La huella histórica que deja el líder cubano Fidel Castro va más allá de la imagen impregnada en las mentes de sus coidearios y detractores, no solo trasciende las fronteras de Cuba y Latinoamérica, sino que redefine la relación política entre el idealismo de las buenas intenciones contra la dura realidad de la represión.
En 1952 el caudillo militar Fulgencio Batista dio un golpe de estado y se declaró presidente de Cuba. La represión contra el pueblo y la corrupción interna propiciaron años más tarde la Revolución Cubana.
Fidel Castro lideró un reducido grupo de guerrilleros que se afincaron en la Sierra Maestra, desde allí mediante las ondas de Radio Rebelde, el caudillo ofreció que mediante la lucha armada pondría fin a la opresión del régimen de Batista, el cual persiguió sanguinariamente a sus opositores y puso los intereses de sus inversionistas por sobre los del pueblo.
En 1959 el líder revolucionario logra lo imposible y entra triunfante a la Habana. A partir de ese momento Fidel Castro asume las riendas de Cuba con la idea de que el estado debía convertirse en un poder benefactor para el pueblo e implacable perseguidor de sus enemigos.
Castro soñaba con una Cuba autosustentable económicamente y la quería convertir en una potencia agrícola, por ello dio paso a una Ley de Reforma Agraria, con la que los terratenientes perdieron sus tierras para ser redistribuidas. Mientras los sectores rurales elogiaban a Castro, países como Estados Unidos levantaron su voz de protesta, lo que generó un efecto dominó que terminó con el resquebrajamiento de las relaciones entre los dos países y la imposición de un bloqueo económico.
Las transformaciones sociales de Cuba con Castro (especialmente en la salud y la educación) han sido notables: posee una de las más bajas tasas de mortalidad infantil del mundo y su tasa de desnutrición infantil severa es prácticamente nula. La tasa de analfabetismo en América Latina es de 11.7 % mientras que en Cuba es de un 0.2 %.
En la otra cara de la moneda, tras establecer su gobierno Castro organizó juicios a miembros del gobierno de Batista que terminaron en cientos de ejecuciones sumarias.
Con mano de hierro el gobierno asumió el control sobre casi todos los aspectos de la vida en Cuba, dando privilegios a los allegados a Castro, e imponiendo incontables restricciones al pueblo cubano.
La organización Amnistía Internacional, que ha documentado por más de cinco décadas el estado de los derechos humanos en Cuba, ha denunciado por décadas una campaña despiadada contra quienes se atreven a cuestionar las prácticas del gobierno. La entidad ha sacado a la luz cientos de historias de personas detenidas solamente por haber ejercido pacíficamente su derecho a la libertad de expresión, asociación y agrupación. Cuba ocupa los últimos lugares en la clasificación mundial de la libertad de prensa.
Sus 90 años de vida, 52 de ellos dirigiendo el destino de Cuba, no le fueron suficientes para que sus ideales revolucionarios de justicia e igualdad cuajen en la realidad de un mundo cambiante. Castro quiso convertir al país caribeño en un paraíso socialista, en un oasis de igualdad social que inspire a otras naciones, pero tras bastidores miles de cubanos fueron encarcelados injustificadamente y demasiadas familias han llorado por las muertes de quienes lo arriesgaron todo por escapar de su tierra natal.
La muerte de Fidel Castro en medio de un proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos es otra de las paradojas que seguirá a su contradictorio legado. Es el fin de una época y el inicio de una nueva era para el pueblo cubano.