Su imponente extensión de 50 metros (unas 55 yardas) de titanio hace del Arco de la Amistad del Pueblo el epítome perfecto de la simbiótica historia entre Ucrania y Rusia. Debajo de la gigantesca medialuna, un par de estatuas de dos obreros de ambos países, sostienen en sus manos una cinta elevada por encima de la cabeza con la Orden de la Amistad de los Pueblos.
Construido en 1982, este monumento cimentado en la ciudad de Kiev, fue originalmente pensado como símbolo de unificación entre Ucrania y la ahora extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Un ícono que representa como ningún otro la identidad bicultural del actual territorio que integra la nación ucraniana; un vínculo que en la actualidad parece más roto que nunca en el devenir de la política.
El Arco de la Amistad del Pueblo fue construido sobre las ruinas en las que quedó la ciudad después de la invasión nazi a la Unión Soviética, el país que más vidas pagó para poder exorcizar al horror emanado de la Alemania nacionalsocialista y su tenebrosa ideología.
Ocho años en conflicto
Pero 40 años después de haber sido erigido, el conflicto ucraniano —existente desde 2014— se desarrolla por los sinuosos caminos de una guerra armada. Las hostilidades comenzaron con pequeñas escaramuzas, pero con la utilización de las armas, recién se rompieron los Protocolos de Minsk 2, que se firmaron para detener la ofensiva de las fuerzas rebeldes, que en menos de un mes, tomaron varias posiciones de las fuerzas ucronazis.
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Mientras la maquinaria mediática occidental vende las historias de la guerra que supuestamente anunció Rusia, la realidad es que las repúblicas del este de Ucrania —Donetsk y Lugansk— llevan ocho años en contra de las autoridades de Kiev. El golpe de estado que ocurrió en 2014 provocó un rechazo entre las población de esas regiones ucranianas, por lo que Rusia no reconocía su independencia, hasta hace días, cuando los ataques contra la población rusoparlante alcanzaron su punto álgido.
"He tomado la decisión de llevar a cabo una operación militar especial", declaró después Vladimir Putin, presidente de Rusia, durante un mensaje especial a los ciudadanos rusos, detallando que el objetivo del operativo es "proteger a las personas que han sido objeto de abusos y genocidio por parte del régimen de Kiev durante ocho años".
Estados Unidos, la OTAN y 14,000 muertes que antes no les importaron
Estados Unidos y la OTAN respondieron y empezaron a desplegar sus fuerzas, con aviones de combate F-35 estadounidenses que siguen llegando a Lituania, así como el despliegue de más de 7,000 soldados adicionales en Alemania.
Se trata de un nuevo conflicto bélico que no es sino un capítulo más de una guerra de información —o desinformación, mejor dicho—, en la que los ucranianos dicen haber dado de baja a 50 rusos, en la zona de Lugansk, al derribar cinco aviones y un helicóptero como último desparpajo, mientras los grandes medios de comunicación se centran en la frivolidad de la postura de Occidente.
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Pero este conflicto no es de hoy, data precisamente de hace 30 años cuando Occidente, obnubilado por la desaparición de la URSS y con Francis Fukuyamma a la cabeza, dio por muerto todo sistema que no fuese el capitalismo. “El fin de la historia y el último hombre", escribió Fukuyama eufórico en 1992.
La Unión Europea atrincheró a Rusia con el paso del tiempo y Moscú no ha hecho más que defenderse, al grado de que los acuerdos de Minsk fueron primeramente violados por Ucrania, pero silenciados por los grandes medios de comunicación que ahora voltean con asombro hacia el Este tras hacer caso omiso de las más de 14,000 muertes provocadas por los ucronazis en los últimos ocho años de un conflicto que ahora voltea con interés Estados Unidos.
Ucrania y Rusia, ¿interés preelectoral de Estados Unidos?
El prestigioso analista geopolítico Alfredo Jalife explicó que este interés se debe a que el presidente Joe Biden busca fortalecer su imagen rumbo a las próximas elecciones intermedias que se realizarán a finales del 2022, al participar activamente en el conflicto ruso-ucraniano.
Su hipótesis es que tanto Biden como Justin Trudeau en Canadá, afrontan una crisis política en sus países, debido al mal manejo de la pandemia y a otros factores externos, lo que los ha llevado a caer en las preferencias electorales.
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“El gobierno de Biden enfrenta el ‘Síndrome Lewinsky’, es decir, al igual que Bill Clinton, quien enfrentó problemas domésticos y se enfocó en librar una guerra con Yugoslavia. Ahora se busca participar en el conflicto con Rusia para recuperar la simpatía de los ciudadanos”, afirmó el experto.
Pero, ¿por qué geopolíticamente existe este genuino interés por Ucrania cuando en otros puntos del planeta israelíes matan palestinos y se apoderan de su tierra y centroamericanos huyen desesperadamente de la violencia de sus países?
Una tierra de la discordia
Ucrania es una tierra rica en recursos naturales. Es el primer lugar en Europa en reservas recuperables probadas de minerales de uranio; segundo en el Viejo Continente en términos de reservas de mineral de titanio, así como séptimo en el mundo en reservas de carbón con 33,900 millones de toneladas, por mencionar solo algunas de sus virtudes.
Además, el polémico Nord Stream 2 (NS2), un gasoducto diseñado para transportar directamente por el lecho del mar Báltico gas de Rusia a Alemania sin pasar por Ucrania, se convirtió en el centro de las discusiones sobre las posibles sanciones que Estados Unidos y sus aliados podrían imponer a Moscú en caso de que siguiera apoyando a Donetsk y Lugansk.
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Berlín se había mostrado reticente hasta hace pocas semanas a amenazar a Rusia directamente con la viabilidad del gasoducto, pero abrió la puerta a esa posibilidad a finales de enero. Empero, tras el reconocimiento por parte de Rusia de las repúblicas del Donbás, se tomó la decisión de impedir la puesta en marcha del gasoducto.
Más de la mitad del gas natural en Alemania proviene de Rusia
Dicha decisión tendrá consecuencias para el abastecimiento de Alemania, donde el 55 % del gas natural que se consume procede de Rusia. El NS2 está terminado, pero su certificación está paralizada desde noviembre, teóricamente, por no cumplir los trámites regulatorios europeos. La infraestructura duplica la capacidad de su predecesor, el Nord Stream 1, y esquiva el paso por Ucrania, tradicional país de tránsito del gas ruso.
Es así que con Ucrania en discordia, la renovada versión de la Guerra Fría ha cimbrado al mundo. Pero por más que las disonancias nublan el panorama, el Arco de la Amistad del Pueblo sigue estoico para recordar simbólicamente que la fraternidad va más allá de los límites establecidos por las posturas y los cambios.