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El vergonzoso intento de los legisladores republicanos de la Asamblea General de Carolina del Norte de reducir las funciones del nuevo gobernador, suena más a berrinche de inmadurez política, que a una estrategia para sacar adelante al estado.

Durante las elecciones de noviembre el Partido Republicano logró imponerse en puestos clave a nivel nacional y local. Carolina del Norte le dio todos sus delegados a Donald Trump, los dos puestos en el senado federal son republicanos y 10 de los 13 representantes por Carolina del Norte a la Cámara Baja federal son de ese partido. A nivel local los republicanos mantendrán el control y la supermayoría en la Asamblea General de Carolina del Norte, el Senado compuesto por 50 miembros quedó con 35 republicanos y 15 demócratas; mientras que de los 120 puestos de la Cámara de Representantes, 74 son republicanos y 46 son demócratas. Solo un puesto importante se les fue de las manos: el gobernador.

El demócrata Roy Cooper asumirá la gobernación del estado, luego de una amarga y bochornosa pugna creada por el gobernador saliente Pat McCrory, quien lejos de aceptar la dura realidad de haber sido despedido de su cargo por los votantes (principalmente por los latinos, pues perdió por un poco más de 10,000 votos), buscó cuestionar el sistema electoral, creando absurdos y hasta risibles teorías conspirativas que al final hicieron más agria su derrota.

Ahora los legisladores estatales republicanos, en lugar de buscar una manera de poder trabajar en conjunto con el nuevo gobernador, en lugar de pensar en el futuro del estado, se embarcaron en la absurda tarea de quitar funciones y restar poder al cargo de gobernador, haciendo de Carolina del Norte (otra vez) el hazme reír de la nación.

Este tipo de actitudes infantiles podrían en cierta medida ser entendibles en el patio de recreo de una escuela primaria, pero no en la legislatura estatal.

El juego político con el que están dando la bienvenida al nuevo gobernador es peligroso e improductivo. Solo tomemos en cuenta que ya existe un antecedente sobre este tipo de actitudes mañosas.

Cuando los republicanos tomaron el control de la Asamblea Legislativa en el 2011, buscaron rediseñar los distritos electorales trazando mapas estrambóticos que desafiaban toda lógica geográfica, con el claro propósito de maximizar sus oportunidades de obtener más curules.

En el 2015 la Coalición para la Justicia Social del Sur demandó los mapas políticos, argumentando que fueron elaborados para diluir el voto afroamericano y latino.

En agosto del 2016 un tribunal federal de Carolina del Norte dictaminó que nueve distritos del Senado y 19 de la Cámara de Representantes eran inconstitucionales, asegurando que estos mapas eran discriminatorios y que fueron elaborados “con precisión quirúrgica” para excluir a la comunidad afroamericana.

Finalmente, a principios de diciembre, los magistrados fijaron para el 15 de marzo del 2017 como la fecha límite para que la Asamblea General de Carolina del Norte rediseñe 28 distritos legislativos en total. Además ordenaron que el estado realice elecciones primarias y generales especiales a finales del verano y otoño de 2017 para estos distritos.

Estar enredados en este tipo de triquiñuelas políticas deja mucho que desear de nuestros representantes. Si quieren ser tomados en serio, los legisladores republicanos deben demostrar que están capacitados para gobernar, que los intereses de todos los habitantes de Carolina del Norte deben estar por encima de las efímeras cuotas de poder.

Periodista, editor, asesor, y presentador. De 2016 a 2019 el periodista más galardonado en Estados Unidos por los Premios José Martí. Autor del best seller: ¿Cómo leer a las personas? dbarahona@lanoticia.com