Es probable que usted se haya encontrado con personas que tienen lista una excusa para cada desafío que aparece en el camino. Es muy difícil llegar a cumplir un sueño u objetivo si justificamos nuestra falta de dedicación o esfuerzo con una razón para no hacer algo que parece difícil. Pero ¿qué sucede cuando ocurre lo contrario? La historia está plagada de ejemplos de personas que pusieron una acción antes que una justificación.
No existen metas sin obstáculos
Un joven keniano llamado Kipchoge Keino se había convertido en la esperanza atlética de su país. Durante años se había entrenado para competir en la carrera de los 1,500 metros planos y finalmente fue seleccionado para participar en los Juegos Olímpicos de 1968 realizados en México. Debido a su carácter decidido y a sus numerosos logros deportivos locales, este joven también fue inscrito en otras competencias atléticas en este certamen.
Keino corría velozmente en la pista durante la carrera de 10,000 metros y pese a que venció a varios contrincantes y faltando solo dos vueltas para la meta, la expresión de dolor en su rostro se agudizaba y tuvo que retirarse. En el consultorio médico le dieron una mala noticia: el deportista tenía una infección en la vesícula biliar, la cual le provocaba intenso dolor. Los doctores le prohibieron volver a correr.
Hasta ese momento Keino ya había logrado una hazaña al correr cinco carreras en una semana y haber obtenido una medalla de plata en la competencia de los 5,000 metros. Sin embargo el atleta se había preparado toda su vida para el último evento de los Juegos Olímpicos: los 1,500 metros planos. Ese era su sueño.
Si muchos de nosotros hubiésemos estado en los zapatos de Keino quizás nos hubiésemos dado por satisfechos. Después de todo logró una medalla de plata y estaba enfermo, ¿qué más se podía pedir?
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El doloroso precio de lograr un sueño
El día de la competencia de los 1,500 metros, el último atleta en llegar a la pista fue Keino, quien se las había ingeniado para escapar del cuidado de las enfermeras y nuevamente estaba en la pista vistiendo los colores de su país.
Cuando sonó el disparo de inicio de la carrera, el público que desconocía el drama que se vivía, miraba con asombro como el atleta keniano empezó a superar al favorito: el estadounidense Jim Ryun, poseedor del récord mundial en esta prueba.
Con cada paso Keino sufría un intenso dolor, sin embargo el atleta novato se las arregló para aguantar y llevó la delantera. El dolor se intensificó en la última vuelta de la carrera. El experimentado corredor Ryun empezó a acelerar su paso para alcanzar a Keino, pero el atleta keniano no se dejó alcanzar y ganó la medalla de oro derrotando a Ryun por 20 metros, el mayor margen de victoria en la historia del evento hasta esa época (usted puede encontrar videos de esta carrera en YouTube).
Cuatro años más tarde, ya recuperado de su infección, ganó la medalla de oro en los 3,000 metros con obstáculos y la de plata en los 1,500 metros en los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972. A partir de esta hazaña, toda una generación de corredores originarios de Kenia empezaron a dominar las pistas atléticas del mundo.
Lo que vale la pena requiere esfuerzo
Con esta historia no le queremos decir bajo ningún punto de vista que desoiga el consejo médico. Simplemente esta historia de la vida real muestra cuán lejos puede llegar una persona si tiene la convicción de vencer un obstáculo y como un acto de valor puede inspirar a todo un país o toda un generación. En nuestra comunidad existen muchos inmigrantes que por su dedicación y esfuerzo igualmente son fuente de inspiración.
El escritor William Arthur Ward dijo: “Es una buena idea que usted dirija su enojo hacia los problemas, no a las personas, y que enfoque sus energías en la respuesta, no en las excusas”.
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