Adrián Martínez solía acompañar a su hermano cuando jugaba futbol en su natal Morelia, Michoacán, solo para treparse entre los árboles y desde las ramas contemplar el esplendoroso paisaje.
Ahora tiene 23 años, pero su mente es un remolino de cuestionamientos sobre la vida como si se tratara del protagonista de una novela de Jean-Paul Sartre.
Su abuelo notó esa inquietud de Adrián por descubrir el mundo, por eso fue que lo encaminó hacia el deporte, para a través de la actividad física encontrar la paz interior que se requiere para tener lucidez.
“Rafael, el papá de mi papá, nos inició a mi hermano y a mí desde muy chicos en los deportes”, dice Adrián en entrevista con La Noticia.
“Mi abuelo fue maestro de educación física, entrenador de voleibol y practicó lucha”, describe.
Su abuelito ahora tiene 70 años y hace dos horas de natación, además de correr por las mañanas.
Una disciplina que heredó a sus nietos.
“Desde muy temprano nos introdujo a los deportes. Futbol o deportes que apoyaron mis papás como natación, pero mi hermano practicó más de pequeños”, asegura.
“Yo no hacía tanto hasta que encontré la escalada, vi que era lo mío; hice futbol, natación pero hasta que entré a la escalada pensé ‘esto está funcionando’”, comparte el atleta.
Los consejos de su abuelito no se limitaban a la actividad física, pues siempre le inculcó la meditación y estar en paz con su mente para alcanzar el óptimo equilibrio.
Su padre lo orilló a ser escalador
Pero aunque el señor Rafael fue quien lo orilló a la práctica deportiva, fue su padre quien lo apoyó incondicionalmente para lograrlo.
Ya fuera acompañándolo, orientándolo o financiando sus competencias.
“Llegué a la escalada porque mi papá llegó a casa y nos dijo ‘vámonos’, subimos al coche y llegamos al gimnasio”, recuerda.
“Cuando llegué yo dije ‘¿qué es esto?’”, dice.
“Mi papá es arquitecto y a veces nos llevaba a las obras, por eso cuando vi el gimnasio no sabía si era una estructura en construcción”, comenta.
Martínez tenía 6 años cuando conoció la escalada y su vida cambió para siempre tan pronto se puso los zapatos para escalar y comenzó a subir por el muro.
Fue ahí que aquel justo por trepar por los árboles cobraba sentido.
“Empezamos a descubrir, era la curiosidad, de cómo subir; fue interesante”, describe.
“Mi hermano iba a los partidos de futbol, yo iba con mi familia y me subía a los árboles, entonces eso me llevó a la escalada, esa habilidad empezó a desarrollarse y crecer”, abunda.
Ha representado a México
Su habilidad natural para escalar lo llevó recién a principios de este año a clasificar al Campeonato Panamericano de Escalada en Los Ángeles, California.
Fue uno de los ocho mexicanos —cuatro hombres y cuatro mujeres— que acudieron en busca de un boleto olímpico.
Tokio contará por primera vez en su programa a la escalada, como parte del intento del olimpismo por acercarse a un nuevo público.
Sin embargo, México no logró conseguir un solo pase a los Juegos Olímpicos, al tratarse de un deporte poco practicado en el país azteca.
“Es un tema que me gusta mucho (el poco éxito de los mexicanos), porque siento que no lo he terminado de descifrar pero he percibido en entrenamientos”, analiza el escalador de 23 años.
“Tiene que ver mucho con la mentalidad y cómo crecemos en México, aquí hay una mentalidad muy pesimista”, sugiere.
“Se practica el deporte para un nivel competitivo pero no se la creen que pueden ganar”, asegura.
“Esa mentalidad va desde el entrenamiento, pues no entrenan para ganar y no compiten para ganar”, se lamenta.
“Eso tiene mucho que ver, es tener la habilidad de identificar por qué perdí y corregir, atreverse a reconocer en lo que uno falló y poder decir ‘lo puedo corregir y cómo lo voy a resolver’”, insiste.
Según estimaciones de la Federación Mexicana de Escalada, unas 5,000 personas practican ese deporte en el país azteca.
No obstante, solo entre 250 y 300 se inscribieron en competencias oficiales en los últimos meses.
“Es mentalidad de cómo entrena y compite”, zanja.
Estudia en Carolina del Norte
Para Adrián Martínez uno de los principales contratiempos por los que no ha podido causar un mayor impacto como atleta, es la escuela.
En 2017 dejó su natal Morelia, Michoacán, para probar suerte en Carolina del Norte.
Recién había terminado la preparatoria cuando sus familiares que radican en Charlotte le propusieron vivir con ellos ahí para estudiar la universidad.
Martínez tomó sus valijas y emprendió vuelo a Charlotte para conocer la ciudad, las escuelas y así imaginar cómo sería su nueva vida.
Al cabo de unos meses se inscribió en el Colegio Comunitario de Central Piedmont, donde estudia negocios.
“Ha sido un reto interesante”, dice el escalador.
“Uno tiende a viajar a otro país y disfrutar el viaje, experimentar nuevas cosas”, señala.
“A mí me gusta llamarle el efecto viajero, que uno se entrega a lo que está haciendo porque sabe que va a durar un rato corto”, explica.
“Pero ahora que vivo en Charlotte, me di cuenta que había cosas a las que me había que acostumbrar porque es una vida, ya no es un viaje de turista y las circunstancias cambian”, comenta.
“Lo que más me ha impactado es la parte del día a día; la comida, el traslado, la costumbre de las personas. Obviamente en México hacemos cosas que en Estados Unidos no y viceversa”, asegura.
"El ritmo de la gente y la escuela; tengo amigos de Egipto, de Sudáfrica, de Europa y de todos lados, China, donde sea. Toda esa combinación de culturas es muy padre”, describe.
Se adaptó a Carolina del Norte
La oferta orográfica de Carolina del Norte fue perfecta para Martínez, quien suele escalar y ejercitarse al aire libre.
“Por la parte de ser aventurero e ir a escalar a las montañas, como que fue eso mismo que me empujó a decir, ‘anda, ve y busca, vas a encontrar algo diferente y échale ganas’. Me fui y ha sido esa parte de exploración”, dice.
Charlotte le ofrece todo lo que necesita Adrián en estos momentos.
Pues además de tener cerca montañas y bosques, tiene a la mano el mundo bancario.
“Charlotte es una ciudad que está creciendo mucho, donde está llegando mucha gente y está creciendo de diferentes aspectos”, afirma.
“Se está invirtiendo mucho y muchas áreas están creciendo muy fuertes y la parte de marketing está siendo muy importante”, refuerza.
“Están los corporativos de Bank of America, Wells Fargo, cuando fui primera vez no prestaba atención a eso, pero me he dado cuenta que esa gente con deseo de crecer cómo ha invertido y ayudado a que la ciudad se desarrolle tanto”, explica.
Las paredes pintadas con coloridos murales, las luces y la oferta artística que se respira en Charlotte ha inspirado al michoacano a encontrar su más óptimo equilibrio.
Es una ciudad que se empapa de ganas, con mucha creatividad, es toda esta combinación de la sociedad que hay allí y está haciendo un Charlotte muy grande y desarrollado, eso me ha gustado”, dice.
¿Estudiar o ser escalador?
Y mientras se debate en dedicarse de lleno a su carrera profesional o a la escalada, con la inspiración de la cosmopolita Charlotte, no se cierra puertas.
La posibilidad de ir a los Juegos Olímpicos de París 2024 aún le arranca una sonrisa.
“Me estoy motivando más por la escalada, el semestre pasado no pude practicar mucho obviamente por la pandemia, pero sí me gustaría dedicarme otra vez de manera seria”, reconoce.
“Si veo que estoy haciendo las cosas bien para la escuela y con el deporte en camino provechoso hacia París, si se presenta la oportunidad y se acomodan las cosas me atrevo a concentrarme”, asegura.
“Luego los concentran en Conade, pero puedo tener un entrenamiento más riguroso para ir a París y dar lo mejor”, puntualiza.