Muchos miran con indiferencia o hasta con desprecio al refugiado que están llegado a la frontera sur de Estados Unidos, pero lo que olvidan es que la historia de esta nación está ligada justamente a inmigrantes que huyeron de sus países natales en busca de una oportunidad.
Haciendo un poco de historia, los primeros colonos de lo que hoy es Estados Unidos, eran inmigrantes que llegaron en busca de un futuro mejor, huyendo de Europa. Fueron los llamados “peregrinos” que llegaron el 11 de noviembre de 1620.
Estos inmigrantes eran refugiados, venían buscando la libertad de religión, ya que en su país el rey los oprimía y los perseguían, por esa razón abandonaron el Viejo Continente y cruzaron el océano en una peligrosa travesía.
Estando aquí, al no conocer muy bien la tierra donde llegaron, muchos murieron por diferentes causas, incluyendo hambre por haber llegado durante el crudo invierno donde se establecieron.
Fue con la ayuda de los nativos que ya vivían en estas tierras que para el siguiente año ya pudieron dar gracias a Dios por sus casas, sus cosechas y más que nada por sus amigos que les ayudaron y les dieron la mano para sobrevivir.
Un hombre refugiado en Estados Unidos
Hoy tenemos una situación muy precaria en la frontera sur. Miles y miles de inmigrantes están arriesgando su vida por entrar y vivir en este país.
Estos refugiados, de la misma manera que los primeros colonos, han visto este país como la salvación; y cada uno de ellos trae una historia diferente de porqué miran a estas tierras con esperanza.
Conocí una familia de las que acaban de llegar y le pregunté a Pedro, sobre cuál fue la razón que decidió salir de Honduras y arriesgar a su joven familia a emprender la travesía.
Pedro, viendo al techo y con sus ojos llenos de lágrimas, me dijo que la vida en su país ya no se podía tolerar, pues la pobreza es extrema.
Dos huracanes que recientemente azotaron a Honduras dejaron más pobre a la población, no hay trabajo y la violencia domina cada día más el país. La vida ya no tiene sentido allí.
“La única solución fue ver hacia el norte”, dijo Pedro. Me comentó que, aunque se siente contento que pudo llegar con sus hijos y esposa, su corazón llora por los padres, abuelos, familiares y amigos que se quedaron.
Estamos llamados a la compasión
No es que estoy de acuerdo con la inmigración informal, pero creo que hemos llegado a este punto por la negligencia de los gobiernos de dónde vienen los inmigrantes y también Estados Unidos tiene una parte de la responsabilidad, por no crear leyes justas y no decidir reformar este sistema migratorio que ha estado roto por más de treinta años.
Mi función con estas familias no es de juzgarles, sino de decirles que Cristo los ama y que tiene compasión de su situación.
He descubierto que estas familias vienen rotas, tristes con necesidades personales de comida y de ropa, pero más que nada hambrientas de compasión.
Mi decisión es de ver cómo puedo mitigar su dolor y no solo hablarles del amor perfecto de Cristo y orar por ellos, sino que a través de darles la mano en lo que puedo, así dejarles saber que Cristo los ama.
Hoy te pido que si alguno de ellos llega a vivir cerca de ti les brindes compasión, amistad y si puedes dale la mano en algo que necesiten.
No te conviertas en juez de porqué vinieron ilegalmente, ese es un problema que quizás tú no podrás arreglar, pero lo que si puedes solucionar es su vestido, su comida y tu amistad. Recuerda que Dios ama al inmigrante de la misma manera que te ama a ti.