El nuevo escolar y la manera de los niños aprender ha llegado de una manera brusca e inesperada en medio de estos tiempos de pandemia. Esto le preocupa grandemente a Rosa, una madre soltera quien trabaja en un restaurante.
No sé qué hacer
, me comentó Rosa, tengo varias hijas, pero la pequeña de ocho años es una niña que no le gusta hacerles caso a sus hermanas mayores, ella llora, patalea y no quiere hacer la tarea; ella dice que no le gusta estar enfrente de la computadora y que eso la aburre
.
Me dio mucha tristeza la situación de esta madre, quien está entre la espada y la pared con la educación de su niña. Le dije que me dejara hablar con las hijas grandes y también con Rosita, la niña menor, a ver en qué podría ayudar.
Me senté entonces con las muchachas y Rosita, que al principio no quería hablar. Estaba tímida, pero finalmente, después de reírme y contarle una historia rápida de mi perrita Bella, Rosita comenzó a platicar. Le pregunté sobre qué era lo que pasaba con la escuela, por qué no quería estudiar con sus hermanas.
De plática, en plática, la niña me contó que a ella le gusta conocer de historia, cosas que pasaron en el pasado, le gusta dibujar, pintar y bailar, pero que leer no, sin embargo, al final de la conversación le comenté que si le gusta la historia, ella puede remontarse en la imaginación y en conocer aún más si ella supiera leer bien.
Le persuadí a que se dejara ayudar por sus hermanas y ella estuvo de acuerdo, también le dije que su mami la amaba mucho y que ella quiere lo mejor para ella. Vi que la niña abrió sus ojos, bien grandes y se quedó pensando.
Finalmente le dije que yo también quería que ella aprendiera mucho y que por eso estaría hablando con su mamá sobre su progreso, y que de acuerdo al reporte que me dé su mamá le voy a regalar una muñeca que a ella le gusta mucho.
Tanto Rosita como sus hermanas, se fueron bien contentas con la plática. Rosita me abrazó y me dijo que estaba muy contenta de haberme conocido.
Al final de esta visita, analicé, y me di cuenta, que Rosita se inclina al arte, pues todo lo que dijo que le gusta tiene que ver con el arte, y me puse a pensar por qué no se hace eso con todos los niños.
Lo ideal sería hablar amigablemente con ellos y encontrar la pasión que ellos tienen hacia un aprendizaje que ya viene con ellos y así, diseñar programas que se ajusten al deseo del niño, en vez de currículos que se ajustan a una forma académica de enseñanza que no está diseñada para todas esas mentes maravillosas de nuestros niños.
Insto a todos los padres a sentarse con sus hijos y platicar con ellos, para así saber cuál es la pasión que ellos llevan por dentro y lo que a ellos les llama la atención y quieren hacer como profesión en sus vidas.
No todos los muchachos van a querer ir a la universidad, pero si combinan su pasión con su tiempo y dedicación, podrán ser lo mejor de lo mejor en el campo que ellos escojan.
No hay cosa más terrible que estar en un lugar tratando de desempeñar una obligación o trabajo que a alguien no le guste ni vaya con lo que nació para hacer; por eso creo que debemos oír y apoyar a nuestros hijos en lo que ellos les atrae, en vez de forzarlos a hacer lo que a nosotros como padres nos atrae y nos gusta.
Finalmente les recomiendo a los padres a encomendar a sus hijos a Dios y pedirle que Él los guie a toda decisión académica que ellos tomen en la vida.