Lymarie Rivera Martínez, residente de Carolina del Norte, recuerda cuando a principios de años un enjambre sísmico sacudió a Puerto Rico.
Las semanas transcurrieron con un temblor tras otro mientras recibía decenas de llamadas todos los días. Hombres y mujeres de todas las edades que la llamaban para relatarle cómo habían perdido sus viviendas o artículos de primera necesidad por el desastre. En miras de ayudar a quienes la contactaban, utilizaba su hora de almuerzo para llamar y enviarles lo que conseguía.
Fue precisamente ese trabajo altruista lo que convirtió a la abogada de contratos del 82nd Airborne Division en Fort Bragg, Lynmarie Rivera Martínez, en la única latina en ganar el Judge Advocate Legal Services Award for Excellence este 2020. Fue nominada de manera sorpresiva por su anterior jefe luego de verla trabajar a diario con ahínco.
En entrevista con La Noticia, la abogada dijo sentirse honrada. Es una minoría debido a que las mujeres solamente representan el 1% de los 10,000 abogados en el ejército de Estados Unidos – grupo que se reduce aún más al ser latina.
Pese a que reconoció que el cuerpo de abogados del ejército coordina iniciativas para incrementar la diversidad étnica y racial, el esfuerzo apenas comienza.
“Falta mucho por hacer”, dijo. “Falta mucho por hacer tanto en el ejército como en nuestra sociedad en el tema de género [para] nosotras insertarnos en esas profesiones”.
La mujer natural de la ciudad capital de Puerto Rico, San Juan, se inscribió en el ejército con apenas 17 años.
Lo que la motivó era porque deseaba estudiar leyes, por lo que su padre —también militar durante más de tres décadas— le instó a que se integrara en las fuerzas armadas para costearlos.
Comenzó en el ejército en la unidad de logística, mencionó. La capitana se encontraba ubicada específicamente en una de las reservas de las fuerzas que están posicionadas en la isla. No fue hasta 2005 que la movilizaron junto a otros boricuas a Irak.
En 2005, la guerra en el Medio Oriente se encontraba en su punto más álgido. En la noche dormía con temor a que una bomba le arrebatara la vida de la manera más inesperada.
No obstante, el calor de sus compatriotas mientras se encontraba en otro continente la mantuvo en pie, relató la latina. Escuchar su lenguaje natal, bailar salsa y cocinar los platillos típicos incluso a soldados de otras nacionalidades. Y es que se fugaban a la unidad de los puertorriqueños para ahorita tomar coquito —una bebida dulce hecha con coco y ron— cuando había disponible.
“Las palabras se quedan cortas para describir la cantidad de emociones que se viven cuando se está allá”, acotó.
“Era como un mini Puerto Rico en Habaniyya, Irak”, agregó.
No fue hasta que culminó su maestría en Leyes en 2014 en la Universidad de Puerto Rico que se trasladó a Estados Unidos a trabajar como abogada en el ejército. En ese momento no hablaba inglés. Fue durante su entrenamiento en la base que aprendió la jerga en el cuerpo, así como a pensar en inglés.
En sus años en Carolina del Norte ha estado al mando de la organización sin fines de lucro Proyecto Piquete. Junto a su esposo, Sergio A. Rosario Díaz, enseña bomba y plena a los residentes puertorriqueños del estado, así como a latinos y militares, como parte de la misión de la organización.
Incluso, coordinan talleres de bomba en las comunidades cuando viajan a Puerto Rico junto a grupos locales.
Ha sido su amor patrio, su devoción a la caridad, así como su servicio al ejército como abogada y como militar lo que conquistó la atención del jurado que le concedió el galardón. Es no tan solo una puertorriqueña a mucha honra, sino una abogada que ha superado los obstáculos a los que se ha interpuesto como mujer y como latina en Estados Unidos.