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En una época en donde las personalidades estrambóticas seducen a las masas y en donde personajes rimbombantes ocupan puesto de liderazgo en la política y los medios de comunicación, es importante señalar que muy difícilmente compaginará a un carácter explosivo con una mente sensata, pues una persona impulsiva se guiará más por sus pasiones más que por la razón al momento de tomar decisiones cruciales.

La historia nos relata múltiples episodios en donde una persona impulsiva acarreó una cadena de eventos desafortunados para un país o para una organización, pero en lugar de eso, quisiera recordar un evento en el cual la templanza de un hombre nos salvó de un Apocalipsis nuclear hace 36 años.

En se llegó al punto más tenso de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Tras múltiples incidentes, las grandes potencias se encontraban al borde de la guerra.

Para empeorar las cosas, de ese año, un avión comercial surcoreano entró por error al espacio aéreo soviético y no dudaron en derribarlo sin aviso, matando a 269 personas, incluido un senador y varios ciudadanos estadounidenses. Por su parte Estados Unidos y la OTAN planeaban colocar misiles en Alemania Occidental y organizaban un ejercicio militar en Europa, esto fue tomado por la Unión Soviética como una señal inminente de ataque.

, el Teniente Coronel Stanislav Petrof, de 44 años, fue llamado a reemplazar a un oficial enfermo en el Centro de Alerta Temprana de la inteligencia militar, desde donde coordinaba la defensa aeroespacial rusa. Ese despacho era el responsable de alertar al alto mando si algún misil nuclear estadounidense había sido lanzado, lo que provocaría la respuesta soviética con sus misiles.

Poco después de la media noche ocurrió lo que todos temían. Los sistemas de alerta sonaron y las pantallas de las computadoras mostraban que un misil había sido lanzado desde una base de Estados Unidos.

Todas las miradas se dirigieron hacia Petrof, quien estaba al mando y comenzó a verificar los datos. Pese a las confirmaciones positivas, el oficial concluyó de que se trataba de un error en el sistema, pues no tenía sentido que Estados Unidos atacara solamente con un misil. Petrof descartó la amenaza.

Cinco minutos después, el sistema alertó sobre un segundo misil, luego un tercero, un cuarto y un quinto. Las miradas de pánico de los oficiales nuevamente se dirigieron hacia Petrof. El tiempo de vuelo de un misil intercontinental balístico desde Estados Unidos a Rusia era de 20 minutos, cada segundo era valioso. Petrof volvió a corroborar los datos, todo parecía indicar que la Unión Soviética estaba bajo ataque.

El oficial se encontraba frente al sistema de radio, solo debía dar la orden y estallaría la Tercera Guerra Mundial, pero se detuvo a meditar por un momento. No tenía sentido un ataque con cinco misiles, si los estadounidenses atacasen, lo lógico era suponer que lo harían de forma masiva.

Para el asombro de los 120 militares que estaban con él, Petrof dijo que debía tratarse de un error en el sistema. La valiente decisión de una persona sobria, serena y calmada, salvó al mundo de un cataclismo nuclear. ¿Qué habría pasado si Petrof hubiese sido un líder impulsivo y vociferante, como los que hoy parecen estar de moda?

No podemos dejar el futuro de nuestro país en manos de gente impulsiva, ni vale la pena dar oído a personajes en los medios de comunicación que quieren imponer sus ideas a base de gritos, no de argumentos. Un líder eficiente no es necesariamente quien dice todo lo que le viene a la mente, sino el que primero piensa lo que va a decir.

Periodista, editor, asesor, y presentador. De 2016 a 2019 el periodista más galardonado en Estados Unidos por los Premios José Martí. Autor del best seller: ¿Cómo leer a las personas? dbarahona@lanoticia.com