Money Home — When It’s Needed More Than Ever
Este artículo es parte de una serie colaborativa que examina el impacto económico del COVID-19 en las comunidades afroamericanas y latinas. La serie se produce a través de una colaboración entre La Noticia, WFAE, Charlotte Ledger, y QCity Metro. Cuenta con el apoyo de fondos de Facebook, el Fondo del Laboratorio de Noticias Locales de Carolina del Norte (NC Local News Lab Fund), Google, y los miembros de WFAE.