Existen dos tipos de cristianos, quienes usan las palabras dejadas por Jesús en la Biblia como una lámpara que guie sus vidas y quienes amoldan las palabras de la Biblia a su conveniencia para justificar sus preferencias. Al primer grupo se los conoce como cristianos activos, al segundo como cristianos nominales (es decir solo de nombre). El primer grupo practica activamente el amor al prójimo sin esperar nada a cambio, el segundo exige respeto del prójimo pero no se interesa por los demás. El tema migratorio puede ser un buen barómetro para distinguir a estos dos grupos.
El gobierno de Donald Trump lanzó una campaña de miedo contra los inmigrantes: arrestando a trabajadores indocumentados sin antecedentes criminales, hablando de militarizar el tema migratorio, y poniendo como prioridad de deportación a prácticamente todos los indocumentados. Con esto Trump busca complacer a su base antiinmigrante, mostrarse “fuerte” en el tema migratorio y vender una imagen de control frente a una amenaza ficticia, pues varios estudios han demostrado que los inmigrantes son menos propensos a cometer crímenes que el resto de la población. Frente a esto ¿qué están haciendo los cristianos?
Por un lado tenemos a iglesias, líderes religiosos y feligreses a quienes les incomoda o simplemente no les importa el dolor de esta comunidad vulnerable. En una entrevista con The Huffington Post a finales de enero, al Rev. Franklin Graham, un famoso pastor evangélico y presidente de la organización internacional de ayuda cristiana Samaritan's Purse, se le preguntó su punto de vista sobre las acciones ejecutivas migratorias del presidente Trump, el pastor respondió que el tema migratorio “no es un asunto bíblico”.
Esta declaración sorprende, especialmente si consideramos que a lo largo de toda La Biblia se cuenta la historia de varios inmigrantes: desde Abraham, José (quien fue víctima de tráfico humano), pasando por el éxodo, la conquista, y el establecimiento de Israel como nación. Siguiendo por el cautiverio babilonio, la restauración en Judea y Galilea, la diáspora de Israel, hasta el propio Jesús, quien entró con su familia a Egipto como un refugiado (Mateo 2:13-18).
En el Antiguo Testamento se establecieron leyes para proteger a los extranjeros (por ejemplo Exodo 22:21, Levítico 19: 33, 34, etc.) y en el Nuevo Testamento Jesús nos recuerda que Dios nos juzgará, en parte, por la manera cómo tratemos a los inmigrantes (Mateo 25: 31-40).
Algunos se atreven incluso a justificar esta indiferencia ante los atropellos que sufren los inmigrantes, argumentando que la Biblia nos pide obedecer las leyes del país, y si bien esto es cierto, consideremos que este mismo argumento se usó en el siglo XIX para justificar la esclavitud, que era legal en aquel entonces. Las leyes humanas están sujetas a los cambios históricos y sociales, ya decía San Agustín: “Una ley injusta, no es ley”. Las leyes espirituales nos motivan a amar al prójimo, independientemente de su raza, condición o estatus migratorio (Gálatas 3:28).
Gracias a Dios existen cristianos que buscan moldear sus vidas en concordancia a los preceptos divinos. A lo largo de la nación miles de iglesias han manifestado abiertamente que serán “santuario” o refugio para los inmigrantes perseguidos. Varios de estos grupos de fe que apoyan a los inmigrantes se han establecido en Carolina del Norte, especialmente n el sector de las Montañas y la Triada.
Otras iglesias se han movido proactivamente realizando jornadas de oración, coordinando sesiones informativas, otras demuestran su compasión simplemente brindando palabras de aliento. No hace falta que hagan política, no hace falta que participen en marchas, solo que muestren compasión, que es lo opuesto a la indiferencia.
Ojalá que esta actitud valiente de estas comunidad des fe descongele el corazón de otros cristianos que prefieren pasar de largo mientras ven sufriendo a los inmigrantes en el camino.