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A las mujeres que actualmente viven en una situación de abuso, Juliana les tiene un mensaje claro: “No estás sola, hay gente dispuesta a ayudarte. Hay esperanza”. (Foto: La Noticia).

Juliana Lozano vivió cuatro años de violencia doméstica. Enfrentó abuso físico y psicológico, dejándola atrapada y sin esperanza. Hoy, después de romper ese ciclo destructivo, es directora de Despierta CLT, una organización que ofrece apoyo de salud mental a latinas en Charlotte y que las acompaña durante el proceso de liberarse de relaciones agresivas

“Uno no se da cuenta hasta que llega el primer golpe”

Con solo 17 años, Juliana nunca imaginó que en su último año de la escuela secundaria en Gastonia comenzaría un viaje por diferentes etapas de violencia en su relación. Contó a La Noticia que no sabía reconocer las señales de una relación tóxica. Se crio en un entorno familiar que normalizaba comportamientos similares, como hablar de manera hiriente a la pareja o enojarse fácilmente.

Él fue como mi primer novio oficial. Todo fue en una edad en la cual no sabía mucho de relaciones, entonces no reflexioné sobre las banderas rojas y sobre esas señales de alarma. Había señales que ignoré porque no sabía reconocerlas. No tenía un buen ejemplo de qué era una relación saludable”, explicó.

La relación con su novio, también de 17 años, comenzó como una historia de amor juvenil. Pero rápidamente, los comportamientos controladores empezaron a emerger.

Había señales de control, porque de eso se trata el ciclo de violencia doméstica, es poder y control. Él trataba de controlar diferentes cosas, cómo me vestía. Por ejemplo, me decía que no me podía vestir de blanco. Trataba de controlar mi tiempo con mis amigas y hasta cuando estaba en la escuela, y después en la universidad, sentía mucha presión porque me preguntaba cosas como ‘¿por qué demoras tanto haciendo tal tarea?’. Había momentos en que me llamaba hasta 100 veces durante las clases y no me permitía enfocar en exámenes”, recordó.

Son señales que comienzan de poquito en poquito y uno no se da cuenta hasta que llega el primer golpe”, agregó.

“Te rompen tu autoestima tanto que es como si estuvieras ciega”

Aunque menos visibles, estos comportamientos también eran dañinos, cargados de manipulación emocional y humillaciones. Con el tiempo, comenzó a aislarla de sus seres queridos, aumentando su dependencia a la relación. El aislamiento fue una estrategia constante para separarla de su red de apoyo.

Me alejó de mi familia, de mis amigos y también me decía palabras fuertes para bajarme la autoestima. Tenía amigas que sabían lo que estaba pasando, pero ya se sentían cansadas de decirme, ‘tienes que salir de esta relación’… Fueron varias las veces que intenté irme, pero con la manipulación regresaba a la relación”, describió.

De palabras a los golpes: cómo la violencia fue escalando

Como para otras víctimas de violencia doméstica, para Juliana el primer golpe fue el más impactante. Fue el que rompió la fachada de lo que parecía ser una relación amorosa y, en cambio, dio camino a la crueldad y a la violencia física en su contra.

Me golpeó porque me tenía que ir ya para mi casa y, en forma de control, no quería que yo me fuera. Cuando físicamente me hizo daño, fue cuando me dije ‘wow, no entiendo lo que está pasando’, pero aun así me quedé en la relación. Era como un ciclo de abuso que se conoce como etapa de luna de miel. Me enamoraba con gestos, me agredía y me pedía perdón y juraba que ‘no volvería a pasar’, por eso me quedaba y se repetía este ciclo una y otra vez”, detalló.

Inició un ciclo de violencia física que se hizo más frecuente en la relación. Al igual que el uso de su fuerza para humillarla. Para ese entonces ya vivían juntos.

Recuerdo que una vez me vestí de blanco y tomó tierra y me la puso por todo el cuerpo para humillarme, con una manguera de agua me mojó y me hizo caminar por todo el vecindario. Me dijo que era para que yo sepa que nunca me debería poner el color blanco porque es muy ‘transparente’”, comentó.

Juliana recuerda como las agresiones aumentaron durante su embarazo, cuando se sentía especialmente vulnerable. Cuenta que se sentía tan aislada que el hospital se convirtió en su refugio. “A veces decía que sentía dólares e iba solo para que él no me pegara más”.

¿Cómo rompió el ciclo de abuso?

Con el nacimiento de su hijo, Juliana alcanzó su punto de inflexión, esto fue en el 2013. “Yo quería que mi hijo creciera en un ambiente libre de violencia, no quería que él viera a la mamá sufriendo y quería poder romper esas cadenas de violencia doméstica que, por ejemplo, mi abuela y mi bisabuela también habían pasado. Quería poder romper este ciclo”.

Cuando decidió dejarlo fue después de una agresión física en la que él la cortó con las llaves del carro el rostro y la mantuvo encerrada durante horas. En ese momento aceptó que su pareja no iba a cambiar y estaba en sus manos escapar de esa situación y buscar ayuda.

Me acuerdo de que ese día le pedí ayuda con mi hijo y él me empezó a hablar feo y a amenazar. Entonces le dije: ‘¿Sabes qué?, no más. Voy a llamar a la policía.’ Él agarró las llaves del carro y me cortó la cara. Luego me tuvo encerrada por varias horas y me quitó el teléfono. Le pedí a Dios que me ayudara porque no podía más con eso y al otro día, cuando se fue a trabajar, me fui, hablé con mi familia y le dije a la dueña de la vivienda sobre la situación para que me cambiara de apartamento. Me fui y rompí con eso”, dijo.

Salir de una relación abusiva no fue fácil. Juliana relata que el proceso de buscar ayuda estuvo marcado por la vergüenza y el miedo. Sin embargo, gracias al apoyo de autoridades locales, en Gastonia se alejó y colocó una orden de alejamiento en contra de su ahora expareja y buscó ayuda psicológica. “En estas relaciones uno pierde bastante la identidad, por eso es importante sanar bien. Hay heridas que tardan años en curarse”.

Aun cuando nací aquí y sabía el lenguaje, fue muy difícil pedir ayuda. Es algo que muchas mujeres sienten y que escucho con las mujeres con las cuales trabajo. Lamento que para ellas es más difícil por la barrera del lenguaje y el estatus migratorio”, dijo.

Transformó el dolor en acción

Con el tiempo, Juliana completó sus estudios como trabajadora social en la UNC Charlotte y, luego, su maestría en la Universidad de Carolina del Sur. En el 2020, fundó Despierta CLT, donde ofrece talleres mensuales, un grupo de apoyo de mujeres inmigrantes y ayuda para pagar consultas con profesionales de la salud, ropa, entre otras asistencias a través de sus programas “Mujer despierta” y “Bonita Rising”.

Estos programas le han brindado la oportunidad de conocer a mujeres que atraviesan experiencias similares a las que ella misma vivió, permitiéndole ofrecerles apoyo directo, conectarlas con recursos clave y vincularlas con autoridades y organizaciones locales especializadas en la atención a víctimas de violencia doméstica.

Durante la época del COVID, los números de casos de violencia doméstica venían a tope. Una cosa que escuchábamos bastante era mujeres que, por miedo a no denunciar, eran víctimas de parejas que las amenazaban por su estatus migratorio. Les decían cosas como ‘si llamas a la policía, te van a deportar’ y quiero decirles que denunciar de ninguna manera va a afectar tu estatus migratorio, pero es necesario que busquen ayuda para ellas y sus hijos”, recomienda.

En el 2024 ayudaron a 14 víctimas de violencia doméstica con recursos como abogados y terapeutas, realizando denuncias o reportes con la policía y acompañándolas durante todo el proceso. Lamenta que, en el pasado, dos de los casos terminaron convirtiéndose en víctimas mortales de esta problemática.

“No estás sola, hay gente dispuesta a ayudarte”

Algo que estamos tratando de hacer con Despierta es formar comunidad. Hemos tenido casos en los que tres de las siete mujeres que ayudamos han pasado por violencia doméstica y con este grupo de apoyo se dan cuenta de que no están solas, escapan de la situación y salen adelante como madres solteras, mientras las guiamos con el proceso”.

Creo que tenemos que hablar más sobre esto, porque en algunas culturas se normalizan estas conductas y no es normal. Tu pareja no tiene que ser agresiva contigo, por eso, a través del programa Bonita Rising le enseñamos a las niñas a identificar lo que es y lo que no es una relación saludable, para que no pasen por lo mismo que yo viví”, cerró.

A las mujeres que actualmente viven en una situación de abuso, Juliana les tiene un mensaje claro: “No estás sola, hay gente dispuesta a ayudarte. Hay esperanza”. 

Adelantó que en el 2026, se abrirá Umbrella Center, un espacio diseñado para brindar apoyo integral a sobrevivientes de violencia doméstica y abuso. Juliana Lozano ocupará el cargo de vicepresidenta del Grupo de Trabajo para Sobrevivientes. Este proyecto busca convertirse en un refugio de esperanza y justicia para quienes luchan por romper el ciclo de la violencia.

Para conocer más sobre los programas de Despierta CLT, visita el siguiente enlace

¿Dónde encontrar ayuda?

Si sufres o has sufrido violencia doméstica, la principal recomendación es buscar ayuda. En caso de emergencia, llama al 911 o llama a una línea de ayuda de Carolina del Norte, cómo:

  • La Línea de Esperanza: 980-771-4673, también puedes enviar el texto “START” al 88788.
  • Asistencia a la Víctima del Departamento de Policía de Charlotte-Mecklenburg: 704-312-1667.
  • Durham Crisis Response Center 919-403-6562.
  • Condado de Orange-Compass Center for Women and Families: 919-929-7122.
  • Condado de Mecklenburg (Safe Alliance): 704-332-2513.
  • Condado de Wake: 919-828-7740.
  • También puedes llamar a Stephanie Escobar, intercesora de la Unidad de Violencia Doméstica del Departamento de Policía de Charlotte-Mecklenburg, al 704-654-0118.

Periodista de profesión, ávida lectora por vocación. Tiene un máster en Ciencias Criminológicas de la Universidad del Zulia, Venezuela. Le apasiona conocer nuevas realidades y contarlas.